jueves, 31 de octubre de 2013

Fragmento del texto: Del Mito a la Estructura. Lacan, J. (1969-1970). Seminario: "El Reverso del Psicoanálisis", Libro 17. Editorial Paidós. 1999. pp. 137.


"La idea de poner al padre omnipotente en el principio del deseo queda suficientemente desmentida por el hecho de que ése es el deseo de la histérica cuyos significantes amo extrajo Freud. No hay que olvidar, en efecto, que Freud partió de ahí y que él mismo confesó lo que permanece en el centro de la pregunta. La forma como recogió esto es preciosa, porque fue una burra quien lo repitió sin saber nada de lo que quería decir. Es la pregunta - ¿Qué quiere una mujer?

Una mujer. No cualquiera…

…Freud no dijo: ¿Qué quiere la mujer? Porque la mujer, después de todo, nada indica que quiera algo, sea lo que sea…

…Pero desde el momento en que plantean ustedes la pregunta en el nivel del deseo, y ya se sabe que situar la pregunta en el nivel del deseo, para la mujer, es interrogar a la histérica.
Lo que la histérica quiere –digo esto para los que no tienen vocación, debe haber muchos- es un amo.

Ella quiere un amo. Es eso lo que está puesto ahí, en el rincón de arriba a la derecha, (se refiere a la estructura cuatripartita del discurso de la histérica; nota JJ) para no llamarlo de otra manera. Quiere que el otro sea un amo, que sepa muchas cosas, pero de todas formas no las suficientes como para no creerse que ella es el premio supremo por todo su saber. Dicho de otra manera, quiere un amo sobre el que pueda reinar. Ella reina y él no gobierna."


Comentario:

La mujer, desde el principio, ha resultado enigmática. No se les puede sumar y no se puede hacer de la suma un producto que de cuenta de que algo como LA mujer existe. Si hay el uno por uno, es, precisamente debido a ello. Así, la cuestión es que la pregunta de Freud apunta al enigma acerca de qué quiere una mujer, dicho así de la singularidad de lo enigmático que en ella habita. Si a esto se agrega el hecho de que el deseo es ante todo agujero y cumple con la condición metonímica del desplazamiento, saber qué se desea es por definición una imposibilidad lógica.

Lacan replantea la pregunta tomando a la histérica. Esto lo hace a partir de lo que encuentra en la forma como Freud, al hacerlas hablar, develaba la existencia de algo en el deseo histérico que tiene que ver con el amo. Los significantes amo que constituyen eso por lo cual el discurso del inconsciente trabaja en torno a la fantasía vinculada con la omnipotencia del Padre.

Si la histérica quiere un amo,  no es porque apueste por la sumisión sino por que en él puede indicar la castración, es decir, señalar que la omnipotencia ostentada es falaz.

Y es que podríamos pensar en una historia de la histeria y su querer de un amo castrado. Basta con revisar la historia de la cultura accidentalizada (occidentalizada).

Bien fuere como demonios, brujas o prostitutas, el horror de los hombres no ha cedido ante ellas desde tiempos remotos. Tal como lo muestra Pascal Quignar, en su texto: El Sexo y el Espanto (2000), en la antigüedad romana, Augusto indicaba que el horror asomaba ante la impotencia, pues eran amantes de “Priapos” el dios que ostentaba el “fascinus” (palabra romana antigua para designar la potencia del pene erecto, y que tenía su correspondiente en la palabra griega “phallos”, de allí las derivaciones falo y fascinación, y de allí que como significante el falo fascine).

Y tal horror no dejaba de mostrar sus fauces representadas por el enigmático agujero con que cada una de las mujeres recibía a aquellos hombres en su anhelada potencia que, como amos, entregaban el fascinus  para recibir a cambio la “mentula” (palabra romana antigua que designaba el pene en estado de flacidez).

Los hombres les entregaban a las mujeres el fascinus como signo de su potencia y ellas les devolvían la mentula y, aún así (encore), no estaban satisfechas, ellas podían pedir más. La impotencia de Priapos se revelaba en cada uno de los hombres que no podía saber qué era lo que una mujer quería pero se encontraba con que, en todo caso, ellas estaban allí para interrogar al amo, al Padre en su soñada omnipotencia. Ese horror quedó patentado luego en el mito de Sansón y Dalila, cuando ella, al seducirlo, hace que él entregue el fascinus, ella le retorna la mentula pero, además, lo ha reducido a un hombre cualquiera al cortar el cabello del que provenía toda su fuerza. En ese temor los hombres calificaban a todo aquel, sobre todo aquellas, que miraban su potencia e intentaban develar su castración, con la in-vidia (lo que se quiere y está ante la vista)

Y si Medusa en su cabeza, tenía en las serpientes el equivalente de falos (equivalencia señalada por Freud), era precisamente como muestra de lo que ella acumulaba al despojar a los otros de su potencia cuando, con su mirada, petrificaba, es decir, hacía de cada uno un “Petro”, un Pedro, un Papa, si se  me permite el juego en la mixtura del mito con su relación a la moral grecoromana hecha cristianismo.

De igual manera, Lilith, primera mujer hecha de barro y convertida en serpiente, en el demonio, por haber cuestionado la omnipotencia del creador, aparece para convocar a Eva y a Adán y mostrar de nuevo que el Padre está castrado.

Cada mito revela el punto en el que el amo aparece como castrado cada vez que en su encuentro con ellas es enfrentado a su falta.

Así, desde las sacerdotisas de Babiliona, que devinieron putas en el discurso de la moral sexual romana hecha cristianismo, pasando por las brujas perseguidas en la inquisición, hasta las histéricas calificadas de locas y descalificadas como pacientes por los médicos quienes les atribuían un fingimiento de sus síntomas, las mujeres han venido a interrogar al amo.

Si Freud pudo saber algo al respecto, por poco que fuera, se debió precisamente a que entregó su castración e hizo de su escucha un modo de intentar saber sobre aquello enigmático que desde siempre los hombres temían. Él abrió la puerta para que eso rechazado históricamente por el temeroso amo, pudiera hacerse escuchar y mereciera constituir un discurso a partir del cual podía proceder un saber. Freud escucha la herejía (palabra que etimológicamente remite a “elección”), de aquellas mujeres que hablaban del deseo como agujero e interrogaban la falaz (falo) omnipotencia del padre.

John James Gómez G. 


miércoles, 30 de octubre de 2013

Fragmento del texto: Psicopatología de la Vida Cotidiana. Freud, S. (1901). En: Obras Completas, vol. VI. Amorrrotu Editores. 1979. pp. 157.

“No entiendo por qué la sabiduría que es el precipitado de la experiencia común de vida debería estar proscrita de las adquisiciones de la ciencia. Lo que define el carácter esencial del trabajo científico no es la diversidad de los objetos, sino el método más riguroso en la comprobación, y la busca de más amplios nexos.”


Comentario:

La exclusión del sujeto, en la ciencia, puso tempranamente en evidencia que cuando del positivismo se trata debe primar la rigidez antes que la rigurosidad. La intención de establecer “El Método Científico” que permitiera garantizar el acceso al conocimiento válido, llevó rápidamente a adaptar cualquiera fuese el objeto a la rigidez propuesta por el “buen método”, desconociendo así la lógica propia de aquello que se encontraba en el acto mismo de investigar. Se tenía claro de antemano lo que se buscaba y con el método esperaba garantizarse que fuese eso mismo lo que se encontrara. No obstante, lo real nunca ha dejado de sorprender y por ello, el asunto es que lo real sale al encuentro allí donde no se le busca. Es ese tal vez el valor crucial de la expresión de Picasso: “Yo no busco, encuentro”.

La investigación freudiana apuesta por hacer entrar de nuevo al sujeto en tanto acontecimiento. Con ello, no sólo va al encuentro con lo real si no que, por ello, lo que puede producirse es del orden del saber y no del conocimiento, aunque, de este último, se intente hacer una elaboración. La pregunta de Freud acerca de la razón está anudada al reconocimiento de que ésta no es exclusiva de la conciencia y, por tal motivo, ella es hallable en lo que para la ciencia puede parecer banal pero que sin duda deviene excepcional cuando del sujeto se trata; sujeto del inconsciente.

El método debe producirse rigurosamente en torno al objeto, esta diferencia fundamental es atinente al psicoanálisis y dicho objeto no es aquel positivizado de la ciencia sino, un objeto negativizado, signado por la falta y que cumple para el sujeto la función de causa. Es alrededor del agujero en el que la representación del objeto falta, donde el sujeto circula bordeando la pregunta por aquello que le es constituyente. El analizante elabora un discurso en el que se aboca a la pregunta por el saber que puede construir en el encuentro con lo real de esa falta y corregir así, poco a poco, a través del trabajo sobre el equívoco, su experiencia. No es otra cosa a la que se llama "topología del sujeto". 

John James Gómez G.



martes, 29 de octubre de 2013

Fragmento del texto: El Amo y la Histérica. Lacan, J. (1969-1970). En: El Reverso del Psicoanálisis, El Seminario, libro 17. Editorial Paidós. 1999. pp. 30.

“Lo que descubrimos en la menor experiencia del psicoanálisis es ciertamente del orden del saber y no del conocimiento o de la representación. Se trata precisamente de algo que une a un significante S1 con otro Significante S2 en una relación de razón.”

Comentario:

Nos encontramos en la llamada “era de la información”. Y es que la velocidad con la que ésta circula, así como la aparente facilidad de acceder a ella, hace suponer a todos la posición de sabios. Menuda confusión si se atiende con cuidado al hecho de que, cuando la información se hace masiva, el ocultamiento del saber es mucho más eficaz. Basta ingresar a Google y teclear las cosas tal y como vienen a la cabeza para que, el susodicho sabio de la aletosfera, responda sin titubear; a tal punto que puede devolverle al escribiente la tentativa de “tal vez usted quiso decir”. 

La fantasía de que allí todo es sabido silencia el no saber que puede hacer hablar al sujeto. Los chicos en las escuelas y también, por qué no, en las universidades, acuden apurados al ciberespacio a encontrar la información que les hará parecer sabios ante el profesor, aunque ello implique la frecuente práctica del “copiar y pegar”. La información deviene entonces al estatuto de la cosa mejor distribuida, a saber, la tontería en masa. Tanta como es padecida por el angustiado que encuentra en la web el detalle médico que le permitiría nombrar su no saber para callar así su angustia aunque, en tal práctica, devenga hipocondríaco. 

Por su parte, el conocimiento tampoco es el saber. Pero está claro que lo que con él se puede construir habla del interés de aquel que busca el acceso a un objeto que es el centro de su estudio, lo que no cambia que allí, el sujeto, también está velado pues, a pesar que habla, todo acontecimiento que le sea propio deberá ser desterrado si es que desea hacerse algo que tenga el derecho a ser llamado ciencia. Sea como fuere, hay en el conocimiento un esfuerzo por descubrir la verdad tal y como ella sería en lo más real, cuestión, por supuesto, probada como imposible una y otra vez pues a su paso todo objeto de estudio se revela como sustituto del objeto a y, como tal, presenta una imposibilidad que conlleva el desplazamiento permanente. La verdad no se alcanza sino por vías torcidas.

Así, el saber, que habla de una relación de razón, no es cosa fácil de soportar para la civilización que busca encontrar la manera de velar el sinsentido estructural propio de la pregunta por cualquier origen. La razón de la que se trata es la de la letra del inconsciente, aquella que funda como causa el movimiento metonímico del sujeto, que no es el Yo. Eso habla a pesar del Yo y de la dificultad del éste último para reconocer lo que de Ello lo constituye sin que él lo sepa. Saber no sabido es la condición del saber por una experiencia a la que no puede accederse por la experimentación, pues implica la posición éxtima del sujeto respecto del Yo y la tarea de leer lo que está escrito en un cuerpo que a pesar de su apariencia individual está hecho del Otro que lo habita por el lenguaje.  El saber llama a una responsabilidad que no puede derivarse en la velocidad de acceso a la información ni en la ilusión de verdad plena de las aspiraciones del conocimiento científico. Convoca a uno por uno a separarse de una alienación en la que se mueve en la "felicidad" que le brinda la ignorancia acerca del deseo y del goce que lo constituyen. Por poco que ocurra en la experiencia del psicoanálisis, lo que no significa que visitar a un psicoanalista sea su equivalencia como experiencia, lo que se descubrirá allí sólo podrá se del orden del saber.


John James Gómez G.

lunes, 28 de octubre de 2013

Fragmento del texto: El Psicoanálisis: Razón de un Fracaso. Lacan, J. (1967). En: Otros escritos. Editorial Paidós. 2012. pp. 367-368.

“No hay más que oír la manera con la cual los psicoanalistas hablan del pensamiento mágico, para sentir resonar allí la confirmación de la potencia nada menos que mágica que ellos repelen, la de tocar como nadie lo que es la suerte de todos: que no saben nada de su acto, y menos todavía: porque el acto que hacen entrar en el juego de las causas es el de hacerse pasar por su razón.”

Comentario:

Que el acto analítico y en él la interpretación, parecen sostenidas por la mera intuición, no es algo que haya cambiado a pesar del esfuerzo de Lacan por hacer entrar con su enseñanza lo que reiterativamente los psicoanalistas parecen querer mantener fuera de su registro, a saber, “la instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud”. Hay quienes hablan de lo inefable del acto analítico, confundiendo así lo real con la poética y apelando a ello para dejar de lado cualquier acercamiento a la lógica abierta por el trabajo freudiano y fundada por la escritura lacaniana.  Otros, de manera tajante y sin arriesgar el mínimo esfuerzo por su comprensión, demeritan y dejan por fuera del acto la topología del sujeto, abandonándose así a sus buenas intenciones y al dogmatismo teórico que, lejos de una práctica analítica, lleva al desconocimiento del lugar que se juega en la transferencia, tanto como al olvido del “parlêtre”. Y es que el énfasis en el “hablante-ser” (parlêtre), deja de lado la letra que también se encuentra en el neologismo lacanaiano. En efecto, un être (ser) que parle (hable), pero también que tiene en su soporte la estructura misma de lo escrito si se toma al pie de la letra la homofonía en la sonoridad del significante: la lettre (la letra). Parlêtre, en tanto significante, no deja de presentar en su equívoco sonoro el enigma de un ser que debe vérselas con dos lenguas a pesar que en el desconocimiento, y la ilusión yoica, no sea más que una. Y es que la lengua hablada y la escrita no son la misma cosa y, por ello, hablar es cuestión de la relación entre el yo y el mundo, mientras la letra implica el hecho de la relación entre el sujeto y el lenguaje, más precisamente, con el significante, en tanto texto escrito, es decir, en tanto inconsciente. 

En tal exclusión, el psicoanalista se acerca más a la magia o, de manera más precisa, al "pensamiento mágico". Entiéndase que, en tal caso, se habla entonces de la causalidad eficiente, aquella descripta por Claude Lèvi-Strauss como “eficacia simbólica” y con la cual explicaba en su “Antropología Estructural” el quehacer del chamán en torno a la magia y la hechicería.  El psicoanalista que se entrega a la eficacia simbólica, efecto de la causalidad eficiente, se conmina a la esperanza del chamán. Deja así de lado la causalidad material, es decir, la de la materialidad del significante y su soporte en la letra.

Si en cambio, el psicoanalista asume la responsabilidad de su acto entendiendo que al ofertar su escucha hace entrar la causalidad de la materialidad del significante y con ello la apuesta por suponer como posible el paso de aquel que como alma bella habla de la relación del yo con un mundo injusto, a quien puede sostener una interrogación acerca de la lógica que liga al sujeto con el lenguaje, se verá en la tarea ineludible de comprender que el inconsciente no es irracional y que el matema, aunque no deje de ser real, habrá de tratarlo por las vías de lo simbólico. 

Hacer entrar la letra que le permita leer y escribir mejor aquello de lo que sabe sin saber, será la tarea del psicoanalizante a condición de que el psicoanalista pueda servir de semblante de dicha letra: semblante de a. Si el psicoanalista llega a poder orientarse en tal lugar será por la manera en que, por su análisis, él mismo pudo llegar a leer y escribir su topología, es decir su posición en el espacio-tiempo de la condición del sujeto en las relaciones entre lo real, lo simbólico y lo imaginario. De lo contario, estará destinado a la repetición de un acto que no es otro que el de la intuición sostenida en el valor mágico de su “poder”, en el que supone que lo inconsciente no es la razón, pues habrá confundido a esta última con la consciencia sin entender si quiera el verdadero problema que a la lógica clásica, y moderna, introduce la complejidad de la negación y de la verdad en el inconsciente descubierto por Freud.


John James Gómez G.

viernes, 25 de octubre de 2013


Fragmento del texto: Tres Ensayos de Teoría Sexual. Freud, S. (1905). En: Obras Completas, vol. VII. Amorrortu Editores. 1979. pp. 123.

“Introduzcamos dos términos: llamamos objeto sexual a la persona de la que parte la atracción sexual, y meta sexual a la acción hacia la cual esfuerza la pulsión. Si tal hacemos, la experiencia espigada científicamente nos muestra la existencia de numerosas desviaciones respecto de ambos, el objeto sexual y la meta sexual desviaciones cuya relación con la norma supuesta exige una indagación a fondo.”

Comentario:

Freud no retrocedió un paso cuando se trataba de hacer saber acerca de aquello que su experiencia la enseñaba, a pesar de la moral dominante en su época que esforzaba por silenciarlo. Su apuesta por sostener el descubrimiento de las particularidades de una sexualidad que sería no exclusivamente animal y que se encontraba ligada a un erotismo singular, requirió de un coraje admirable. Así, introduce la teoría sexual infantil aun cuando el sentido común negaba una cosa tal por considerar al niño un ser asexuado; modo de representación medieval de los “ángeles” que habían llevado incluso la virilidad de Eros al ocultamiento tras la imagen infantil de un deseo asexuado en la imagen de Cupido.

Así, el erotismo y lo que concierne al sexo en relación con el sujeto, comenzaría a ser escrito por Freud, no sin dificultades. En primer lugar, resultó fundamental la observación de la desviación (trieb) que se introduce en la meta sexual cuando el organismo es tocado por el lenguaje. La reproducción, meta impuesta por los ideales morales y sostenida en una deficiente observación de los caracteres sexuales de los animales, era cuando menos insostenible, lo que no evitaba que se le mantuviese como imperativo. La satisfacción como meta en sí misma, dejaba al descubierto la falacia de la meta reproductiva y exponía a plena luz la caída de la supuesta condición natural al estar animada por el lenguaje. La pulsión es el trieb, es la desviación con la que se funda la continuidad entre lo anímico y lo somático. A partir de ese momento la sexualidad humana no responde más a las aspiraciones de conservación de la especie como finalidad, sino al goce sexual como satisfacción en el propio cuerpo. A partir de allí se tiene un cuerpo que no es otra cosa que soporte para el goce.

Por otro lado, el objeto impuesto por los ideales morales, suponía a la pareja reproductiva hombre/mujer, lo que sin embargo no cesaba de quedar cuestionado por el hecho de que la condición del objeto a partir del lenguaje es ser sustituible. La palabra perversión, que en su etimología indica sustitución, es pues la condición misma de la llamada "sexualidad humana". El fetiche propio del objeto como rasgo de la atracción sexual se revelaba propio incluso de aquellos más "normales". La relación sexual no existía más que como ilusión, así como también lo era la anhelada complementariedad de los sexos. Desviación de la meta y condición sustitutiva del objeto, fueron los hallazgos que dieron inicio al intento de escribir cada vez mejor la sexuación de un ser que habla y escribe y que se revelaba como imposible de escribir. Comprender que la posición sexual no depende de la relación pene/vagina, sino, de la articulación falo/castración, fue tal vez el mayor de los hallazgos de Freud y, a partir de ello, el advenimiento a la búsqueda de una construcción que hiciese posible comenzar a escribir su lógica.

¿De qué otra cosa es posible hablar cuando se pasa de una queja en cuanto alma bella que no hace otra cosa que quejarse de la relación del Yo con el mundo, a una posición de analizante en la que se intenta leer lo que no cesa de escribirse de la relación del sujeto con el significante y lo que, como consecuencia, revela lo imposible de la relación sexual? Si en tal trabajo el analizante puede escribir algo de eso imposible habrá encontrado, sin duda, su topología.

John James Gómez G.

¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

 “Se abre paso la vida con la misma terquedad con la que una plantita minúscula es capaz de rajar el suelo de hormigón para sacar la cabeza....