lunes, 26 de agosto de 2013

Fragmento del texto:  El Yo y el Ello. Freud, S. (1923).  En: Obras completas, vol. XIX. Editorial Amorrortu. 1979. p. 27.

"El yo es sobre todo una esencia-cuerpo; no es sólo una esencia-superficie, sino, él mismo, la proyección de una superficie."

Comentario:

Ese "yo", descubierto por Freud que ya no es equivalente a la consciencia pues cuenta él mismo con un núcleo inconsciente, dio cuenta de la importancia de separar la noción del yo de la de individuo. El yo se constituye como una continuidad que va desde el sujeto hasta el Otro. Una superficie, no orientable, una banda de Moebius, manera precisa en que, siguiendo las indicaciones de Freud, Lacan pudo articular su lógica, la del sujeto del inconsciente. La clínica psicoanalítica apunta al trabajo sobre esa superficie, sobre su estructura y sus movimientos, sus modos de anudamiento. La topología del sujeto es el medio por el que el analista acompaña a aquel que se aboca a un análisis, quien descubrirá con su trabajo su topología, es decir, la lógica de sus operaciones en el espacio-tiempo inconsciente. Así, el trabajo analítico no es el de la educación, la moral o el entrenamiento para la buena adaptación a los ideales, sino el de un trabajo riguroso de una razón que no es exclusivamente la de la conciencia. Una razón que se mueve por los bordes intercambiables, interior/exterior de una superficie continua, que aparece y desaparece, que hace marca y luego evanece. En tal sentido, es totalmente impreciso hacer equivaler el inconsciente a lo irracional. Esa imprecisión es, más exactamente, el juicio desesperado que la consciencia hace debido a la dificultad que se le presenta para estudiar y leer lo que está escrito en el Ello, es decir, para leer lo que habla con una razón que es más cercana a la razón matemática que a las justificaciones y las razones narcisistas.

John James Gómez G. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

 “Se abre paso la vida con la misma terquedad con la que una plantita minúscula es capaz de rajar el suelo de hormigón para sacar la cabeza....