viernes, 16 de agosto de 2013


Fragmento del texto: Tótem y Tabú. Algunas concordancias en la vida anímica de los salvajes y de los neuróticos. Freud, S. (1913).  En: Obras completas, vol. XIII.  Amorrortu Editores. 1979. pp. 134.

"Pero notemos que no hemos dado un paso nuevo ni particularmente osado. Los propios primitivos lo dicen y, en la medida en que el sistema totemista sigue con vigor todavía hoy, designan al tótem como su antepasado y padre primordial. No hacemos más que tomar en sentido literal un enunciado de estos pueblos, un enunciado con el cual los etnólogos no han sabido bien qué hacer y luego le han restado importancia. El psicoanálisis nos advierte que, al contrario, debemos escoger precisamente ese punto y anudar a él todo intento de explicar el totemismo."

Comentario:

En Tótem y Tabú (1913),  Freud presenta lo que denominó como: “Algunas concordancias en la vida anímica de los salvajes y de los neuróticos”. Este enunciado, subtítulo que Freud brinda a su escrito, da cuenta del ejercicio analítico a través del cual se pone de manifiesto la observancia de una condición estructural propia de la cultura humana. El padre, constituye, según Freud, el punto sobre el cual pueden explicarse algunas cuestiones fundamentales para toda cultura: la ley, la religión, la fiesta, el sacrificio y la conciencia de culpa, así como aquello en lo que éstos enmarcan su lógica operatoria, a saber, el ritual. De igual manera, en las neurosis, Freud (1909a) ubica como eje primordial la función del padre, cuestión evidente en el abordaje que realiza en casos como el del pequeño Hans, el del llamado “hombre de las ratas” (1909b) y también, posteriormente a Tótem y Tabú (1913), en su trabajo acerca del pintor Christoph Haizmann (1923), caso particular en el que el Diablo ha devenido en tanto sustituto del padre, referencias con las cuales solo citamos unos cuantos ejemplos. No es el interés desarrollar aquí cada una de dichas cuestiones, pero sí señalar su importancia como ejes inherentes a la manera en que, a partir del lugar del padre, Freud ve constituirse a los seres humanos en tanto referidos siempre a un ancestro primordial, mítico, que justifica el surgimiento de la ley, del pacto como forma de regulación y ordenamiento de las sociedades en torno a la búsqueda de una garantía originaria.

Ahora bien, Freud nos dice que, particularmente, en cuanto a la prohibición “que ampara la vida del animal totémico, se vinculan los títulos del totemismo para ser apreciado como un primer ensayo de religión” (1913: 146). En principio, el animal totémico era concebido por los hombres como su ancestro, suponían que era el ser del cuál provenían y sobre esta consigna se instalaban los preceptos de prohibición que los ubicaba en una posición de “adoración”, amor y temor por él. Es interesante que, de acuerdo con los planteamientos de Freud, los antropólogos dejasen de lado el reconocimiento del tótem como ancestro. Freud propone entonces reemplazar el animal totémico por el padre y dar estatuto de verdad a la literalidad de lo expresado por los sujetos.

Este punto resulta crucial pues sitúa en primer plano la condición simbólica del tótem como representante del padre, sólo que con ello se trata, específicamente, del padre muerto. La pregunta en torno al padre es, lógicamente, la pregunta por el origen que implica, de suyo, la pregunta por el fin. La respuesta humana por excelencia a tales preguntas es lo que puede denominarse un mito, entendido este en tanto manera de inscripción que opera como marca  en la cultura e intenta representar al sujeto. 

John James Gómez G. 

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