viernes, 20 de septiembre de 2013


Fragmento del texto: Seminario Sobre la Carta Robada. Lacan, J. (1966). En: Escritos 1, 2ª edición. Siglo XXI Editores. 2011. pp. 40.

“Esto es sin duda lo que sucede en el automatismo de repetición. Lo que Freud nos enseña en el texto que comentamos, es que el sujeto sigue el desfiladero de lo simbólico…”

“Si lo que Freud descubrió y redescubre de manera cada vez más abrupta tiene un sentido, es que el desplazamiento del significante determina a los sujetos en sus actos, en su destino, en sus rechazos, en sus cegueras, en sus éxitos y en su suerte, a despecho de sus dotes innatas y de su logro social, sin consideración del carácter o el sexo, y que de buena o mala gana seguirá al tren del significante como armas y bagajes, todo lo dado de lo psicológico.”

Comentario:

En su texto “Más allá del principio del placer” (1920), Freud se pregunta acerca de lo que está en juego en una repetición que aparece a la manera de un destino. Algo en lo que incluso, sin aparente participación activa de quien la padece, retorna una y otra vez como si fuese buscado por él. En palabras de Nietzsche, retomadas por Freud, se trata de un “eterno retorno de lo igual”:

"En estas hace la impresión de un destino que las persiguiera, de un sesgo demoníaco en su vivenciar; y desde el comienzo el psicoanálisis juzgó que ese destino fatal era autoinducido y estaba determinado por influjos de la temprana infancia. La compulsión que así se exterioriza no es diferente de la compulsión de repetición de los neuróticos, a pesar de que tales personas nunca han presentado los signos de un conflicto neurótico tramitado mediante la formación de síntoma. Se conocen individuos en quienes toda relación humana lleva a idéntico desenlace: benefactores cuyos protegidos (por disímiles que sean en lo demás) se muestran ingratos pasado cierto tiempo, y entonces parecen destinados a apurar entera la amargura de la ingratitud; hombres en quienes toda amistad termina con la traición del amigo; otros que en su vida repiten incontables veces el acto de elevar a una persona a la condición de eminente autoridad para sí mismos o aun para el público, y tras el lapso señalado la destronan para sustituirla por una nueva; amantes cuya relación tierna con la mujer recorre siempre las mismas fases y desemboca en idéntico final, etc. Este «eterno retorno de lo igual» nos asombra poco cuando se trata de una conducta activa de tales personas y podemos descubrir el rasgo de carácter que permanece igual en ellas, exteriorizándose forzosamente en la repetición de idénticas vivencias. Nos sorprenden mucho más los casos en que la persona parece vivenciar pasivamente algo sustraído a su poder, a despecho de lo cual vivencia una y otra vez la repetición del mismo destino."(Freud, 1920, pp. 22).

Este descubrimiento Freudiano es tal vez el punto culmen de la interrogación acerca de la posición del sujeto en cuanto a lo que lo implica de su propio padecer. ¿Qué es lo que se juega en tal destino? Aunque a los ojos de la conciencia, ilusionada con el total dominio de sí, esto parezca devenido de la pura casualidad, resulta que, al seguir los desplazamientos de las cadenas significantes, tal como lo hace un analizante en su trabajo asociativo, lo que parecía otrora destino siniestro se revela como condición estructural en la que el sujeto aparece llevado por una inercia en relación con la cual, él mismo, desconocía su movimiento y su dirección o, en términos topológicos, su directriz y su generatriz, si recordamos cómo Lacan ubica en el toro la lógica misma de la neurosis.

Mientras el “yo” maldice su mala suerte, desconoce que lo que se repite, una y otra vez, es la posición de la que depende en los movimientos inerciales ligados a desplazamientos significantes por los que, sin saber,-se sabe arrastrado. Desconoce allí la satisfacción en juego de una pulsión que, siempre acéfala, es al mismo tiempo impulso de vida y modo de retorno a lo mortífero. No hay en ello genética, mística o quiromancia, simplemente, complejamente, el efecto de cadenas en las que algo tiende hacia una repetición tan sorprendente y tan abrumadora, similar únicamente a la sorpresa que causa encontrar, por doquier, el número de la áurea proporción (1,6180339887…). La repetición resiste a la entropía, a la vez que conmina al sujeto al reencuentro con lo que no cesa de escribirse (como el número), una y otra vez; como idéntico a pesar de los esfuerzos de la buena voluntad, las buenas intenciones de los consejos insulsos y la ilusión, siempre renovada y justo previa a la repetición de que, “ahora sí, es todo distinto”, para encontrarse de nuevo, y sin aparente explicación, ante el eterno retorno de lo igual.

Se trata pues de la posición del sujeto en los desplazamientos de la cadena. Es necesario recorrer las vueltas del dicho y encontrar los cortes que pueden permitir la destitución del siniestro destino; servirse del “trieb” (desviación, traducido como pulsión) para desviar los desplazamientos haciendo entrar la letra en juego (a). Si un analizante puede comprometerse con ello, es sólo por el hecho de que, en su decir, hay un saber que puede producirse para leer en los desplazamientos la repetición y escribir su lógica, con lo que, de alguna forma, podrá corregir la experiencia de una historia que, de otra manera, parece una aporía, un callejón sin salida.

John James Gómez G.



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¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

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