Fragmento del texto y segunda parte del comentario: Quizás en Vincennes… Lacan, J. (1975). En: Otros escritos. Editorial Paidós. 2012. pp. 334.
“El nudo, la trenza, la fibra, las conexiones, la compacidad: todas las formas en las que el espacio hace falla o acumulación están allí para proveer al analista aquello de lo que carece, o sea, otro apoyo que el metafórico, a los fines de sustentar en él la metonimia.”
Comentario (segunda parte):
Según parece indicarlo Lacan, la metáfora no alcanza para sostener la lógica del sujeto del inconsciente. El punto de la escritura de lo real implica un problema cuando de la metáfora se trata. En ésta última, se trata de la escritura de lo simbólico por lo simbólico. La metonimia, por su parte, se constituye en el desplazamiento permanente por lo que no cesa de escribirse (o de no escribirse, habrá que cotejar los modos de la negación implicados en ello). Lo que está en juego en ella (metonimia) tiene que ver con lo real. Si la metáfora es escritura de lo simbólico por lo simbólico, no alcanza entonces para sustentar lo real que hace al desplazamiento metonímico. Se constata, pues, el hecho de que “el matema, aunque lo abordemos por las vías de lo simbólico, no deja de ser real.” (Lacan, 1971, pp. 67). Desde tal punto de vista, la topología no debe ser entendida como metáfora de lo inconsciente, tampoco como recurso didáctico o analogía. No se trata en ella de un intento de escribir exclusivamente lo simbólico sirviéndose de lo simbólico, ni de escribir sólo lo imaginario, sino también de escribir lo real. El deseo se desplaza en tanto de él sólo aparece su movimiento sustitutivo derivado del hecho de que, su objeto originario, está por estructura perdido. Si se trata de hacer una topología del sujeto es para poder escribir las posiciones probables de un sujeto en el espacio-tiempo efecto de los nudos (o también de los no nudos) entre lo real, lo simbólico y lo imaginario. El trabajo de escritura no es metáfora, es, literalmente, un modo de escribir aunque eso que se escribe tienda al infinito o se reduzca a lo imposible.
¿Cómo hablar de “posición del (sujeto) inconsciente”, sino se puede leer y escribir sus apariciones, por más evanescentes que sean, en los desplazamientos del deseo alrededor del agujero y por vía de las cadenas significantes? ¿Cómo leer sus modos de gozar sino se atiende a sus posiciones en los enlaces en los que se inscribe en tanto zonas atómicas? Sino se puede leer y escribir el nudo ¿cómo percatarse de los lapsus que hacen de un no nudo, apariencia de nudo? ¿Cómo orientarse en la transferencia sino se puede escribir la lógica del significante cualquiera al que el analista es destinado en los recorridos de las cadenas significantes? ¿Cómo calcular la interpretación de tal manear que no sea mera intuición, sino se cuenta con un medio de sostener lo real en juego?
Bien, habrá que ver si la topología resiste al someterse a prueba en esa búsqueda de una razón que no es la de la consciencia sino aquella que desde el sentido común se confunde con lo irracional pero que nada tiene de ello, pues es razón matemática, hecha de desplazamientos, como la razón que se mueve en una serie numérica, por más simple que ella sea. Fue eso, de manera virtuosa, lo que Freud logró demostrar con su trabajo sobre “el olvido de nombres propios” en su psicopatología de la vida cotidiana. Fue ello también lo que Lacan se esfuerza por demostrar en su “seminario sobre la carta robada" (desviada {trieb}) y en su introducción a la misma sirviéndose de las palabras circulares. Tal vez sea necesario no tomarse a la ligera la idea, a veces popular, de que la topología en la obra de Lacan es un asunto de moda, de excentricidad, de didáctica o una metáfora del “aparato psíquico”. Bien vale la pena al menos plantear la cuestión de que quien se autoriza como analista, pueda al menos dar cuenta del descubrimiento, en su análisis, de su topología.
John James Gómez G.
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