Fragmento del texto: Saber, Verdad, Ignorancia y Goce. Lacan, J. (1971). En: Hablo a las Paredes. Editorial Paidós. 2012. pp. 31-32.
"No hay una sola interpretación que no concierna -en lo que ustedes escuchan- al lazo que se manifiesta entre la palabra y el goce. Puede ser que ustedes lo hagan de manera inocente, sin que nunca se hayan dado cuenta de que nunca una interpretación quiere decir otra cosa, pero en fin, una interpretación analítica siempre es eso, El beneficio, ya sea primario o secundario, es un beneficio de goce.
La cosa surgió de la pluma de Freud pero no de manera inmediata, puesto que hay una etapa, la del principio del placer. Pero un día lo sorprendió que, hagan lo que hagan, inocente o no, lo que se formula, hagan lo que hagan con eso, es algo que se repite."
Comentario:
El deseo y el goce se oponen al placer, descubrimiento que a Freud le tomó más de treinta años aceptar, a pesar que se le revelaba una y otra vez en su experiencia, tal como lo muestran cada uno de sus historiales. Freud enuncia desde 1900 -y es algo que hasta hoy parece sostenerse- que el deseo siempre es sexual y lo sexual siempre está en el orden del deseo, es decir, que el deseo siempre está en la dialéctica entre tensión y descarga, entre placer y displacer, no hay nada del orden puro del placer. Descubre además, muy a su pesar, que algo de ese placer/displacer es constituyente de la estructura y tiende hacia la repetición, eso que Lacan dio en llamar "goce". Así, el goce no sería algo malo y por el contrario el deseo sería algo bueno, esa es una perspectiva moral errónea que, a veces, permea a algunos psicoanalistas y que deriva en la "conversión" del psicoanálisis en un nuevo cristianismo, incluso, en algunos casos institucionales, con "papa" incluido. El goce, al igual que el deseo, es estructural, y ambos están del otro lado del principio del placer (título mismo de la obra de Freud), por lo tanto es necesario entender sus modalidades singulares, no señalar a uno u otro como del lado de lo "deseable" o lo "indeseable". Goce y deseo no son cuestiones exclusivas de algunos cuantos. Se trata de algo propio del ser que habla e intenta leer y escribir el mundo y lo inmundo, el problema no es si algunos gozan y otros no, sino ¿cómo goza cada uno? De tal manera, pues, el goce no es generalizable. Esto se debe a que el soporte del goce es el cuerpo que se tiene, y esto es uno por uno, razón por la cual el lugar privilegiado para hablar del goce es la experiencia analítica. Por otro lado siempre se podrá decir un poco más sobre el goce que sobre el deseo, pues el segundo insiste como falta mientras el primero siempre insiste como exceso. Los dos son constituyentes de la vida misma, imprescindibles. Y no saber hacer con el deseo puede ser igual o más tormentoso para un sujeto que no saber hacer con sus modos de gozar. Es allí donde el psicoanálisis abre un lugar para que el sujeto pueda saber de eso que sin saber sabe por el hecho mismo de que es constituyente para él. Es necesario abrir los ojos ante la tendencia, cada vez más frecuente de algunos, de usar el psicoanálisis como discurso moral, y que lleva a que se determinen buenas y malas palabras. El narcisismo y el goce (palabras a las que suelen atribuir un lugar indeseable y que algunos usan incluso como señalamiento "clínico" u ofensa, en cuyo caso las dos cosas son lo mismo), por ejemplo, no son cosas "malas" que le pasan al sujeto, son condiciones necesarias sin las que no habría sujeto, la cuestión es tratar de saber cómo opera eso (Ello) en la lógica de su manera de ex-sistir en el espacio-tiempo que Freud, tal vez no muy afortunadamente, llamó "realidad psíquica". Ya Lacan indicaba que el goce es eso sin lo cual la vida no merece ser vivida...
John James Gómez G.
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