Fragmento del texto: Función y Campo de la Palabra y
del Lenguaje en Psicoanálisis. Lacan, J. (1953). En: Escritos I. Siglo XXI
Editores. 2ª edición argentina. 2008. pp.
274.
“El psicoanálisis ha desempeñado un papel en la
dirección de la subjetividad moderna y no podría sostenerlo sin ordenarlo bajo
el movimiento que en la ciencia lo elucida.
Éste es el problema de los fundamentos que deben
asegurar a nuestra disciplina su lugar en las ciencias: problema de
formalización, en verdad muy mal elaborado.
Pues parecería que, dejándonos ganar de nuevo por un
defecto del espíritu médico contra el cual justamente tuvo que constituirse el
psicoanálisis, fuese a ejemplo suyo con un retraso de medio siglo sobre el
movimiento de las ciencias como intentamos unirnos a él.
Objetivación abstracta de nuestra experiencia sobre
principios ficticios, incluso simulados, del método experimental: encontramos
en esto el efecto de los prejuicios de los que habría que limpiar ante todo
nuestro campo si queremos cultivarlo según su estructura auténtica.”
Comentario:
El título del texto, elegido para el comentario de
hoy, como su contenido, se encuentra pletórico de referencias a nociones de las
matemáticas en particular y de las ciencias en general. La escogencia de las
palabras incluidas en el título, por parte de Lacan, es ya un anuncio de ello.
Función, como indicación de las funciones en matemáticas, caracterizadas por el rasgo de que siempre en ellas el dos, funda al uno, es decir, que el valor de la primera depende del valor de la segunda, siendo así el mínimo par necesario (S1-S2 lacaniano, o el "nachträglich" freudiano en los dos tiempos del trauma). Campo, como referencia a
la física, en la que dicha noción da cuenta de la distribución espacial a
partir de las magnitudes de energía que muestra, a su vez, ciertas variaciones
en regiones particulares del espacio (a partir de las teorías de Einstein sería
“espacio-tiempo). Ahora bien, Lacan aplica estas nociones a la palabra y al
lenguaje en el psicoanálisis. Al leer el texto, en su conjunto, tal vez podría uno
retitularlo: función de la palabra y campo del lenguaje en el espacio-tiempo del
psicoanálisis.
Lacan se esfuerza por restituir al psicoanálisis el estatuto que, según su criterio, había perdido en manos de los llamados “pos freudianos”, quienes en su afán por aferrarse a las soñadas tierras firmes de las ciencias del siglo XIX, se conminaron a una práctica y a una teorización amañada, soportada en intentos experimentales harto fallidos. Si algo resulta sorprendente para Lacan es que, en dicho afán, se hubiese perdido de vista lo que aconteció con las ciencias a partir de 1900 y con lo cual las certidumbres y los sueños positivistas se vinieron abajo. Freud mismo, siendo un hijo del positivismo, se vio en apuros para ser capaz de romper con su propio sueño positivista, pero gracias a su honestidad intelectual, no tuvo temor de pensar en contra de sí mismo, yendo así más allá de los límites que su formación como médico le imponía.
Lacan se esfuerza por restituir al psicoanálisis el estatuto que, según su criterio, había perdido en manos de los llamados “pos freudianos”, quienes en su afán por aferrarse a las soñadas tierras firmes de las ciencias del siglo XIX, se conminaron a una práctica y a una teorización amañada, soportada en intentos experimentales harto fallidos. Si algo resulta sorprendente para Lacan es que, en dicho afán, se hubiese perdido de vista lo que aconteció con las ciencias a partir de 1900 y con lo cual las certidumbres y los sueños positivistas se vinieron abajo. Freud mismo, siendo un hijo del positivismo, se vio en apuros para ser capaz de romper con su propio sueño positivista, pero gracias a su honestidad intelectual, no tuvo temor de pensar en contra de sí mismo, yendo así más allá de los límites que su formación como médico le imponía.
Lo que Freud descubrió es una estructura equivalente
a la que, también a principios de 1900, descubriese el eminente matemático
Bertrand Russell, tirando con ella abajo los sueños de objetividad, saberes
absolutos e incluso los cimientos de la teoría clásica de conjuntos, de la
lógica clásica y de buena parte de la lógica moderna; algo padecido, no sin
tristeza y desilusión, por Friedrich Frege, quien vio declinada buena parte de su formulación
de la lógica a la luz del, en apariencia elemental, descubrimiento de Russell luego
de que éste último se lo hiciera conocer en 1902 en una carta que envió a Frege
a manera de consulta. ¿Y cuál fue tal hallazgo? El de una estructura que obliga
a reconocer, tal como se vio obligado Freud y también Lacan, que era necesaria una
lógica mucho más compleja y precisa que la lógica clásica; dicha estructura es
la de la paradoja (Sugiero revisar la paradoja de Russell).
Cuando se habla de la estructura en psicoanálisis,
no se habla de otra cosa que la de la paradoja. Aquella con que Bertrand
Russell hacía caer el sueño de un conjunto universo, conjunto de todos los
conjuntos, o, en otras palabras, hacía caer el sueño de cualquier completitud. La
paradoja implica que, para que haya estructura, ésta sea a condición de ser no
toda. El sujeto ex –siste en la estructura. Es a la vez interior y exterior
pues, al igual que en la conclusión de la paradoja de Russell: X pertenece a X
sí y sólo sí X no pertenece a X. Es por ello que el sujeto, que queda excluido
de la ciencia, sujeto del psicoanálisis, es un sujeto que ex –siste, como la X
en la paradoja de Russell. Así, la banda de Moebuis, resulta el mejor modelo de
escritura para Lacan de lo que, de acuerdo con las deducciones de su lectura de
Freud, llamó sujeto del inconsciente. Si
el año 1953, año del texto en que fue presentado “Función y Campo…”, coincide
con los comienzos de lo que Lacan denominó su “retorno a Freud”, es, en parte,
porque desde dicho comienzo Lacan había comprendido que el espacio-tiempo
descubierto por el padre del psicoanálisis, obedecía a esa estructura
problemáticamente paradójica e imposible de escribir en su totalidad, simbolizable
en parte y fantaseable en exceso.
Así pues, el psicoanálisis, al igual que cualquiera
otra disciplina, no puede ser más que ciencia conjetural. No hay ciencia de la
totalidad del conocimiento, de las explicación por vía de la causalidad final
(la teleología) en su sentido lineal, salvo en la falacia positivista del Siglo
XIX, abandonada desde principios del Siglo XX por la mayoría de las ciencias (“paradójicamente”
la psicología es una de las que resiste con mayor fuerza, todavía hoy, a salir
de tal falacia).
John James Gómez G.
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