martes, 13 de agosto de 2013

Fragmento del texto: El yo y el Ello. Freud, S. (1923). En Obras Completas, vol. XIX. Amorrortu Editores. 1979. pp. 50. 

“Y este obstáculo para el restablecimiento demuestra ser el más poderoso; más que los otros con que ya estamos familiarizados: la inaccesibilidad narcisista, la actitud negativa frente al médico y el aferramiento a la ganancia de la enfermedad.” 

 “Quizá también dependa de que la persona del analista se preste a que el enfermo la ponga en el lugar de su ideal del yo, lo que trae consigo la tentación de desempeñar frente al enfermo el papel de profeta, salvador de almas, redentor. Puesto que las reglas del análisis desechan de manera terminante semejante uso de la personalidad médica, es honesto admitir que aquí tropezamos con una nueva barrera para el efecto del análisis, que no está destinado a imposibilitar las reacciones patológicas, sino a procurar al yo del enfermo la libertad de decidir en un sentido o en otro.” 

Comentario:

Al parecer, la primera vez en que la expresión de reacción terapéutica negativa es usada por Freud, con todas sus letras, es en su texto de 1923: El Yo y el Ello. Su atención a tal cuestión surge a propósito de aquellos sujetos que, ante un buen pronóstico en el tratamiento, “parecen insatisfechos y su estado empeora.”. 

Se trata de un obstáculo insistente pero que, en relación a otros, guarda un aspecto enigmático que lo hace resaltar en tanto dificultad ya que surge como colocando en cuestión la conclusión de los análisis. Un hallazgo que, según Freud, se manifiesta como efecto derivado de lo que, en principio, llamó sentimiento inconsciente de culpa; algo que, dicho sea de paso, implicaba la articulación entre erotismo y culpabilidad, cuestión que aparece desarrollada de manera importante en su texto de 1919: “Pegan a un Niño” en el cual elabora la construcción de la fantasía originaria de la cual se desprendería una suerte de masoquismo primario.[1] Indica Freud, sin embargo, que la denominación sentimiento inconsciente de culpa resulta inapropiada “porque no corresponde llamar inconscientes a los sentimientos” [2] y señala que “necesidad de castigo”, sería una forma más acorde. Así, en lo que a la clínica concierne, la reacción terapéutica negativa sería la manera en que se “delatan”, en el tratamiento analítico, aquellas personas en las que esa necesidad de castigo es híper-potente.

El surgimiento de un camino para la incursión en una comprensión posible sobre tales fenómenos, sólo apareció, a nuestro juicio, a partir del desarrollo de la noción de pulsión de muerte, con la que se hizo necesaria para Freud la elaboración de una segunda tópica, en la que la necesidad de castigo aparece ligada tanto al masoquismo del Yo como al sadismo del Superyó. Es precisamente, en el V apartado de “El yo y el ello”, intitulado: “Los vasallajes del yo”, el lugar en el que comienza a esbozar esa relación entre la función del superyó, la necesidad de castigo y la reacción terapéutica negativa. Diferencia esa necesidad de castigo, del sentimiento consciente de culpa señalando que, en el primer caso, “ese sentimiento de culpa es mudo para el enfermo, no le dice que es culpable; él no se siente culpable, sino enfermo.”[3] Lo relevante allí aparece en tanto diferenciación entre el sentimiento de culpa normal, aquel del que el sujeto se encuentra anoticiado, del que experimenta su ferocidad en la conciencia, y aquella necesidad de castigo que deviene bajo la forma de la enfermedad haciéndose totalmente extraña para el sujeto, es decir, amparada en la función de desconocimiento del Yo. Pues bien, ante tal necesidad de castigo y su efecto posible de oposición a la curación, Freud no se exculpa de alertar en lo que concierne a la posición del analista.

Ahora bien, ¿Cuál sería para Freud el origen de esa necesidad de castigo que puede llegar a manifestarse bajo la forma de la reacción terapéutica negativa? Freud se sirve de la función del superyó para avanzar en sus desarrollos, lo que implicó diferenciar dicha función en la particularidad propia de la culpabilidad en la neurosis y en la melancolía. En la primera la culpabilidad se manifiesta “híper-expresa”, pero sin justificación ante el yo, por lo que éste se “revuelve contra la imputación de la culpabilidad” (1923: 52). En la segunda, en cambio, “el yo no interpone ningún veto, se confiesa culpable y se somete al castigo” (1923: 52). Freud avanza un poco más e indica que el superyó puede convertirse en un cultivo puro para las pulsiones de muerte y llegar a ser “híper-moral y, entonces, volverse tan cruel como únicamente puede serlo el ello.” (1923: 54-55). Con ello queda expuesto también el hecho, sorpresivo a los ojos de Freud, de que entre más se abstenga el sujeto de la agresión hacia afuera, más severo y agresivo se manifiesta su ideal del yo, es decir, más expuesto estará el yo a las feroces envestidas de los reclamos y los imperativos devenidos desde el superyó acerca de la falta de coincidencia entre el yo y los ideales. La hipótesis de Freud, acerca de esta función del superyó, supone que éste se constituye por identificación con el arquetipo paterno. “Cualquier identificación de esta índole tiene el carácter de una desexualización o, aún, una sublimación.”… “…parece que a raíz de una tal trasposición se produce también una desmezcla de pulsiones.” … “Sería de esta desmezcla, justamente, de donde el ideal extrae todo el sesgo duro y cruel del imperioso deber ser.” (Freud; 1923: 55). 

(Fragmento del artículo: Síntoma y Reacción Terapéutica Negativa: Algunas notas acerca del resto freudiano y su perspectiva lacaniana. Próxima aparición en la Revista Borromeo, Universidad Argentina John F. Kennedy. John James Gómez G.). 


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[1] Esta fantasía sólo aparecía bajo el vestigio de un obscuro enunciado: “pegan a un niño” sobre el cual el paciente no podía realizar asociaciones, siendo esta fundamentalmente inconsciente. Freud, para lograr algún esclarecimiento, se sirve entonces no de la rememoración o de la interpretación, sino de la construcción como medio, llegando a esbozar una estructura de tres fases entre las cuales, la segunda de ella, revelaba la condición de un masoquismo primordial en los sujetos en quienes dicha fantasía aparecía.
[2] Freud, Sigmund. “El problema económico del masoquismo”, en Obras Completas, Vol. XIX. (Amorrortu Editores, Buenos Aires. 2006), 172.
[3] Freud, Sigmund. “El yo y el ello”, en Obras Completas, Vol. XIX. (Amorrortu Editores, Buenos Aires. 2006), 50.


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¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

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