lunes, 12 de agosto de 2013


Fragmento del texto:  Conferencia en el Museo de la Ciencia y la Técnica de Milán. Lacan, J. 1973. Inédito.

"A pesar de todo, el espacio-tiempo... en fin, lo que propone el señor Einstein... no es algo evidente para los sentidos... quiero decir que todos, ustedes y yo obviamente, en tanto estamos no podemos escapar a esa representación del espacio que, más allá de lo que Einstein dice y propone como probado y verdadero, evidentemente no es sino un abordaje del espacio totalmente imaginario...
Bueno, ahí está un término, que adelanto, el término “imaginario”. Es una palabra clave para mi discurso." 

Comentario:

¿Qué diferencia implica una lectura y escritura del espacio en relación con la representación por imágenes? Pues bien, se trata de un esfuerzo por simbolizar lo imaginario, es decir, por leer y escribir eso que, en principio, es representado a través de los sentidos pero que, como sabemos, engaña. El análisis, al permitir recortar el texto, como diría Jean Michel Vappereau, abrió la posibilidad de corregir la experiencia sensible que, usualmente, tiende a la imaginarización de lo simbólico. Si imaginarizar lo simbólico es, por ejemplo, ubicar en el origen a un ente divino, simbolizar lo imaginario, en cambio, se trata de leer y escribir más allá de lo que los sentidos pueden registrar para reconocer los axiomas que fundan el matema. Ese fue, sin duda, el logro de Newton quien sin dejar de reconocer la invención cartesiana se encargó de aplicar, de manera específica, el análisis al cálculo de las relaciones entre los cuerpos en el espacio en un intento por escribir los axiomas fundamentales que demostraran tales relaciones. Esto le permitió demostrar lo que Arquímedes, Aristarco de Samos, Copérnico, Galileo e incluso el propio Descartes, no habían más que calculado sin llegar comprender. Se trata pues de demostrar a través del análisis y de la lógica, no de probar, en el sentido positivo de lo sensible que, desde muy temprano, resultó en un fracaso rotundo pues la prueba nada demuestra en tanto ver no es comprender. Lamentablemente, algunas disciplinas, entre las cuales la psicología hace semblante de ser abanderada, resultan aún lejanas de un descubrimiento realizado hace más de tres siglos, lo cual parece conminarla a una búsqueda de pruebas, a la manera judicial, que lleva a la moralización basada en la creencia de que puede saber cuál es la mejor manera de vivir para alguien, aunque, del sujeto, nada se comprenda. Supeditar la construcción de saber a la búsqueda de alguna prueba, a pesar que ésta sea calculada estadísticamente, antes que al análisis, es lo mismo que ver sin comprender y, por tanto, es distanciarse de cualquier posibilidad de demostración. Esta cuestión fue señalada de manera simple pero en extremo indicativa por Edgar Allan Poe cuando manifestaba que todo aquel que era capaz de analizar podía sin duda calcular, pero no todo aquel que calculaba lograba alcanzar el análisis. En todo caso, para avanzar en el tratamiento simbólico del espacio, fue necesario el trabajo de Einstein para que pudiese articularse, de manera más precisa, la relación entre los cuerpos a partir del enlace matemático entre espacio y tiempo, categorías Kantianas que han regido la comprensión de lo que, en las ciencias de la naturaleza, se ha denominado realidad.

En este orden de ideas, la simbolización de lo imaginario propende, como hemos mencionado, por la corrección matemática de la experiencia sensible, siendo esta la diferencia con el fantaseo como acto que hace pantalla a la articulación del saber, dificultándolo y, en ocasiones, inhibiéndolo. Sin embargo, lo que resulta reiterativo a pesar de los gigantescos logros de Descartes, Newton y también de Einstein es que, cuando se trata de explicar lo que ya ha sido demostrado a través del matema, la respuesta común deriva en un retorno a la imaginarización de lo simbólico. La causalidad final, una de las cuatro causalidades indicadas por Aristóteles, al ser interpretada por la moral romana, agenciada a través del cristianismo, supuso en el origen el requerimiento de un ser creador. Así, el mito de creación, forma inicial de intentar leer y escribir allí donde no había aún propiamente escritura, se convirtió en el centro de la búsqueda a la que ninguna demostración lleva pero que, aún así, queda como recurso para hacer soportable para muchos, de Descartes hasta Einstein, que en el origen no hay más que agujero, cuestión que no deja de entrar en el lugar de lo traumático, del “trouma”, palabra con la que Lacan escribía al trauma jugando con la homofonía entre trau y “trou” (en francés, “agujero”). No sabemos nada sobre el origen, sobre la génesis, pues incluso el big bang es hoy un mito ya venido a pique con las teorías acerca de las branas y los multiversos para los que, una vez más, no se encuentra causa final pues ella siempre se desplaza en el tiempo y el espacio, retroactivamente, hacia la pregunta ¿Qué había antes de…y dónde estaba eso…?

Si al psicoanálisis freudiano a la luz de la lectura de Lacan interesa tanto las matemáticas es por la función que estas cumplen en relación con lo imaginario y lo real en tanto modo de escritura, por un lado para corregir la experiencia sensible propia de lo imaginario y, por otro, intentar escribir algo de eso que siempre escapa, eso imposible, lo real. 

John James Gómez G.

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