Fragmento del texto: La Equivocación del Sujeto Supuesto Saber. Lacan, J. (1967). En: Otros escritos. Editorial Paidós. 2012. pp. 353.
“Ninguna pretensión de conocimiento sería apropiada aquí, ya que ni siquiera sabemos si el inconsciente tiene un ser propio, y por no poder decir “es eso” se lo llamó con el nombre de “eso” (Es en alemán, o sea: eso, en el sentido en que se dice: “eso arde” o “eso desvaría”). De hecho, el inconsciente “no es eso”, o bien “es eso, pero de poca monta. Nunca de película”.”
Comentario:
“Ello”, (equivalente de “Eso”) como se tradujo al español la expresión “Es”, con la que Freud denomina en su segunda tópica al inconsciente en su sentido no-todo reprimido, estructural, es una expresión que sorprende por su condición de incertidumbre. Nominar al inconsciente con la expresión “Eso” (Ello), con la que se enuncia aquello de lo que no se sabe muy bien “qué es”, da cuenta de lo que, en torno a una idea de ser, resulta problemático. Eso, “it” del inglés, nomina lo que escapa a la ilusión de certidumbre, de seguridad de ser, sueño de insaculación por el que se podría contar, uno a uno, a los seres como completos en sí mismo, como conscientes de sí, incluso como sapientes.
Si Freud toma interés en el olvido, el lapsus, el chiste, el sueño y todas esas otras formaciones que denominó inconscientes es porque en ellas algo de la falta del ser se manifiesta como agujero de sentido, pero no por ello carente de razón. Formaciones del inconsciente que son al mismo tiempo banales y excepcionales, pues aparecen como “sin querer queriendo” y, si se dejan pasar, parecen olvidarse como una huella que se borra al mismo tiempo que se inscribe. Si en cambio se las toma como algo que no es mera casualidad sino que responde a la determinación de una estructura de lenguaje, se abre la puerta a un saber del que quien pifió en su decir, con su “ser” consciente, no se imaginaba portador. Ningún conocimiento, consejo o ejemplo, sirve cuando de Eso se trata, pues lo que está en juego es un saber que no puede ser trasmitido sino construido en el trabajo de analizante.
Eso (Ello) habla. Y lo hace de tal manera que resulta un tropiezo ineludible, infranqueable para el yo, no importa cuánto trate de dominarse a sí mismo para callar lo que desde ese lugar arde por ser dicho. Eso no para de insistir por hacerse saber y el yo padece, sobretodo, por censurar lo que desde allí proviene intentando o bien reprimir, o bien desconocer, lo que ese saber no sabido, hace irrumpir acentuando la herida narcisista del yo, tan vívida y tan sufrida, por el hecho mismo de intentar ocultarla a como dé lugar.
Decir que el inconsciente habla, es asumir que hay algo que está escrito en nuestro cuerpo como habitantes de una cultura que, a su vez, nos habita, y de lo cual no tenemos ni tendremos jamás, completo dominio. Sin embargo, el hecho de que no sea posible tener total dominio, no es lo mismo que negar su insistencia, pues, reconocer tal saber aunque no se le pueda dominar completamente, permite servirse de él de tal manera que redunde en un saber hacer con Eso. Si en cambio, se niega o se desconoce su insistencia, entonces, Eso hablará de una forma tal que sólo podrá ser padecido por el yo como un destino siniestro del que nada sabe y por el cual se considera, entonces, mero objeto del goce del Otro, víctima ingenua, bella alma, bella indiferencia…
John James Gómez G.
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