jueves, 26 de septiembre de 2013


Fragmento del texto: De Guerra y Muerte. Temas de Actualidad. Freud, S. (1915). En: Obras Completas, vol XIV. Amorrortu Editores. 1979. pp. 278.

“Pero podía suponerse que los grandes pueblos, como tales, habían alcanzado un entendimiento suficiente acerca  de su patrimonio común y una tolerancia tal hacia su diferencias  que “extranjero” y enemigo” ya no podrían confundirse  en un solo concepto, como aun ocurría en  la antigüedad clásica.”

Comentario:

“La cuestión de la guerra podría ser planteada desde algunas perspectivas, tal vez de talante bélico, como la muerte al servicio de la vida. Esto claro no sólo en sociedades antiguas como el Imperio Romano para citar al menos un ejemplo, en los que la conquista de otros pueblos implicaba la puesta en marcha de una lucha a muerte que se suponía servía al mantenimiento y el crecimiento del imperio. Se mataba y conquistaba en nombre de éste. Lógicamente lo que allí estaba en juego implicaba la búsqueda de la dominación y sometimiento del otro a la voluntad de aquellos que ostentaban un poder superior, y que además adoptaban y modificaban las tradiciones de los pueblos conquistados, por lo que el mestizaje cultural resultó como condición inevitable. Esos otros, extraños, extranjeros, debían ser conquistados, colonizados y debían ahora servir a una nueva representación, a saber, la del imperio que había logrado someterlos. Freud (1915) guardaba la esperanza de que esta forma de proceder en relación con lo que resultaba extraño pudiese significar otra cosa que ya no implicara la confusión entre la condición de extranjero y enemigo; esperanza derivada del proceso de “civilización” conseguido por los pueblos y particularmente ligado a la institución conocida como Estado moderno, donde los derechos fundamentales como el de la vida suponen un lugar privilegiado, tanto para el paisano como para el extranjero. No obstante esta esperanza encuentra hoy sin número de obstáculos que ponen de manifiesto un real, un imposible a pesar de la intención de mantener el lazo social orientando en función de lo pacificado. Podemos partir de algunas cuestiones iniciales que ilustren desde nuestro contexto local para situar algunos puntos al respecto que puedan mostrar algunos de esos imposibles que en nuestra consideración dan cuenta de eso que en la relación entre el sujeto y el Otro pone de manifiesto esa particularidad que atañe al ser hablante y es que el lenguaje al ser ante todo aparato del goce hace que la pulsión que mueve al sujeto sea especialmente pulsión de muerte…”

“…se ha mostrado cómo basados en principios constitucionales de los Estados, por ejemplo, que el bien común debe primar sobre el bien particular y que se debe garantizar la soberanía del Estado por encima de todo, la búsqueda de la regulación de la violencia puede en ocasiones incitar aquello que intenta erradicar. La violencia desde el punto de vista del Estado podría ser considerada altruista en la medida en que supone la protección de sus ciudadanos. No obstante, esta forma de ver la guerra de manera “altruista”, vela en buena medida lo que de ella surge como gran revelación, a saber que hay un goce particular de aquel sujeto que se inserta en ella, goce que a pesar de articularse a un discurso del colectivo (ejércitos, guerrillas, paramilitares, etc.), brindan a cada sujeto un lugar para poner en marcha un goce que se ubica en buena medida a nivel del cuerpo. Ese goce supera la satisfacción de la necesidad, va más allá de que se cuente con techo, comida y cualquier otra forma de necesidad que el “buen Estado” considere fundamental. De allí que nos haya llamado la atención la consideración de Guzmán acerca de que “Una situación de pobreza no lleva mecánicamente a los pobres a cometer actos de violencia” (p. 228). La relación pobreza/violencia introduce un equívoco en el que se excluye al ser hablante, al sujeto, privilegiando al organismo, tratándose entonces de que si un ser humano se hace violento es porque la necesidad lo ha llevado violentar a otro con el único fin de sobrevivir. Esto sería propio de los animales no humanos y particularmente de aquellos que no han sido domesticados por el hombre, pues en la vida salvaje la lucha se revela con fines de supervivencia oponiendo a predadores y presas en la necesaria exterminación del otro animal, es decir, es necesario matarlo para poder alimentarse de él y garantizar así la supervivencia. Se mata por la necesidad del organismo. Pero considerar esto como idéntico para el caso del animal hecho humano, es decir, el ser hablante que deviene sujeto en el lenguaje, sería despojarlo de la responsabilidad que tiene al ingresar en un distanciamiento significativo de la satisfacción de la necesidad para ir en la búsqueda de otra satisfacción.  La consideración de Guzmán lo lleva a una aproximación que saca la necesidad de su lugar explicativo de la violencia, y con ello toma distancia de la concepción del organismo. No obstante, la condición del sujeto, del ser hablante y el goce que lo atañe, se mantiene aun fuera de la escena. Las explicaciones sociológicas en las que se toman en cuenta las particularidades económicas, políticas, históricas y culturales entregan de manera detallada impresiones bien logradas, análisis pertinentes de los contextos en los que se manifiesta la violencia, evidencian las lógicas que propician y perpetúan la violencia en la sociedad,   tal como lo hemos mostrado en el apartado anterior de este texto y, sin embargo, el sujeto queda aun al margen, sin responsabilidad en relación con la violencia de la que es agente. Desde esa perspectiva la responsabilidad recae sobre una macroestructura y su funcionamiento social, lo que no debe ser en ninguna medida desconocido, pero a lo que el psicoanálisis, puede aportar a partir de lo descubierto por Freud. Ese descubrimiento que señala que hay una responsabilidad que implica siempre al sujeto, aunque sea desde un saber que se le escapa sobre sí, sobre sus formas de satisfacción y que como señala Freud (1919) en su texto Lo ominoso, a pesar de ser algo familiar puede resultarle totalmente ajeno y extraño al propio sujeto e incluso parecerle horroroso. Hay algo en el sujeto que lo convoca a ir más allá del placer de la satisfacción de la necesidad y que desemboca en muchos casos provocando una satisfacción que puede llegar incluso a encontrarse en el horror.”


John James Gómez G. Fragmento del Texto: El Estado, el Sujeto y la Otra Satisfacción. En: Orejuela, Salazar, Martínez, Zúñiga y Cardona. (Compiladores). (2009). El Psicoanálisis, el Amor y la Guerra. Editorial Bonaventuriana. Cali. pp. 117-118 y 123-124.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

 “Se abre paso la vida con la misma terquedad con la que una plantita minúscula es capaz de rajar el suelo de hormigón para sacar la cabeza....