Fragmento del texto: Del Mito a la Estructura. Lacan, J.
(1969-1970). Seminario: "El Reverso del Psicoanálisis", Libro 17.
Editorial Paidós. 1999. pp. 137.
"La idea de poner al padre omnipotente en el principio
del deseo queda suficientemente desmentida por el hecho de que ése es el deseo
de la histérica cuyos significantes amo extrajo Freud. No hay que olvidar, en
efecto, que Freud partió de ahí y que él mismo confesó lo que permanece en el
centro de la pregunta. La forma como recogió esto es preciosa, porque fue una
burra quien lo repitió sin saber nada de lo que quería decir. Es la pregunta -
¿Qué quiere una mujer?
Una mujer. No
cualquiera…
…Freud no dijo: ¿Qué quiere la mujer? Porque la mujer,
después de todo, nada indica que quiera algo, sea lo que sea…
…Pero desde el momento en que plantean ustedes la pregunta
en el nivel del deseo, y ya se sabe que situar la pregunta en el nivel del
deseo, para la mujer, es interrogar a la histérica.
Lo que la histérica quiere –digo esto para los que no tienen
vocación, debe haber muchos- es un amo.
Ella quiere un amo. Es eso lo que está puesto ahí, en el
rincón de arriba a la derecha, (se refiere a la estructura cuatripartita del
discurso de la histérica; nota JJ) para no llamarlo de otra manera. Quiere que
el otro sea un amo, que sepa muchas cosas, pero de todas formas no las
suficientes como para no creerse que ella es el premio supremo por todo su
saber. Dicho de otra manera, quiere un amo sobre el que pueda reinar. Ella
reina y él no gobierna."
Comentario:
La mujer, desde el principio, ha resultado enigmática. No se les puede sumar y no se puede hacer de la suma un producto
que de cuenta de que algo como LA mujer existe. Si hay el uno por uno, es,
precisamente debido a ello. Así, la cuestión es que la pregunta de Freud apunta
al enigma acerca de qué quiere una mujer,
dicho así de la singularidad de lo enigmático que en ella habita. Si a esto se
agrega el hecho de que el deseo es ante todo agujero y cumple con la condición
metonímica del desplazamiento, saber qué se desea es por definición una
imposibilidad lógica.
Lacan replantea la pregunta tomando a la histérica. Esto lo
hace a partir de lo que encuentra en la forma como Freud, al hacerlas hablar,
develaba la existencia de algo en el deseo histérico que tiene que ver con el
amo. Los significantes amo que constituyen eso por lo cual el discurso del
inconsciente trabaja en torno a la fantasía vinculada con la omnipotencia del
Padre.
Si la histérica quiere un amo, no es porque apueste por la sumisión sino por
que en él puede indicar la castración, es decir, señalar que la omnipotencia
ostentada es falaz.
Y es que podríamos pensar en una historia de la histeria y
su querer de un amo castrado. Basta con revisar la historia de la cultura
accidentalizada (occidentalizada).
Bien fuere como demonios, brujas o prostitutas, el horror de
los hombres no ha cedido ante ellas desde tiempos remotos. Tal como lo muestra
Pascal Quignar, en su texto: El Sexo y el
Espanto (2000), en la antigüedad romana, Augusto indicaba que el horror
asomaba ante la impotencia, pues eran amantes de “Priapos” el dios que
ostentaba el “fascinus” (palabra romana antigua para designar la potencia del
pene erecto, y que tenía su correspondiente en la palabra griega “phallos”, de allí
las derivaciones falo y fascinación, y de allí que como significante el falo
fascine).
Y tal horror no dejaba de mostrar sus fauces representadas
por el enigmático agujero con que cada una de las mujeres recibía a aquellos hombres en su anhelada potencia que, como amos, entregaban el fascinus para recibir a cambio la
“mentula” (palabra romana antigua que designaba el pene en estado de flacidez).
Los hombres les entregaban a las mujeres el fascinus como
signo de su potencia y ellas les devolvían la mentula y, aún así (encore), no
estaban satisfechas, ellas podían pedir más. La impotencia de Priapos se
revelaba en cada uno de los hombres que no podía saber qué era lo que una mujer
quería pero se encontraba con que, en todo caso, ellas estaban allí para
interrogar al amo, al Padre en su soñada omnipotencia. Ese horror quedó
patentado luego en el mito de Sansón y Dalila, cuando ella, al seducirlo, hace
que él entregue el fascinus, ella le retorna la mentula pero, además, lo ha
reducido a un hombre cualquiera al cortar el cabello del que provenía toda su
fuerza. En ese temor los hombres calificaban a todo aquel, sobre todo aquellas, que miraban su potencia e intentaban develar su castración, con la in-vidia (lo que se quiere y está ante la vista).
Y si Medusa en su cabeza, tenía en las serpientes el
equivalente de falos (equivalencia señalada por Freud), era precisamente como
muestra de lo que ella acumulaba al despojar a los otros de su potencia cuando,
con su mirada, petrificaba, es decir, hacía de cada uno un “Petro”, un Pedro,
un Papa, si se me permite el juego en la mixtura del mito con su relación a la
moral grecoromana hecha cristianismo.
De igual manera, Lilith, primera mujer hecha de barro y
convertida en serpiente, en el demonio, por haber cuestionado la omnipotencia
del creador, aparece para convocar a Eva y a Adán y mostrar de nuevo que el
Padre está castrado.
Cada mito revela el punto en el que el amo aparece como
castrado cada vez que en su encuentro con ellas es enfrentado a su falta.
Así, desde las sacerdotisas de Babiliona, que devinieron
putas en el discurso de la moral sexual romana hecha cristianismo, pasando por
las brujas perseguidas en la inquisición, hasta las histéricas calificadas de
locas y descalificadas como pacientes por los médicos quienes les atribuían un
fingimiento de sus síntomas, las mujeres han venido a interrogar al amo.
Si Freud pudo saber algo al respecto, por poco que fuera, se
debió precisamente a que entregó su castración e hizo de su escucha un modo de
intentar saber sobre aquello enigmático que desde siempre los hombres temían.
Él abrió la puerta para que eso rechazado históricamente por el temeroso amo,
pudiera hacerse escuchar y mereciera constituir un discurso a partir del cual
podía proceder un saber. Freud escucha la herejía (palabra que etimológicamente
remite a “elección”), de aquellas mujeres que hablaban del deseo como agujero e
interrogaban la falaz (falo) omnipotencia del padre.
John James Gómez G.