martes, 15 de octubre de 2013


Fragmento del texto: Función y Campo de la Palabra y del Lenguaje en Psicoanálisis. Lacan, J. (1953). En: Escritos 1. Siglo XXI Editores. 2ª edición. 2008. pp. 262.

“El espíritu está siempre en otro sitio. ‘El espíritu [la agudeza] supone en efecto que una condicionalidad subjetiva tal…: no es espíritu [agudeza] lo que yo acepto como tal’, prosigue Freud, que sabe de qué habla.”

Comentario:

Lacan, haciendo su cita de Freud, en su propia traducción del alemán al francés, no duda en servirse de lo que el “witz” (chiste), permite dilucidar. “El espíritu siempre está en otro sitio”, señala con rigor.

La palabra francesa “esprit”, significa al mismo tiempo “espíritu” y también “ingenio”, “gracia”, “chiste”. Es un equívoco de gran interés que Lacan no deja pasar por alto. No hay que olvidar, además, que la traducción al francés del título del texto de Freud: “El chiste y su relación con el inconsciente”, fue, precisamente, “Le mot de d’esprit”, es decir, la palabra ingeniosa o, siguiendo el doble sentido de la palabra “esprit”, podría ser también, la palabra del espíritu. Claro, no hay que apresurarse a suponer algún sentido místico en tal expresión. Se trata, propiamente, de la función de la palabra y del campo del lenguaje. Si el “esprit” siempre está en otro sitio es porque la leyes por las que opera no son otras que la metáfora y la metonimia, modo privilegiado para que, a pesar del “yo”, Eso (Ello) hable. El sujeto (Es, Ello), siempre está en el intersticio de los desplazamientos significantes y, por tanto, a pesar de su evanescencia no deja de ser, él mismo, el “esprit” en lo dicho cada vez que se produce un enunciado. Mas no basta que se produzca un equívoco, como no basta que se “cuente un chiste”. Es necesario que retorne algo desde otro sitio que dé cuenta del desliz que se introduce como sin sentido, y que produce la sorpresa y la risa.

No es cosa fácil buscar el “esprit” implicado en el equívoco. Prueba de ello es el esfuerzo del que requiere el analizante para hacer entrar el saber nuevo en el equívoco que sorprende irrumpiendo en lo ya sabido. Tampoco es sencillo saber por qué un chiste resulta eficaz, salvo porque en él algo se desliza hasta tocar el “esprit” de quien al escucharlo no puede evitar reír sí, y sólo sí, ha encontrado en él algo ingenioso.

Así, el ingenio no está en el “yo”. Está en otro sitio, en otro escenario, el del sueño, el del lapsus, el del chiste. Es allí donde el sujeto tiene chance de hablar más allá de lo que el “yo” supone saber cuando no supone que hay un sujeto. Ocuparse de leer el “esprit” en juego es el hecho mismo que constituye un análisis y que requiere del compromiso, no menor, de quien apuesta por hacer entrar la nueva letra que permita escribir la lógica que puede dar cuenta del espíritu ingenioso propio de eso que Freud llamó “Unwebusste”, “Inconsciente”.

John James Gómez G.

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¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

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