viernes, 6 de septiembre de 2013


Fragmento del texto: Nuevas Conferencias de Introducción al Psicoanálisis. Freud, S. (1933). Obras Completas. Amorrortu Editores, vol. XXII. Buenos Aires, 1979. pp. 145.

“Les dije que el psicoanálisis se inició como una terapia, pero no quise recomendarlo al interés de ustedes en calidad de tal, sino por su contenido de verdad, por las informaciones que nos brinda sobre lo que toca más de cerca al hombre: su propio ser; también, por los nexos que descubre entre los más diferentes quehaceres humanos. Como terapia es una entre muchas, sin duda primus inter pares.”

Comentario:

El trabajo freudiano apuntó a encontrar una manera de escribir aquello que se encontraba imaginarizado en la moral sexual cultural, es decir, en la moral romana con ínfulas eugenésicas. Los impases, al no contar con los medios precisos para tal fin, le llevaron a la necesidad de tomar el mito como medio de lectura y de escritura, siendo el mito de Edipo el que le permitió dar una estructura consecuente acerca de aquello sobre lo que intentaba dar cuenta. No obstante el mito, en la medida en que se expresa por medio de la novelización que se sigue en los acontecimientos y en los personajes, no deja de lado su vertiente fuertemente imaginaria, leit motiv hasta hoy de frecuentes caricaturizaciones de la obra freudina. Por otra parte, la referencia a la biología y con ella, al pene como equivalente al falo, no dejaba de acentuar también lo imaginario. Freud entonces luchaba por encontrar cada vez una manera más precisa de escribir simbolizando lo imaginario y, en ese esfuerzo, le resultó inevitable encontrarse en su camino clínico y teórico con lo real, aquello que él mismo encontraba en un resto, algo que siempre resiste a ser simbolizado o, usando una expresión de Lacan, algo que no cesa de no escribirse. Esto fue algo que preocupó profundamente a Freud.

Así, mientras la ciencia positiva buscaba el fascinus (phallos en griego) a toda costa para velar el agujero y evitar el encuentro con la incertidumbre, Freud se lanzaba hacia lo imposible de escribir y en ese camino se encontró con una razón ajena a la conciencia pero que no por ello es irracional. Una razón más cercana a la razón matemática en cuanto es lo que se desplaza por una cadena aunque no sea evidente explícitamente. Un ejemplo simple de ello podemos tenerlo si tomamos la sucesión 2,4,6,8; cuya razón es 2, el número que se desplaza de un lugar a otro, el sujeto que sólo aparece de manera evanescente entre lo que representa un significante (2) para otro significante (4) y así, sucesivamente, constituyendo una cadena. Ese sujeto razona aunque no se piense a sí mismo. Y es importante aquí no confundir la noción de “razón” con la de “justificación”, algo que ocurre regularmente en el llamado sentido común.  La primera, en su sentido aritmético y geométrico, indica la relación entre dos términos de una sucesión, tal como lo hemos expresado en el ejemplo. La segunda, justificar, iustificare,  que de acuerdo con la acepción moral indica: “probar la inocencia de alguien” o en su acepción judicial indica probar algo con razones convincentes, testigos o documentos. La razón matemática requiere de la demostración, mientras la justificación (iustificare), como Jesús ante Tomás el apóstol, reclama la prueba. La búsqueda desesperada de evidencia que lleva a la invidencia. De esta última es hija el positivismo como primer paradigma de la ciencia que buscaba el garante de la verdad en la certeza de un origen sin falta fundado en la fe. En esa vertiente, y tal como se heredase de la moral romana, las condiciones de la verdad apuntan a la triada: dogma, sumisión, sacrificio. Tres condiciones que se requieren la una a la otra pues la puesta en duda de una de ellas lleva a la caída inevitable de las otras. Están atadas a la manera de un nudo Borromeo.

Freud, en su descubrimiento, se ve conminado a corregir poco a poco su manera de escribir eso que se velaba con dicha triada dogmática, que se mueve entre lo imaginarizado en la moral sexual y la falta propia del origen que da cuenta de que la causa final, en su versión romana/cristiana, vela en su fascinación (fascinus) por la potencia el hecho de que algo siempre escapa a lo imaginario y a la simbolización.


John James Gómez G. Fragmento del texto "El caso clínico en psicoanálisis: una causa perdida." Próxima publicación. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

 “Se abre paso la vida con la misma terquedad con la que una plantita minúscula es capaz de rajar el suelo de hormigón para sacar la cabeza....