miércoles, 11 de septiembre de 2013


Fragmento del texto: Del Goce. Lacan, J. (1972). En: El Seminario, libro 20, Aún. Editorial Paidós. 2004. pp. 14.

“El amor es impotente aunque sea reciproco, porque ignora que no es más que es el deseo de ser Uno. Lo cual nos conduce a la imposibilidad de saber la razón de ellos, de ellos quiénes? los sexos.”

Comentario:

“El amor es impotente”. ¿Cómo tomar este enunciado de Lacan? Primero, debemos considerar que está haciendo referencia al acto del amor y, entre otras cosas, el seminario “Aún”, es la apertura de Lacan a una propuesta de otra forma de entender el amor. Esto se debe, en principio, al hecho de que Freud descubre y describe una nueva forma de amor que llamó transferencia y que implica la posibilidad de dar otro paso distinto; implica la pregunta acerca de cómo ello estaría vinculado, por ejemplo, con la dialéctica del amo y el esclavo. Pero aquí, la critica que Lacan está haciendo es a algunos modos de amor en particular, a saber, el amor cortés y el amor romántico. Cuando dice que el amor es impotente, se refiere entonces a este tipo de amor. Es impotente, dice Lacan, porque intenta velar que entre un hombre y una mujer no hay complementariedad, y también que, a diferencia de lo que piensan algunas tendencias epistemológicas, entre el sujeto y el objeto no hay complementariedad. En otras palabras, que el amor intenta velar que los ideales no se realizan, que los ideales son juntamente eso, ideales; pero también que el deseo, en tanto es agujero, si bien siempre tiende a su realización, es siempre irrealizado.

De hecho, Freud había señalado que una de las grandes fuentes de sufrimiento para el neurótico era la fuerza que tenían los ideales y por eso, luego de 1923, brinda un lugar preponderante al Superyó como heredero del Complejo de Edipo, señalando que, en su severidad, podía llegar a ser tan cruel como solo el Ello podía serlo. Es necesario comprender que si bien vale suponer que el Superyó habla de los ideales de la cultura, no hay que creer demasiado rápido que los ideales de la cultura sean buenos para el sujeto. Por eso el ideal de bienestar, de que todas las personas (conjunto universo) deben, como imperativo, estar bien, puede ser muy riesgoso pues apunta al silenciamiento de lo que, por estructura, no anda. No hay que hacer oídos sordos de los dichos populares, recordemos que el inconsciente está estructurado común (homofonía de “como un”) lenguaje, es decir, estructurado en el lenguaje común. “De buenas intenciones está empedrado el camino al infierno”, dicen los que ya no son ciegos ante la trampa de la caridad. Cuando se hacen las cosas con buenas intenciones, se quiere buscar el bien del otro, pero eso no significa que uno tenga claro qué es el bueno para el otro, se trata, más bien, de pedir al otro que se adecue a los ideales de otro que se supone a sí mismo un saber, de lo que sería un buen modo de vivir, pero sin considerar lo singular que hay en él. Esta es una de las razones por las que el trabajo clínico requiere de una ética que no es la de la moral, pues implica reconocer, por principio, que no sabe qué es  lo bueno para el otro. Si se parte de la creencia de saber qué es bueno para el otro, ya no hay más clínica, se habrá entrado en el camino de la evangelización o de cualquier orientación ligada a pensar de que “yo si sé algo”, y, con ello, se ha devenido fatuo e, incluso, cretino. El psicoanálisis parte de otro lugar, es justamente  de que no se sabe qué es bueno para el sujeto, eso lo tendrá que decir uno por uno al develar sus modos de gozar y su posición en relación con el deseo, para, a partir de allí, elegir cómo leer y escribir mejor, cómo hacer entrar la buena letra que venga a permitirle formular de cierto modo nuevo su lógica subjetiva, su topología.

Así pues, esa impotencia del amor, dice Lacan, tiene que ver con que se trata del deseo de ser Uno. Y el amor, en tanto deseo de ser uno, busca velar que no hay complementariedad entre los sexos, que no hay “relación sexual”. Velo irónico que implica, necesariamente, el reencuentro de la falta en el Otro.

John James Gómez G.



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