Fragmento del texto: Las Neuropsicosis de Defensa. Freud, S. (1894). En: Obras Completas, vol. III. Amorrortu Editores. 1979. pp. 49.
“Con miras al anudamiento con las fobias y representaciones obsesivas, sólo he de considerar aquí la segunda forma de la histeria, que, por razones que enseguida se harán evidentes, yo designaré como histeria de defensa, separándola así de la histeria hipnoide y de la histeria de retención. También puedo designar provisionalmente como de histeria «adquirida» mis casos de histeria de defensa; en efecto, en ellos no cabía hablar de una tara hereditaria grave ni una atrofia degenerativa en sentido estricto.
Pues bien; esos pacientes por mí analizados gozaron de salud psíquica hasta el momento en que sobrevino un caso de inconciliabilidad en su vida de representaciones, es decir, hasta que se presentó a su yo una vivencia, una representación, una sensación que despertó un afecto tan penoso que la persona decidió olvidarla, no confiando en poder solucionar con su yo, mediante un trabajo de pensamiento, la contradicción que esa representación inconciliable le oponía.”
Comentario:
Freud, en su tiempo, a finales del Siglo XIX y principios del XX, se abocó al trabajo de un síntoma que parecía ser el rasgo fundamental de la histeria, a saber, la conversión. Cada uno de sus trabajos entre 1893 y 1915 presenta, en algún punto, un interés por comprender la lógica conversiva en tanto síntoma modelo de la trasmudación del monto de afecto en una representación somática. Los historiales clínicos desarrollados en “Estudios sobre la histeria” (1893) , escrito en conjunto con su maestro Josef Breuer, son el punto de partida para comprender dicho fenómeno e intentar brindar algunas conjeturas que poco a poco, con el paso de sus elaboraciones, desembocan en la atribución de causalidad, por un lado a una fantasía infantil de carácter sexual y, por otro, a la posibilidad de desplazamiento del monto de afecto de una representación a otra, todo ello en el marco de la condición paradójica de la psique de ser al mismo tiempo una y dos, consciente e inconsciente; no lo uno o lo otro, sino, lo uno y lo otro. Esto resultó sorpresivo en tanto descubrimiento a la vez que dejaba en falso lugar la primacía que se atribuía, de manera exclusiva, a la razón consciente como eje del psiquismo humano. Al mismo tiempo, abría el paso a una nueva lógica, o mejor, se abría el re-encuentro con una lógica dejada de lado por una larga serie de siglos, a saber, la del estoicismo antiguo, para la cual, a diferencia de la lógica aristotélica que concebía la relación entre los cuerpos en tanto continente/ contenido, se planteaba la cuestión de la mixtura de los cuerpos que podían fundirse en uno solo en toda su extensión, como en fuego y el hierro, así que serían al mismo tiempo uno y dos. Cuerpo biológico y lenguaje, fundidos, produciendo un cuerpo psíquico, paradójico, un sujeto que existe en la división fundamental de su no ser sólo UNO. De tal fusión, en la lógica estoica, resulta un resto, algo se perdía, un incorporal.
Por otro lado, la neurosis obsesiva para Freud, si bien respondía a los mismos principios lógicos, encontraba una diferencia en que el monto de afecto mudaba a un representación opuesta a la de la moción pulsional originaria que resultase menos perturbadora al Yo, llamó a este destino pulsional, “formación reactiva”, y en relación con él, se ponían de manifiesto también fantasías atemorizantes derivadas de la culpabilidad, así como rituales asociados a ellas. En la fobia, en cambio, el monto de afecto se proyectaba a un objeto exterior, caso ejemplar de lo cual fue el pequeño Hans (1909), con su fobia a los caballos. Ahora bien, el punto en común, que ligaba a estas neuropsicosis de defensa estaba en cuestiones que, sólo después de casi treinta años después de su primera formulación, Freud pudo articular bajo la rúbrica del lazo con el Padre y con la función fálica, y con ello, con el deseo y con la angustia. Lo que se juega en el punto mismo constituyente es, pues, el trauma y articulación al fonema. El matema, para Lacan, se trata justamente de dicha articulación entre el trauma y el fonema.
John James Gómez G.
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