lunes, 23 de septiembre de 2013


Fragmento del texto: La Negación. Freud, S. (1925). En: Obras Completas, vol, XIX. Amorrortu Editores. 1979. pp. 254-55.

“el yo-placer originario quiere, como lo he expuesto en otro lugar, introyectarse lo bueno, arrojar de sí todo lo malo. Al comienzo son para él idénticos, lo malo, lo ajeno al yo, lo que se encuentra afuera.”

Comentario:

Freud plantea que la función del juicio tendría fundamentalmente dos posiciones posibles, dos lugares para designar la manera en que un objeto, cualquiera que fuese, es ingresado en el mundo humano, lógicamente queremos decir con ello, al mundo subjetivo. Por un lado se puede “atribuir o desatribuir una propiedad a una cosa”, y por el otro, “admitir o  impugnar la existencia de una representación en la realidad” (1925: 254). El primero es llamado juicio de atribución y el segundo juicio de existencia.  Debe comprenderse que no se trata de una u otra forma de juicio, sino, de dos formas de juicio inherentes a la lógica de la construcción significante del universo de símbolos humano.

Concibe el juicio de atribución aplicado a la dimensión pulsional y menciona como ejemplo las pulsiones orales y la decisión en relación con ello de querer comer algo o escupirlo, sobre lo cual enuncia una hipótesis general: “el yo-placer originario quiere, como lo he expuesto en otro lugar, introyectarse lo bueno, arrojar de sí todo lo malo. Al comienzo son para él idénticos, lo malo, lo ajeno al yo, lo que se encuentra afuera” (1925: 254-55). Si al principio son para el yo-placer idénticos lo malo y lo que está afuera, quiere decir que sólo en la medida en que el yo se ve enfrentado a la necesidad de introyectar representaciones tendrá que decidir qué quedará afuera y por tanto esto que rechaza recibe la atribución que lo constituye en algo malo por ir en contra del placer, mientras que se introyectará lo bueno, es decir lo que sirve al placer. Estas atribuciones implican que el yo instala una doble prohibición, por un lado negarse a permitir el retorno de lo que se ha rechazado y por negarse a renunciar a aquello que se ha introyectado. Se pone de relieve así la diada intrínseco/extrínseco como formas de sucesión continuas.

En relación con el juicio de existencia, Freud aclara que se trata de una función del yo-realidad surgido del yo-placer originario y llama a esta condición “examen de realidad”. En este caso no se trata de expulsar o introyectar, sino de examinar si algo que ya se encuentra adentro como representación puede reencontrarse fuera en la realidad a través de la percepción, por lo tanto se trata también de una relación afuera/adentro, o también presencia/ausencia.  Lógicamente, esta relación adentro y afuera no es vista por Freud desde la topología,[1]  pero a pesar de ello señala de manera muy interesante la relación entre dos de los principios propios básicos en la concepción de los espacios desde esta disciplina: el límite y la continuidad. Los juicios de atribución implican el establecimiento de un límite[2] entre lo que estará dentro o fuera del yo, mientras que los juicios de existencia implicarán la búsqueda de la continuidad que permita probar que lo que está dentro, pueda reencontrarse también afuera. Así, cuando Freud explica que se trata siempre de la oposición adentro/afuera, no sería exactamente una relación con el mismo sentido para ambos casos. Nos dice Freud, “Lo no real, lo meramente representado, lo subjetivo, es sólo interior; lo otro, lo real, está presente también ahí afuera” (1925: 255).

La relación entre lo interior y lo exterior, lo intrínseco y lo extrínseco, se relaciona entonces con las significaciones construidas por el sujeto alrededor de lo representado y, desde allí, interpretará lo que se encuentra afuera en lo real. En otras palabras el sujeto intenta leer, usando los significantes del Otro, lo que aparece en lo real.  Claro está, dichas significaciones pueden encontrar variaciones y justamente eso posibilita que el sujeto esté en un movimiento constante en relación con aquello que desea, con sus valores, con sus ideales, que pueda incluso en un momento determinado tomar una posición radicalmente opuesta de la que ha asumido poco tiempo atrás, como lo pone de manifiesto Lacan (1955-56) a propósito de la normalidad en el libro 3 de su Seminario: Las Psicosis. Lo que debe ser considerado normal es justamente que el sujeto no responda de manera simétrica a la demanda propia de los ideales de la cultura, en la medida en que sus valores cambian y la oferta de la cultura es ambigua en tanto presenta a la vez las prohibiciones más altas en relación con la moral pero también los medios para acceder a aquello prohibido, y con ello el sujeto se enfrenta de manera constante a la duda sobre lo que en realidad puede desear y lo que a pesar de desear debe seguir prohibido. Esto significa que lo bueno y lo malo no son cuestiones inequívocas, de hecho, al tratarse de atribuciones derivadas del uso del lenguaje siempre hay posibilidad de equívoco.

John James Gómez G. (Fragmento del texto: MINUETO: Las dificultades del aprendizaje y la dificultad de leer el deseo del Otro. Próxima publicación.)





[1] Si bien para esta época ya existía la topología, pues su origen se sitúa en 1735 con la resolución lograda por Euler del problema de los puentes de Könisgberg, la primera vez que se usa propiamente la palabra Topología es en 1836 en una carta enviada por J: B: Listing a su profesor Müller y luego en su libro Vorstudien zur Topologie (Estudios previos a la topología), publicado en 1947. Así pues para la época era una cuestión demasiado novedosa, reciente y poca conocida incluso por los mismos matemáticos, por lo que Freud aun no tomaba noticia de ello. 
[2] Consideramos importante anotar que, a pesar de que comúnmente se tome al límite en el sentido separación absoluta,  en topología, el límite, cuenta con algún grado de continuidad en tanto una línea es comprendida como una secuencia de puntos, así que quedará en el plano de fondo una continuidad con lo cual se hacen posibles además torsiones y trasposiciones que en la geometría euclidiana resultan impensables. Modelos de ello son la banda de Moebius y la botella de Klein. De allí viene el popular dicho entre los matemáticos acerca de que un topólogo puede confundir fácilmente una dona con una taza, en razón de las trasformaciones por continuidad de las superficies estructurales. 

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