Fragmento del texto: Psicología de las Masas y Análisis del Yo. Freud, S. (1921). En Obras Completas, vol. XVIII. Amorrortu Editores. 1979. pp. 121.
"El carácter ominoso y compulsivo de la formación de masa, que sale a la luz en sus fenómenos sugestivos, puede reconducirse entonces con todo derecho hasta la horda primordial. El conductor de la mas, sigue siendo el temido padre primordial; la masa quiere siempre ser gobernada por un poder irrestricto, tiene un ansía extrema de autoridad: según la expresión de Le Bon, sed de sometimiento. El padre primordial es el ideal de la masa, que gobierna al yo en remplazo del ideal del yo."
Comentario:
La masa llama al padre. Es la fórmula a la que puede reducirse la hipótesis freudiana. Sin embargo, es necesario tratar de esclarecer la lógica de dicho llamado por el modo mismo de sus efectos. ¿De qué modalidad de padre se trata? Pues bien, según indica Freud, se trata de un padre que ostente una autoridad ejercida como castigo. El empuje de lo que Freud denominó “sentimiento inconsciente de culpabilidad”, lleva al sujeto a una “necesidad de castigo” que busca quien encarne su puesta en acto. Incluso, y sobretodo, que la encarne con tiranía. Se encuentra en la tiranía del padre un goce erótico, cuestión que Freud describió como una ligadura entre erotismo y culpabilidad propia de la fantasía, estructural en las neurosis. Los ejemplos en la cultura de tal búsqueda abundan: “la iglesia y el ejército” (dice Freud) y agreguemos: la barras bravas, los grupos fanáticos, el nacismo, el fascismo, el comunismo y claro, sobretodo en nuestra cultura accidentalizada (y occidentalizada), el capitalismo. Al parecer, cualquier modo social por bueno que parezca, en tanto producido desde esta condición, encuentra el mismo destino independientemente de las vertientes o los caminos por los que se haga el recorrido. Se busca un padre que dé imperativos categóricos. Un padre que diga “tu debes pagar en tu culpabilidad y buscar la expiación entregándote a la servidumbre, haciendo sin pensar, respondiendo sin interrogar lo que de ti se pone en juego en tanto sujeto cada vez que sirves a tu señor, a tu amo.”
El yo prefiere ponerse de rodillas ante el ideal antes que hacerse responsable de su “falta” y es ello, precisamente, lo que se manifiesta como culpabilidad. Si por el contrario, el yo se pone a la tarea de leer y escribir a partir del agujero, de su falta, hace entrar en juego la probabilidad de devenir responsable y, en ese momento, no sin dificultad, al hacerse cargo del deseo y de sus modos de gozar, puede prescindir del modo tiránico del padre y de su propia necesidad de castigo. Es en ese instante cuando se pone en juego la “subversión del sujeto”, que no hay que confundir con el uso que se hace comúnmente de la palabra subversión, pues tal como ella se manifiesta cuando es cuestión de masa y no de sujeto, es nuevamente como necesidad de castigo. Grupos que corren tras aquel que promete que el ideal está en algún lugar pero que fracasa pues, de llegar al punto de destino, lo que se revela como ideal es la tiranía misma. En dicho caso no se trata de la subversión del sujeto, sino de la masa que busca al padre tirano en el obnubilado padecimiento de su sentimiento inconsciente de culpabilidad. En la subversión del sujeto, en cambio, se pone en juego la responsabilidad de aquel que está dispuesto a hacerse cargo de lo imposible, del hecho de que el ideal puesto en el lugar de un Otro completo que sabría cuál es el buen modo de vivir, no lleva más que a la culpabilidad y con ello a un encuentro con lo siniestro, un incremento de la violencia, de la rivalidad especular; caldo de cultivo para la potencia más destructiva de la pulsión de muerte pues, se trata de matar o hacerse matar para mostrar que se ha alcanzado el ideal desde el cual el padre tirano llama. Y cómo bien señaló Freud: “…ni aun la autodestrucción de la persona puede producirse sin satisfacción libidinosa.” (1924, pp. 176). Así, al pagar el precio de hacerse responsable, la fuerza de la destrucción puede, tal vez, cambiar su meta hacia una satisfacción menos mortífera para todos. En tal sentido, el menosprecio del trabajo subjetivo por el afán de intervenir sobre la masa parece, en muchos de los casos, desconocer que en tal tarea se puede aun acentuar más la culpabilidad y con ello la violencia y la tiranía (que puede estar ejercida incluso por aquel que llega como interventor, como "salvador") si no se reconoce qué lógica la constituye.
John James Gómez G.
John James Gómez G.