Fragmento del texto: Más allá del principio del placer. Freud, S. (1920) En: Obras Completas, vol XVIII. Editorial Amorrortu. 1976
"Eso mismo que el psicoanálisis revela en los fenómenos de transferencia de los neuróticos puede reencontrarse también en la vida de las personas no neuróticas. En estas hace la impresión de un destino que las persiguiera, de un sesgo demoníaco en su vivenciar; y desde el comienzo el psicoanálisis juzgó que ese destino fatal era autoinducido y estaba determinado por influjos de la temprana infancia. La compulsión que así se exterioriza no es otra diferente de la compulsión de repetición de los neuróticos, a pesar de que tales personas nunca han presentado los signos de un conflicto neurótico tramitado mediante formación de síntoma. Se conocen individuos en quienes toda relación humana lleva a idéntico desenlace: benefactores cuyos protegidos (por disimiles que sean en lo demás) se muestran ingratos pasado cierto tiempo, y entonces parecen destinados a apurar entera amargura de la ingratitud; hombres en quienes toda amistad termina con la traición del amigo; otros que en su vida repiten incontables veces el acto de elevar a una persona a la condición de eminente autoridad para sí mismos o aún para el público, y tras el lapso señalado la destronan para sustituirla por una nueva; amantes cuya relación tierna con la mujer recorre siempre las mismas fases y desemboca en idéntico final, etc." (p.21-22) "...tendríamos que pensar en las enigmáticas tendencias masoquistas del yo." (p. 14).
Comentario:
Ya desde 1919, en su texto "Pegan a un niño", Freud reconocía un obstáculo en el trabajo analítico que caracterizó como una frase de gramática fija e inequívoca. Esta frase, que no contaba con el rasgo común de permitir asociaciones que abrían lugar a la interpretación, tenía algo recurrente: daba cuenta de la identificación del sujeto a una posición de apariencia masoquista en la cual siempre había un otro de apariencia perverso que lo ponía en posición de humillación, sometimiento o castigo. Por más difícil que parecía abordarla clínicamente, Freud no desistió jamás en el interés por establecer su estatuto en la vida anímica. Lo que revelaba esta frase, y sigue revelando en lo que la clínica hasta hoy nos muestra, es la identificación del sujeto a una posición como objeto con el que otro goza; es esto lo que Freud llamó fantasía de paliza y que Lacan escribió con el matema: S<> a. Allí, se juega una satisfacción para el aparato anímico de la cual el Yo no quiere saber pero que, en su desconocimiento, está conminado a repetir. El Yo, extrañado, interpreta el destino derivado de tal identificación como algo extraño, siniestro, "unheimlich" lo llamó Freud (usando una palabra antinómica que indica al mismo tiempo algo familiar y extraño),y que viene a imponerse como un destino. Cada vez que una persona, desconociendo esa identificación, dice, ahora sí es distinto, como cuando alguien encuentra una nueva pareja amorosa y luego se encuentra con que el desenlace parece el mismo, lo que desconoce es que, aquello que se repite, no es otra cosa que su posición en la identificación como objeto en el lazo con el otro. El reconocimiento de tal identificación y, por tanto, la posibilidad del Yo para reconocer lo que allí está en juego, que es algo del orden de lo inconsciente no reprimido, es decir, de lo que no hay retoños que fácilmente armen cadenas asociativas, requiere la construcción de una manera de leer eso que parece ilegible; hacer inteligible, lo que parece ininteligible, en eso consiste la posición de su inteligencia en el análisis, no meramente de sus capacidades cognitivas o de su conocimiento, sino en su apuesta por ser capaz de leer allí donde algo parece inasible. Es en ese punto donde el sujeto puede devenir a lo que hoy se conoce como su topología, es decir, a una manera de saber leer y escribir acerca de lo que, siendo constituyente, determina la lógica de su padecimiento en un espacio-tiempo basculante y paradójico en tanto sujeto/objeto.
Vale la pena señalar también que la palabra alemana "Jenseits", que se ha traducido comúnmente como "más allá" en el título del texto de Freud, debería ser traducida, de manera más precisa, como: "del otro lado". Esta elección de la palabra "Jenseits" por parte de Freud, da cuenta de que el placer, que el concebía inicialmente como la tendencia primaria del aparato anímico, tiene aparejada su contracara, paradójicamente estructural, el displacer, y que ambas caras de la misma moneda sirven a los fines de la satisfacción pulsional. De hecho, lo que siguiendo a Freud, Lacan llama deseo y por otro lado goce están, ambos, del mismo lado, del otro lado del principio del placer; se oponen al placer... El punto es, pues, cómo saber hacer con ello...
John James Gómez G.
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