Fragmento del Texto: Discurso en la Escuela Freudiana de París. Lacan, J. (1967). En: Otros escritos. Editorial Paidós, Buenos Aires. 2012. pp. 286-287
"Mi discurso, por haber retenido a sujetos a los que no prepara la experiencia en la que él se autoriza, prueba que soporta inducir a estos sujetos a constituirse a partir de sus exigencias lógicas. Lo que sugiere que aquellos que tienen dicha experiencia no perderían nada formándose en esas exigencias que surgen de ella, para restituírselas en su "escucha", en su mirada clínica, y por qué no en sus controles. Donde no las vuelve más indignas de ser escuchadas el que puedan servir en otros campos."
"Mi discurso, por haber retenido a sujetos a los que no prepara la experiencia en la que él se autoriza, prueba que soporta inducir a estos sujetos a constituirse a partir de sus exigencias lógicas. Lo que sugiere que aquellos que tienen dicha experiencia no perderían nada formándose en esas exigencias que surgen de ella, para restituírselas en su "escucha", en su mirada clínica, y por qué no en sus controles. Donde no las vuelve más indignas de ser escuchadas el que puedan servir en otros campos."
Con Lacan, la experiencia analítica, inventada por
Freud, no se trata de meras intuiciones que responden sobre todo a lo
imaginario, sino, particularmente, de cómo a pesar de lo que se avizora como
imposible, lo real, y de lo ilusorio de la imagen, se puede, a través de la
lógica, apostar no sin límites, a un tratamiento simbólico de lo inconsciente.
El límite en cuestión es, pues, la Droite Infinie (Recta Infinita o D.I.), que
se presentó ante los ojos de Freud con el rasgo del "trauma". Es así que,
si bien no se trata de que el analizante devenga matemático o lógico, sí pueda
encontrar en tal experiencia la topología de su espacio-tiempo subjetivo. Y si,
además, autorizado en ello, ha de escuchar a otros en análisis, deberá
reconocer que su lugar no es el de delinear la ruta sino el de permitir al
analizante, que es quien analiza, a reconocer en la paradoja de su estructura
la posibilidad de constituirse a partir de dichas exigencias lógicas. No hay
más ser del analista que el de ser dicho en el discurso de aquel que lo inventa
como analizante. Así, confundir el semblante de la función analítica a la que
se presta el cuerpo, con algún tipo de ser, como el predicado en la
identificación "soy analista", no es más que el engaño imaginario de
la fatua vanidad narcisista.
Por
otra parte, los efectos derivados de tal experiencia lógica pueden ser llevados
más allá de la experiencia del psicoanálisis uno por uno, pues con ello el
sujeto podrá leer y escribir mejor a partir de la continuidad Sujeto/Cultura y
de sus imposibilidades o, dicho de otra manera, de lo inconsciente, para hacer
entrar así una nueva letra (como diría Jean Michel Vappereau) que permita
introducir una nueva manera de leer, de plantear el problema, de tal forma que
se aproxime más, aunque siempre asintóticamente, a una manera de escribir una
solución menos padeciente.
John James Gómez G.
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