martes, 10 de septiembre de 2013


Fragmento del texto: De la Incomprensión y Otros Temas. Jacques Lacan (1971). En: Hablo a las Paredes. Editorial Paidós. 2012. pp. 67.

“El campo está constituido por lo que llamé el otro día la lalengua. Considerar que este campo constituye la clave de la incompresión es precisamente lo que nos permite excluir cualquier psicología.
Los campos de los que se trata están constiuidos por lo real, tal real como el pez torpedo y el dedo del inocente que acaba de tocarlo. El matema, aunque lo abordemos por las vías de lo simbólico, no deja de ser real”.

Comentario:

Contemporáneo de Freud, Einstein fundó la teoría que él mismo llamó “de la constancia”, pero que los medios se encargaron de llamar “teoría de la relatividad”. Dos axiomas fundan su estructura: que espacio y tiempo son dos categorías que deben ser tratadas de manera conjunta, como si fuesen al mismo tiempo una y dos, en su comprensión matemática, y que nada puede ir más rápido que la velocidad de la luz. Ellas se sostienen recíprocamente, pues si nada puede ir más rápido que la velocidad de la luz es porque, en la medida en que espacio y tiempo son uno y a la vez dos, la energía usada por cualquier objeto debe distribuirse con relación inversa y recíproca en ellas, por lo tanto, entre más energía consume para moverse en el tiempo menor es la energía de la que dispondrá para moverse en el espacio y viceversa. Esto implica una imposibilidad para disponer de toda la energía en una sola de las dos categorías (espacio o tiempo) quedando siempre un resto infranqueable en su aproximación a la velocidad de la luz. La lógica de esta estructura es entonces la del encuentro también con un real. Como es bien sabido, estos hallazgos de Einstein condujeron a comprender que no se trataba de tres dimensiones sino de cuatro, de las cuales, la cuarta, espacio/tiempo, es al mismo tiempo una y dos. Con ello no tardó en llegar el descubrimiento de la mecánica cuántica por parte de Heisenberg y Plank y con ello al principio de incertidumbre, rechazado por Einstein pues, según su credo, “Dios no juega a los dados”. Es evidente que para Einsten resultaba insoportable el agujero y ser judío no lo salvó de ello.  Lo real, una vez más, sorprendió a la ciencia, con todo lo irónico que los orígenes mismos de esa palabra implican.

Real deviene por un lado de regalis (realis) que hace referencia al lado derecho del cuerpo, lugar de Jesús en la trinidad y origen mismo de la palabra rey, contenida en la base reg. Es evidente que lo que se consideraba real, debía ser siempre lo que procedía del “buen lugar”, de la buena voluntad, primero del Emperador para los antiguos romanos, luego de Dios para los Romanos/Cristianos y luego del Rey, avalado siempre por Dios, claro está. Lo real era lo que el Rey de Reyes avalaba como verdad absoluta. En tal sentido lo real está ligado a la potencia de la palabra de alguien que ha advenido al lugar de Priapos. Por otro lado, real deriva también de res (cosa), en cuyo caso, apela a la posibilidad de conocer la cosa tal cual ella es, pero, justamente, la cosa es incognoscible, está perdida y de ella no hacemos, en principio, más que una idea, o también podemos escribirlo, una i(a). Pero no olvidemos que cosa tiene también en su origen mismo a causa, la causa es res, es real. Si Descartes soñó con la res extensa como cognoscible, es seguro que no imaginaba la ironía que guarda la res misma en tanto real. Es seguro que tenemos i(a), es decir, imagen de la cosa, idea de la cosa, que hacemos por vía del lenguaje orientado por los sentidos y la fantasía (imaginarización de lo simbólico) en la relación espacio/tiempo, pero, al encontrarnos con lo real, no queda más que introducir en esa relación que es uno y dos del espacio y tiempo, al tres, siendo este tercero, la letra (S1-S2/a). Fue Lacan quien lo hizo, no sin la anticipación intuitiva de Freud. Se intenta con ello simbolizar algo de lo imaginario y lograr así escribir algo de lo real.

Tal como indicaba Lacan, e insiste Jean Michel Vappereau, el segundo autor con conocimiento directo de causa (cosa),  lo que logra el matemático a partir de la invención del análisis por Descartes y del cálculo por Barrow y Newton, es introducir “la buena letra” para tratar de escribir cada vez mejor lo que por vía de los sentidos no se llega si quiera a imaginar. Como indica Vappereau en sus seminarios, leer mejor es, al mismo tiempo, encontrar una manera de escribir mejor, es decir, de hacer entrar la buena letra.

En tal sentido podemos anticipar que el psicoanálisis y las matemáticas tienen en común el hecho de que el error tiene valor de equívoco y, por tanto, de medio de producción de saber, pues estos se reconocen como tales no propiamente por algún descubrimiento totalmente inédito, sino, por un análisis más riguroso de las mismas históricas verdades axiomáticas, en psicoanálisis llamadas fantasmas, trabajo por el cual algo de lo imaginario se simboliza y algo de lo real puede escribirse. No obstante, avisados por la triada dogma, sumisión, sacrificio, a la que hemos hecho mención anteriormente, es menester tener en cuenta que si un axioma deviene un dogma, será sin duda un imperativo superyoico que impedirá la re-elaboración, sea esto en psicoanálisis o en matemáticas. Esto vale para la teoría, la práctica y el análisis personal como también para el trabajo del matemático, ejemplo de lo cual da respuesta de fe lo enunciado por Einstein ante el encuentro con la incertidumbre como efecto no analizado de su cálculo matemático acerca del espacio/tiempo. Psicoanalista y matemático buscan una manera de escribir cada vez mejor lo real, de hacer inteligible lo imposible sobre dos realidades que, como toda realidad, no dejan de ser fantasmáticas: realidad psíquica y realidad física.

En este orden de ideas, es innegable el mérito de Freud por haber abierto la puerta a lo real que no paraba de retornar pero que era paliado imaginariamente, en su época, por vía de la moral sexual cultural propia no tanto de la época victoriana como sí de la moral romana. Loable también es el hecho de haber iniciado el trabajo de escritura de esas relaciones entre real, simbólico e imaginario, aunque fuese por la vía del mito como forma inaugural de escritura, pero, sea como fuere, logrando articular otra causalidad, la de la cosa en psicoanálisis, la del caso en psicoanálisis, que responde, como pudo demostrarlo en su “psicopatología de la vida cotidiana”, a otra de las causalidades aristotélicas, propiamente la causalidad material, siendo lo material en cuestión aquí, no la materia física que interesa a las ciencias naturales, sino, la materialidad del significante y sus efectos sobre en el lazo en un ser que habla y escribe (parlêtre). El análisis que Freud inventa, entonces, requiere también, como demostró Lacan, la articulación entre dos ramas que parecían estar cada una por su lado y articuladas por un elemento en común, siendo así: la geometría ligada al álgebra, que debemos a Descartes, y la lógica ligada al álgebra, que debemos a George Boole. Lo que se puede hacer a partir de ello es usar la geometría cualitativa, la topología, como disciplina que permite escribir algo sobre ese espacio que ya no es de tres dimensiones. Curiosamente, mientras Lacan se percató de esto hacia el final de los años 60, los físicos realizaron sus primeras aproximaciones a ello sólo hasta finales de los 70, lo que derivó para ellos en la hoy popular teoría de cuerdas o de supercuerdas.

John James Gómez G. El caso clínico en psicoanálisis: una causa perdida. Próxima publicación. 

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