sábado, 31 de agosto de 2013


Fragmento del texto: Esquema del psicoanálisis. Freud, S. (1940). En: Obras Completas, vol. XXIII. Amorrortu Editores. 1980. pp. 191-192.

"La condición de no sapiencia {Unwissenheit} de Edipo es la legítima figuración de la condición de inconsciente {Unbewusstheit} en que toda la vivencia se ha hundido para el adulto, y la compulsión del oráculo, que libra la culpa del héroe o está destinada a quitársela, es el reconocimiento de lo inevitable del destino que ha condenado a los hijos varones a vivir todo el complejo de Edipo. Cuando en otra ocasión se hizo notar desde el campo del psicoanálisis qué fácil solución hallaba el enigma de otro héroe de la creación literaria, el irresoluto Hamlet pintado por Shakespeare, refiriéndolo al complejo de Edipo -pues el principe fracasa en la tarea de castigar en otro lo que coincide con el contenido de sus propios deseos edípicos-, la universal incomprensión del mundo literario mostró cuán pronta estaba la masa de los hombres a retener sus represiones infantiles.”

Comentario:

Freud inventa una disciplina y para ello se sirve de los medios con los que cuenta: las ciencias de su época, la filosofía, la literatura y la mitología. Cuatro pilares cruciales. Sobre ellos Freud elaboró un modelo que le permitiera leer y escribir las particularidades de lo que la práctica clínica le presentaba pues, como él mismo enfatizaba, el psicoanálisis no es hijo de la especulación sino el producto de una experiencia. Al mismo tiempo Freud reconocía que entre sujeto y cultura había una continuidad y no un límite tajante. Es así que el mito, por ejemplo el de Edipo, no responde en su uso para Freud, a algún aspecto fenomenológico expresado en el relato mismo del mito, sino que, en la medida en que Freud reconoce que el mito es una forma de escritura en la cultura que pasa de una generación a otra, al igual que lo es la literatura, intenta descifrar, a través de ello, cuál es la lógica que subyace a la posición del sujeto en relación con lo necesario y lo contingente, con el destino y el azar, en relación al deseo y a la culpabilidad. Freud indica, acertadamente, la estructura de la relación entre culpabilidad y deseo como inversamente proporcionales, lo que llevará a Lacan a su famosa afirmación: "sólo se es culpable de haber cedido en el deseo". Lo que se juega en aquello que Freud, siguiendo el mito, llamó Edipo, es lo que luego, con Lacan, estará en el punto justo de la probabilidad matemática. La relación del sujeto con lo necesario y lo contingente, con la repetición, con su división entre alienación y separación; su posición ante el destino y la posibilidad de leer y escribir una solución a los problemas que, fantasmáticamente, le implica dicha posición para que así pueda escribir una nueva lógica, menos fallida, que es lo que está en juego en un análisis. El sujeto puede analizar y calcular mejor su posición en relación al espacio-tiempo en el que habita el mundo que no es otro que el de la vida subjetiva en el lazo con los otros y con ese Otro que, usualmente, se identifica al lenguaje y a la cultura. Entre lo necesario y lo contingente queda pues algo inasimilable que convoca al sujeto a no ceder en la búsqueda de que lo inconsciente, por más imposible que sea, pueda ser leído, siempre parcialmente, metonímicamente, ya que con ello podrá articular cada vez mejor un saber hacer con lo que se juega como probable entre lo necesario y lo contingente a pesar de lo imposible. Ese fue el punto crucial en la tragedia de Layo con Edipo, pues al no saber leer tal relación, con su elección fallida de desterrar a Edipo, incrementa la probabilidad de que el destino dicho por el Oráculo, como fantasma, retornara por la vía mortífera.

John James Gómez G. 

viernes, 30 de agosto de 2013


Fragmento del texto: La equivocación del sujeto supuesto saber. Lacan, J. (1967). En: Otros escritos. Editorial Paidós. 2012. pp. 351-352.

"Si la ley de la naturaleza (Dios de la física) es complicada, ¿cómo puede ser que solo la alcancemos jugando la regla del pensamiento simple, a la que entendemos así: la que no redobla su hipótesis para que ninguna de ellas se vuelva superflua? ¿Lo que así fue ilustrado en el espíritu de Occam con su navaja no nos permitiría, por lo poco que sabemos, rendir homenaje al inconsciente por un filo que, en suma, reveló ser bastante cortante?
Esto nos introduce mejor quizás a ese aspecto del inconsciente por el cual este no se abre sino en la medida en que resulta que se cierra."...
..."Porque, donde parece que denuncio como traición la carencia del psicoanalista, ciño la aporía con la que articulo este año el acto psicoanalítico.
Acto que fundo en una estructura paradójica por el hecho de que en él el objeto es activo y el sujeto es subvertido, y donde inauguro el método de una teoría por el hecho de que ella no puede, con toda corrección, considerarse irresponsable de los hechos que se comprueban en una práctica."

Comentario:

El psicoanálisis no es una ciencia, al menos en el sentido positivo e, incluso, atistotélico-cartesiano que a ella se puede atribuir. Las razones son varias y no de menor importancia. El psicoanálisis pone en evidencia el punto mismo donde la ciencia, en su aspiración de sapiencia suma, fracasa en tanto supone lo real como plenamente alcanzable al tiempo que, basada en el principio de no contradicción, desconoce el valor paradojal que implica la estructura. Fue necesario que, en la década de 1920, Heisenberg hiciera volar en pedazos la idea de una ciencia de la certeza al introducir el principio de incertidumbre a través de la paradoja de la posición y velocidad de la partícula para que se escuchara, por fin, el ruido ensordecedor que desde 1900 generaba la obra de Freud y la paradoja de Bertrand Russell. Por otro lado, el psicoanálisis otorga al objeto un estatuto activo en la medida en que su presencia-ausencia paradojal, o dicho en términos de Freud, allí donde la pulsión y la angustia son no anobjetales, hace bullir el esfuerzo constante de lo que siempre escapa a la lectura y a la escritura, mucho más, a la imaginación y al pensamiento, de suyo, a la palabra. Es necesaria pues una práctica de la subversión del sujeto para que opere de manera efectiva el reconocimiento de la estructura sometida a la incertidumbre y al no todo del saber. Sólo allí es posible un devenir de la responsabilidad, contraria a la esperanza de garantía que en la neurosis se sueña a partir de la fantasía de que, en algún lugar, habría un Otro completo, sin falta, sin paradoja, fundamento mismo del sufrimiento des-esperante.

John James Gómez G.

jueves, 29 de agosto de 2013


Fragmento del texto: Nota Sobre el Concepto de lo Inconsciente en Psicoanálisis. Freud, S. (1912) En: Obras Completas, vol XII. Amorrortu Editores. 1979. pp. 271-272.

"Querría exponer con pocas palabras y con la mayor claridad posible el sentido que en el psicoanálisis, y sólo en él, se atribuye al término 'inconsciente'.
Una representación -o cualquier otro elemento psíquico- puede estar ahora presente en mi consciencia, y un momento después desaparecer de ella; puede reaflorar intacta después de un intervalo, y hacerlo, como decimos nosotros, desde el recuerdo, no como consecuencia de una nueva percepción sensorial. Es para dar razón de este hecho que nos vemos llevados a suponer que la representación ha estado presente en nuestro espíritu también durante el intervalo, aunque latente en cuanto a conciencia {latent inconsciousness}. Pero no podemos formular conjetura alguna sobre la forma en que pudo haber existido mientras estaba presente en la vida anímica y era latente en cuanto a consciencia.
En este punto debemos estar preparados para la objeción filosófica de que la representación latente no ha existido como objeto de la psicología, sino sólo como una predisposición física para la recurrencia del mismo fenómeno psíquico, a saber aquella misma representación. Pero podemos replicar que semejante teoría rebasa con mucho el ámbito de la psicología propiamente dicha; que simplemente comete una petición de principios {beg the question} estableciendo que 'consciente' y 'psíquico' son conceptos idénticos, y que incurre a todas luces en injusticia al negar a la psicología su derecho de dar razón de uno de sus hechos más comunes, como la memoria, con sus propios medios."...
..."Entonces, una representación inconsciente es una de la que no nosotros no nos percatamos, a pesar de lo cual estamos dispuestos a admitir su existencia sobre la base de otros indicios y pruebas."

Comentario:

Si bien esta manera de expresar lo inconsciente corresponde aún a lo que, Freud mismo", denominó en 1923 en "El yo y el ello" como "inconsciente en sentido descriptivo", haciéndolo equivalente a lo preconsciente, separándole así de lo que será propiamente lo inconsciente en el sentido de una estructura paradójica, inconsciente no todo reprimido, es enteramente justificada su réplica a la posible objeción filosófica, así como su crítica a la identificación del concepto de conciencia con el de psique. En dicha perspectiva filosófica, atendiendo a la "buena forma" aristotélica, se concebía la psique como una unidad consciente, es decir un conjunto universo que realizaría lo que, en términos de Russell, es imposible, contenerse a sí mismo o, de otro lado, ser el contenido de otro conjunto extraño y exterior, a saber, el sistema nervioso. Allí prima la lógica continente/contenido y la referencia anátomo-funcional derivada del pensamiento aristotélico y presente hasta hoy en la mayor parte del campo de las neurociencias, en las que se supone que lo psíquico es contenido de un continente anatómico que sería el cerebro. Freud, apunta con su crítica a desmontar tal ilusión indicando la existencia de lo psíquico como un espacio-tiempo que es a la vez interior y exterior y, por tanto, no puede contenerse totalmente a sí mismo, sin plenitud de dominio de sí, que sería, más bien la ilusión del yo intentando velar su herida narcisista. Lo inconsciente como concepto en psicoanálisis da cuenta de esa continuidad entre interior y exterior denotando que lo consciente es tan sólo un atributo posible en un espacio-tiempo psíquico mucho más complejo. Dicha complejidad estaba ya expresada en la lógica del antiguo estoicismo griego, quienes concebían que la relación entre los cuerpos no era siempre, necesariamente, de continente/contenido, sino también por fusión, tal como cuando el hierro y el fuego se funden y dejan de ser independientes para ser continuos, constituyendo así la paradoja de ser al mismo tiempo uno y dos (S1-S2, en glosa lacaniana); cuerpo del lenguaje y cuerpo orgánico, primer y segundo tiempo del trauma, significante Amo y significantes del saber, o cualquiera otra variante, que no se contienen uno a otro sino que se fusionan en uno y dos. La condición para ello, en el estoicismo, era la pérdida de algo que llamaron incorporal, cuatro para ser precisos: significado, vacío, tiempo y espacio. Es esta particularidad el germen mismo de la corrección que Lacan realiza a Saussure sobre su teoría del signo lingüístico, así como de la concepción de ese esquivo y enigmático objeto que él nombra con una letra, a saber, la "a".

John James Gómez G. 

miércoles, 28 de agosto de 2013


Fragmento del texto: Kant con Sade. Lacan, J. (1963). En: Escritos II, 2a Ed. Siglo XXI. 2008. pp. 746.

"Si la felicidad es agrado sin ruptura del sujeto en su vida, como la define clásicamente la Critica, está claro que se rehúsa a quien no renuncie a la vía del deseo. Esta renunciación puede ser voluntaria, pero al precio de la verdad del hombre, lo cual queda bastante claro por la reprobación en que han caído ante el ideal común los epicúreos, y hasta los estoicos. Su ataraxia destituye su sabiduría. No se les tiene en cuenta para nada que rebajen el deseo; pues no sólo no se considera que la Ley se alce por ello, sino que es por eso, sépase o no, por lo que se la siente derribada."

Comentario:

Cada una de las envestidas del discurso capitalista, con sus ofertas de fatuos objetos que prometen soluciones fáciles y sin que se juegue nada del esfuerzo; desde las televentas hasta las terapias breves, apuntan al velamiento de la verdad del sujeto y a ello presta gran servicio también, no en pocas ocasiones, la medicalización. Silenciar aquello que incomoda, que da cuenta de que, por estructura, hay división y que es ella la que hace posible la hiancia del deseo. El precio pedido para acceder a tales promesas, falsas e imposibles de cumplir, por cierto, no es otro que el de la renuncia a la verdad constituyente del sujeto y del deseo. Apresurarse a hacer sin razonar, sin saber leer y escribir los malestares de la cultura. Hoy todos corren a responder a las demandas de las instituciones con la esperanza de llegar al reconocimiento esperado, sacrificando por ello la dignidad misma. Los ideales de éxito y felicidad como ausencia de falta, cifradas en la búsqueda desesperada de reconocimiento, vela la herida narcisista, y aquellos sujetos que sucumben a tal ilusión, renunciando a la vía del deseo, olvidan que ley y deseo son una continuidad. Así, la ley retorna persecutoria y sus efectos no dejan de ser padecidos como siniestros y cada vez más abundantes. Personas deprimidas pero sin interrogación subjetiva alguna, ataques de pánico, quejas perpetuas de su sensación de esclavitud en la que entregan la vida misma para producir para un Otro que no para de exigir pues entre más se le entrega, más ávido está de recibir; en otros casos, personas que para mantener velada su herida narcisista, sin interrogar nada de su posición en relación con el deseo, van desde el acomodamiento masoquista hasta la violencia con los otros, a los acting out sin saber qué se juega en ellos, a los fallos en sus elecciones cuando realizando actos para hacer daño a otros que resultan perturbadores, terminan padeciendo el retorno de lo mortífero de su propio exceso. Si el psicoanálisis no promete la felicidad, es, precisamente, porque hay algo mejor, sólo que implica un trabajo para el que no siempre se está dispuesto pues elevar el sujeto a su dignidad siempre es perturbador para los ideales. Un trabajo sobre la propia división, reconociendo que no hay completud posible y que eso, por cierto, es la mayor fortuna para cualquier existencia que se digne de haber valido la pena...

John James Gómez G. 

martes, 27 de agosto de 2013


Fragmento del texto: Más allá del principio del placer.  Freud, S. (1920) En: Obras Completas, vol XVIII. Editorial Amorrortu. 1976


"Eso mismo que el psicoanálisis revela en los fenómenos de transferencia de los neuróticos puede reencontrarse también en la vida de las personas no neuróticas. En estas hace la impresión de un destino que las persiguiera, de un sesgo demoníaco en su vivenciar; y desde el comienzo el psicoanálisis juzgó que ese destino fatal era autoinducido y estaba determinado por influjos de la temprana infancia. La compulsión que así se exterioriza no es otra diferente de la compulsión de repetición de los neuróticos, a pesar de que tales personas nunca han presentado los signos de un conflicto neurótico tramitado mediante formación de síntoma. Se conocen individuos en quienes toda relación humana lleva a idéntico desenlace: benefactores cuyos protegidos (por disimiles que sean en lo demás) se muestran ingratos pasado cierto tiempo, y entonces parecen destinados a apurar entera amargura de la ingratitud; hombres en quienes toda amistad termina con la traición del amigo; otros que en su vida repiten incontables veces el acto de elevar a una persona a la condición de eminente autoridad para sí mismos o aún para el público, y tras el lapso señalado la destronan para sustituirla por una nueva; amantes cuya relación tierna con la mujer recorre siempre las mismas fases y desemboca en idéntico final, etc." (p.21-22) "...tendríamos que pensar en las enigmáticas tendencias masoquistas del yo." (p. 14).

Comentario:

Ya desde 1919, en su texto "Pegan a un niño", Freud reconocía un obstáculo en el trabajo analítico que caracterizó como una frase de gramática fija e inequívoca. Esta frase, que no contaba con el rasgo común de permitir asociaciones que abrían lugar a la interpretación, tenía algo recurrente: daba cuenta de la identificación del sujeto a una posición de apariencia masoquista en la cual siempre había un otro de apariencia perverso que lo ponía en posición de humillación, sometimiento o castigo. Por más difícil que parecía abordarla clínicamente, Freud no desistió jamás en el interés por establecer su estatuto en la vida anímica. Lo que revelaba esta frase, y sigue revelando en lo que la clínica hasta hoy nos muestra, es la identificación del sujeto a una posición como objeto con el que otro goza; es esto lo que Freud llamó fantasía de paliza y que Lacan escribió con el matema: S<> a. Allí, se juega una satisfacción para el aparato anímico de la cual el Yo no quiere saber pero que, en su desconocimiento, está conminado a repetir. El Yo, extrañado, interpreta el destino derivado de tal identificación como algo extraño, siniestro, "unheimlich" lo llamó Freud (usando una palabra antinómica que indica al mismo tiempo algo familiar y extraño),y que viene a imponerse como un destino. Cada vez que una persona, desconociendo esa identificación, dice, ahora sí es distinto, como cuando alguien encuentra una nueva pareja amorosa y luego se encuentra con que el desenlace parece el mismo, lo que desconoce es que, aquello que se repite, no es otra cosa que su posición en la identificación como objeto en el lazo con el otro. El reconocimiento de tal identificación y, por tanto, la posibilidad del Yo para reconocer lo que allí está en juego, que es algo del orden de lo inconsciente no reprimido, es decir, de lo que no hay retoños que fácilmente armen cadenas asociativas, requiere la construcción de una manera de leer eso que parece ilegible; hacer inteligible, lo que parece ininteligible, en eso consiste la posición de su inteligencia en el análisis, no meramente de sus capacidades cognitivas o de su conocimiento, sino en su apuesta por ser capaz de leer allí donde algo parece inasible. Es en ese punto donde el sujeto puede devenir a lo que hoy se conoce como su topología, es decir, a una manera de saber leer y escribir acerca de lo que, siendo constituyente, determina la lógica de su padecimiento en un espacio-tiempo basculante y paradójico en tanto sujeto/objeto.

Vale la pena señalar también que la palabra alemana "Jenseits", que se ha traducido comúnmente como "más allá" en el título del texto de Freud, debería ser traducida, de manera más precisa, como: "del otro lado". Esta elección de la palabra "Jenseits" por parte de Freud, da cuenta de que el placer, que el concebía inicialmente como la tendencia primaria del aparato anímico, tiene aparejada su contracara, paradójicamente estructural, el displacer, y que ambas caras de la misma moneda sirven a los fines de la satisfacción pulsional. De hecho, lo que siguiendo a Freud, Lacan llama deseo y por otro lado goce están, ambos, del mismo lado, del otro lado del principio del placer; se oponen al placer... El punto es, pues, cómo saber hacer con ello...

John James Gómez G.



lunes, 26 de agosto de 2013

Fragmento del texto:  El Yo y el Ello. Freud, S. (1923).  En: Obras completas, vol. XIX. Editorial Amorrortu. 1979. p. 27.

"El yo es sobre todo una esencia-cuerpo; no es sólo una esencia-superficie, sino, él mismo, la proyección de una superficie."

Comentario:

Ese "yo", descubierto por Freud que ya no es equivalente a la consciencia pues cuenta él mismo con un núcleo inconsciente, dio cuenta de la importancia de separar la noción del yo de la de individuo. El yo se constituye como una continuidad que va desde el sujeto hasta el Otro. Una superficie, no orientable, una banda de Moebius, manera precisa en que, siguiendo las indicaciones de Freud, Lacan pudo articular su lógica, la del sujeto del inconsciente. La clínica psicoanalítica apunta al trabajo sobre esa superficie, sobre su estructura y sus movimientos, sus modos de anudamiento. La topología del sujeto es el medio por el que el analista acompaña a aquel que se aboca a un análisis, quien descubrirá con su trabajo su topología, es decir, la lógica de sus operaciones en el espacio-tiempo inconsciente. Así, el trabajo analítico no es el de la educación, la moral o el entrenamiento para la buena adaptación a los ideales, sino el de un trabajo riguroso de una razón que no es exclusivamente la de la conciencia. Una razón que se mueve por los bordes intercambiables, interior/exterior de una superficie continua, que aparece y desaparece, que hace marca y luego evanece. En tal sentido, es totalmente impreciso hacer equivaler el inconsciente a lo irracional. Esa imprecisión es, más exactamente, el juicio desesperado que la consciencia hace debido a la dificultad que se le presenta para estudiar y leer lo que está escrito en el Ello, es decir, para leer lo que habla con una razón que es más cercana a la razón matemática que a las justificaciones y las razones narcisistas.

John James Gómez G. 


domingo, 25 de agosto de 2013


Fragmento del texto: Hablo a las Paredes. Lacan, 1972, Editorial Paidós. 2012. p. 105-106.

"...la historia muestra que ese discurso [discurso del amo] vivió durante siglos de una manera provechosa para todo el mundo hasta que cierto desvío, en razón de un deslizamiento ínfimo que pasó inadvertido para los mismos interesados, se convirtió en el discurso del capitalismo, del que no tendríamos la menor idea si Marx no se hubiera dedicado a completarlo, a darle su sujeto, el proletario, gracias a lo cual el discurso del capitalismo se expande donde quiera que reine la forma del Estado marxista.
Lo que distingue al discurso del capitalismo es la Verwerfung, el rechazo hacia afuera de todos los campos de lo simbólico, con las consecuencias que ya dije. ¿El rechazo de qué? De la castración. Todo orden, todo discurso, que se emparente con el con el capitalismo deja de lado, amigos míos, lo que llamaremos simplemente la cosas del amor. Ya ven, eh! No es poca cosa."

Comentario:

Lacan logró establecer las variantes en las lógicas del lazo social a partir de cuatro discursos: discurso del amo, discurso universitario, discurso de la histeria y discurso del psicoanálisis. El discurso del amo, habría sido la estructura predominante desde la antigüedad y hasta los principios de la modernidad (con  variaciones como, por ejemplo, la del discurso de la filosofía, según indica también Lacan), cuando, de manera inesperada, sufrió una mutación que Lacan denominó: discurso del capitalismo. Mientras en el discurso del amo, la función de la ley parecía encontrar maneras de regular el lazo, sosteniendo los campos simbólicos a partir de los efectos de la castración, el discurso capitalista los rechaza de manera radical y entroniza a lo imaginario, haciendo a lo real doblemente inasible. Con ello, enaltece las vanidades narcisistas y erosiona el lazo humano, acentuando "las competencias" especulares y propiciando las vías para que lo ilegítimo se legitime y para que la manera en que se hace frente a lo perturbador sea desapareciéndolo, "borrándolo del mapa". Lo que tenemos entonces es una sociedad paranoide, donde todos atacan por prevención, por el supuesto de que el otro lo hará de todos modos, donde a la búsqueda de la restitución de un derecho se le llama "terrorismo", donde la vida humana vale menos que el dinero y donde la familia se confunde con la mafia. Vemos incluso al Estado incitando a la violencia y a la legitimación de lo ilegítimo, como señalaría también el sociólogo Charles Tilly. El Estado, la nueva "Cosa Nostra". Así, pues, las cosas del amor no tienen lugar, palabra que en nuestro idioma, el español, siempre ha tenido una curiosa coincidencia lingüística con el discurso del amo, pues en ambos casos se trata de un amo: te amo, tu amo. Tendríamos que dar razón a Benedetti por escribir, con atinada pluma: "despabílate amor, el horror amanece."

John James Gómez G. 

viernes, 23 de agosto de 2013


Fragmento del texto: Televisión. Lacan, J. En: Otros escritos. Editorial Paidós. 2012. pp. 537.

"Solo hay inconsciente en el ser hablante. En los demás, que solo tienen ser por el hecho de ser nombrados aunque se impongan por lo real, hay instinto, esto es, el saber que implica su supervivencia, Además, eso sólo es para nuestro pensamiento, quizás inadecuado.
Quedan los animales que padecen del hombre, llamados por eso dombrésticos [d'hommestiques], y que por esta razón son recorridos por seísmos -muy cortos por lo demás- del inconsciente.
El inconsciente, eso habla, lo que lo hace depender del lenguaje, del que solo se sabe poco, a pesar de lo que designo como lingüistería, para agrupar en ella lo que pretende, es algo nuevo, intervenir en los hombres en nombre de la lingüística. Siendo así la lingüística la ciencia que se ocupa de lalengua, que escribo con una sola palabra por el hecho de especificar ahí su objeto, como es el caso con cualquier otra ciencia."

Comentario:

Freud separa el instinto (instink), propio de los animales, de lo que él mismo denominó "Trieb" y que ha sido traducido al español como "pulsión". Una manera tal vez más consecuente de traducir dicha palabra (Trieb) sería la de "desviación". Freud encuentra en el caso del humano una desviación de la meta sexual. Mientras que los animales tienen como meta la reproducción, en el caso humano se revela una desviación hacia la satisfacción en sí misma. El sexo humano no es solamente natural pues en él, debido al lenguaje, hay una desviación de su meta y, por tanto, queda ligado a una parcialidad, no a una realización. Tal sexualidad no depende de la maduración genital pues, como ya se mencionó, no se trata de la reproducción. El lenguaje es constituyente de un erotismo diverso que no busca otra cosa que la satisfacción de esa meta desviada (Trieb), la meta es pues, la satisfacción misma. Pero no ha de entenderse la palabra desviación en su sentido moral, como algo "malo". Aquí, su sentido, es el de un vector que cambia su dirección sustituyendo su recorrido hacia una meta diversa a la que, instintivamente, es propia de los animales. Por otro lado, el objeto sexual, por el lenguaje, es sometido a las reglas de la metáfora y la metonimia y, por tanto, puede ser sustituido. No hay el buen objeto sexual aunque "la moral sexual cultural" intente imponer una eugénesis que no es más que ilusión. El trieb freudiano, es pues lo constituyente del animal humano como separado del animal que no lee ni escribe, aunque algunos pocos animales por ser sumisos al lenguaje enfermen de él, sin poder hablar para curarse, esos animales que son llamados domésticos y que Lacan nombra jugando con su lengua, el francés, como d'hommestiques (d'hombrésticos) haciendo una condensación de las dos palabras. Así, cuando se trata del animal que lee y escribe, nadie está en posibilidad de hablar del sexo como algo de lo que sabe plenamente, pues, la relación sexual, no cesa de no escribirse...

John James Gómez G. 

jueves, 22 de agosto de 2013


Fragmento del texto: Las Neuropsicosis de Defensa. Freud, S. (1984) En: Obras Completas, vol. III. Amorrortu Editores. 1979. pp. 56

"Las representaciones reprimidas constituyen también aquí el núcleo de un grupo psíquico segundo, que, a mi parecer, es asequible aun sin el auxilio de la hipnosis. Si en las fobias y representaciones obsesivas están ausentes los síntomas más llamativos que en la histeria acompañan a la formación de un grupo psíquico independiente, ello se debe, sin duda, a que en el primera caso la alteración íntegra ha permanecido en el ámbito psíquico, y el vínculo entre excitación e inervación somática no ha experimentado cambio alguno."

Comentario:

Freud descubre el inconsciente como una "anomalía" constituida por el conjunto de representaciones que, al ser desalojadas por el yo, formaban un grupo psíquico segundo, efecto de un conflicto de inconcilibilidad padecido por el yo (en ese momento aún entendido por Freud como exclusivamente consciente). La clínica, en dicho momento, apuntaba a reintegrar ese núcleo patógeno para devolver al yo su unidad y así, pasar de la neurosis a la normalidad. No obstante, fue poco el tiempo que pasó antes de que Freud se percatara que lo que consideraba patógeno, lo inconsciente, no era un accidente derivado de un conflicto psíquico sino la estructura misma, paradójica, de lo psíquico. Así, el ideal de una plenitud del yo consciente cayó y fue necesario establecer un nuevo modelo para explicar lo que acontecía a nivel psíquico. Lo inconsciente no es pues ni irracional, ni patógeno, es una razón impecablemente lógica y paradójica, y la estructura de todo aquel organismo que deviene humano, es decir, que es tocado por el lenguaje, condición misma del inconsciente. Pasarían muchos años para que Freud aceptara además, muy a su pesar, que no sólo el inconsciente es la estructura misma, sino que el yo es, sobretodo, inconsciente. La clínca tuvo que ser entonces reinventada... "wo es war, soll ich werden".

John James Gómez G. 

martes, 20 de agosto de 2013


Fragmento del texto: De la Incomprensión y Otros temas. Lacan, J. (1971). En: Hablo a las Paredes. Editorial Paidós. 2012. Pp. 62.

“Por mínimas que sean las probabilidades de que una proposición falsa engendre una proposición verdadera –lo que por el contrario está totalmente admitido-, una vez que se propone en esta vía, que según nos dicen es sin retorno, no debería haber desde hace mucho tiempo más que proposiciones verdaderas.

A decir verdad, semejante enunciado no puede sostenerse ni un instante más que en razón de la existencia de las matemáticas independientemente de la lógica. En alguna parte hay aquí un embrollo. Los mismos matemáticos se sienten tan poco tranquilos con respecto a esto que todo lo que estimuló efectivamente la investigación lógica relativa a las matemáticas partió de la idea de que la no contradicción no bastaría para fundamentar la verdad. Esto no quiere decir que la no contradicción no sea algo esperable y hasta exigible. Pero lo seguro es que no es suficiente.”

Comentario:

Llegado el punto en que los desarrollos de las matemáticas exigían a la lógica ir más allá de sus límites, se hicieron cada vez más evidentes las dificultades para poder establecer el lugar del principio aristotélico de la no contradicción como suficiente para dar cuenta de que una proposición pudiese ser tomada como verdadera o como falsa. El descubrimiento por parte de Russell acerca de la paradoja a la que se ve enfrentada la lógica en teoría de conjuntos, a partir de lo que concierne al conjunto universo, agujereó no sólo a la lógica sino también a las matemáticas, si consideramos que la teoría de conjuntos es una matriz lógica a partir de la cual se ha construido toda la matemática moderna. Lacan se percata de este particular problema entre la lógica y las matemáticas. Es así que consideró vital la investigación acerca de dicho problema, encontrándose con los importantes trabajos de George Boole quien descubrió la manera de hacer un álgebra de la lógica, conocida hoy como “álgebra de Boole”. Con base en ello y en la lógica de D’Morgan y de Frege, se propuso construir una lógica modificada que permitiese hacer un tratamiento de la verdad más riguroso, allí donde el principio de no contradicción no era suficiente. Esto permitió a Lacan trabajar el problema de la lógica inconsciente en la que la paradoja resulta estructural, llegando así a considerar, a diferencia de Freud quien propone un inconsciente en el que no existe la negación, que si habría negación en él, sólo que tal negación responde a los principios de una lógica modificada, una topología del sujeto. 

John James Gómez G.   

lunes, 19 de agosto de 2013


Fragmento del texto: Radiofonía. Lacan, J. (1970). En: Otros escritos. Editorial Paidós. 2012. pp. 431.

"Rindamos justicia a los Estoicos por haber sabido signar con ese término, lo incorpóreo, que lo simbólico se refiere a -cuerpo. Incorpóreas son lo que ya voy a llamar, a saber la función, no la del sujeto, sino la que hace realidad, la matemática, la aplicación del mismo efecto para hacer realidad, la topología o el análisis en un sentido amplio para la lógica. Pero está incorporado que la estructura produce el afecto, ni más ni menos, afecto sólo que tomándolo de lo que del ser por serlo se articula no siendo más que ser de hecho, o sea de ser dicho en alguna parte. Por lo que se verifica que es secundario que el cuerpo, esté vivo o muerto. Quien no conoce el punto crítico donde datamos en el hombre al  ser hablante: la sepultura; o sea donde se afirma de una especie que, al contrario de cualquier otra, el cuerpo muerto conserva lo que al viviente daba el carácter cuerpo. "Corpse", resto que no deviene carroña, el cuerpo que habitaba la palabra (parole) que el lenguaje "corpsificaba" (corpsifiait)."

Comentario:

Resulta crucial prestar atención a la referencia hecha por Lacan a los Estoicos. Dicho sea de paso, es una referencia explícita y reiterada en varios lugares de sus elaboraciones, desde el seminario 5 Las Formaciones del Inconsciente y hasta el seminario 21 Los no Incautos Yerran, pero con un énfasis notable durante sus construcciones en el seminario 12 Problemas Cruciales para el Psicoanálisis y en el seminario 13 El objeto del psicoanálisis, en los que, por cierto, introduce de manera muy fuerte avances en torno a los objetos topológicos y los planos proyectivos, particularmente en función de la articulación acerca de la cuestión del sujeto del inconsciente (a partir de la Banda de Moebius) y de manera muy particular sobre el objeto a (a partir del Toro). Si bien ya desde tiempo atrás había propuesto de manera evidente los principios claves para esas dos nociones, es en estos dos seminarios por su aproximación a la lógica Estoica, así como sus desarrollos en topología lo que, a nuestro parecer, le permite establecer de manera crucial las propiedades particulares de ese nuevo plano espacial en el que se juega la realidad del sujeto y el objeto para el psicoanálisis.

Podemos preguntarnos ahora qué es lo que resulta tan interesante en el pensamiento Estoico que pudo haber permitido a Lacan un paso hacia la solución de ese problema que consideramos crucial en psicoanálisis al que nos hemos referido desde el inicio de este texto como el problema del espacio.

En la perspectiva de Aristóteles, la semejanza de las cosas dependía del número de propiedades idénticas o diferentes que hubiese entre ellas. En estas perspectivas la cuestión del vínculo entre sujeto y predicado da cuenta de relaciones de identidad y de propiedades con lo cual se brinda una consistencia plena a la relación de dichas cosas con sus atributos; dicho de otra manera, se trata de una relación en la cual el tipo de existencia considerado refiere a la materialidad propia de los planos euclidianos y a los objetos en tres dimensiones que debían ser representados a nivel de proposiciones que describieran lingüísticamente sus propiedades y los efectos de la relación entre el sujeto y dichos objetos en términos de atributos dotados, a su vez, de ese mismo tipo de existencia. De allí que pueda decirse, en tal lógica de pensamiento: “El árbol es verde”, ejemplo referido por Bréhier, y en el que se asume que el atributo guarda relación sustancial con la propiedad, es decir, con el cuerpo árbol  al que se refiere y que sería de naturaleza material y euclidiana.

Los Estoicos, en cambio, no admitían la propiedad sino en cuanto cuerpo, por lo tanto un atributo no era concebido por algún tipo de relación sustancial con dicho cuerpo, sino, a partir de su condición incorporal. “Esta teoría suprimía toda relación intrínseca entre la palabra y la cosa.” (Bréhier; p. 15), cuestión que, nos parece, Lacan ve como anticipado en los Estoicos a toda lingüística moderna. Se nos plantea así la siguiente pregunta: ¿Cómo definir el atributo sino es en relación a la propiedad a la que refiere? Veremos, de acuerdo con lo expuesto por Bréhier, que habría, al menos, dos aspectos a considerar para obtener alguna respuesta posible.

Por un lado, la idea de cuerpo que no se somete de manera estricta a los cuerpos materialmente visibles, sino también, a aquellos que tienen alguna existencia demostrable no en el sentido material sino también proposicional, cuestión central de la que se sirven hoy las diversas ciencias que hacen uso aplicado de la matemática. Uno de esos cuerpos, para los Estoicos, era el sonido. Si el sonido es un cuerpo entonces contará con propiedades. Ahora bien, ¿Qué tipo de relación guardarían entre sí cuerpos de esta índole? Pues bien, los Estoicos establecen que, en primera instancia, al tratarse de cuerpos no puede hablarse de ellos en términos de semejanzas y desemejanzas para tratar de resolver la cuestión de su relación, más aún, señalan que “Un cuerpo no puede dar a otro propiedades nuevas”; no obstante “Admitían una mezcla de los cuerpos que se penetraban en su intimidad,  y tomaban una extensión común” (Bréhier; p. 12). Es decir que la acción no es de un cuerpo sobre otro sin que resulte de ello una mezcla en la cual las propiedades de ambos se fusionen, lo que implica que no por ello se produzca de manera independiente algún tipo de propiedad nueva, particular, en uno de los cuerpos por acción del otro. En este sentido tendría que indicarse que “cuando el fuego calienta el hierro al rojo por ejemplo, no hay que decir que el fuego ha dado al hierro una nueva cualidad, sino que el fuego ha penetrado en el hierro para coexistir con él en todas sus partes.” (Bréhier; p. 12). Lo que resulta entonces de la acción de un cuerpo sobre otro no debe ser tomado, según los Estoicos, como una nueva propiedad, sino, como un atributo, siendo estos entendidos como verbos y no como cualidades,  “lo que quiere decir que no es un ser, sino una manera de ser” (Bréhier; p. 13).

Según Bréhier, es esto que los Estoicos denotan como resultado, lo que en la actualidad es tomado en calidad de acontecimiento o hecho, lo cual parece coincidir con la notación de Lacan acerca de que “está incorporado que la estructura produce el afecto, ni más ni menos, afecto sólo que tomándolo de lo que del ser por serlo se articula no siendo más que ser de hecho, o sea de ser dicho en alguna parte.”


John James Gómez G. Fragmento del texto: El Problema del Espacio en Freud como Imposible  y la Solución de Escritura Lacaniana para un Espacio Psicoanalítico: ¿Esbozo de indagación sobre una variación geométrica?.  Próxima publicación. 


sábado, 17 de agosto de 2013

Fragmento del texto:  La Interpretación de los Sueños. Freud, S. (1900).En: Obras Completas, vol. V. Amorrortu Editores, Buenos Aires. 2008. pp. 598 

"Cuando decimos que un pensamiento preconsciente es reprimido (desalojado} y entonces el inconsciente lo recibe, esta imagen, tomada del círculo de representaciones de la lucha por un terreno, podría inducirnos a suponer que realmente cierto ordenamiento es disuelto dentro de una localidad psíquica y sustituido por otro que se sitúa en una localidad diferente. Ahora remplazamos este símil por lo que parece responder mejor al estado real de cosas, a saber, que una investidura energética es impuesta a un determinado ordenamiento o retirada de él, de suerte que el producto psíquico en cuestión cae bajo el imperio de una instancia o se sustrae de él. De nuevo sustituimos aquí, un modo de representación tópico por uno dinámico...."

Comentario:

Tal vez una de las dificultades más notorias de la elaboración Freudiana sea precisamente la formulación de un espacio, un topos, para ubicar el objeto que inventaba. Resultan evidentes, a lo largo de la obra de Freud, las complicaciones que conllevaba la ubicación espacial de lo inconsciente en particular, así como de las instancias y el aparato psíquico en general. Es notorio cómo en su “Proyecto de Psicología” (1895) se esfuerza por ubicar, a partir de su concepción del funcionamiento del sistema nervioso, una consistencia biológica-corporal y funcional anatómica para lo inconsciente aunque en ese momento se tratase, a duras penas, de un inconsciente en el sentido descriptivo. Tal vez haya sido a causa de lo inquietante e insuficiente de los logros allí consignados, que Freud mismo decidió abstenerse de hacer público este documento durante su vida, razón por la cual sólo vio la luz en los años de 1950. No obstante su renuencia a publicarlo, sus rastros aparecen a lo largo de su obra, particularmente allí donde se hace necesaria una justificación a propósito del sustento espacial del psiquismo. 

Si bien muchos de los síntomas con que sus pacientes consultaban se manifestaban en el cuerpo, en una apariencia fisiológica para ser más precisos, Freud develó que tal manifestación se encontraba atada a lo dicho y, sobre todo, a lo no dicho, en otras palabras, que el cuerpo del que sus pacientes hablaban no se restringía al de la auscultación médica sino que incluía algo más, un conjunto de formaciones que se presentificaban dando cuenta de un saber aún no sabido (Unwebusst) pero existente en algún ¿lugar?. Ese nuevo cuerpo habló y sigue hablando, a pesar y causa de lo que aún silenciado, “desalojado”,  se resiste a callar. 

Es así como en La Interpretación de los Sueños (1900) el avance sólo fue posible a través de la sustitución constante de lo tópico por lo dinámico y lo funcional, con lo cual no resolvía el problema del espacio pero sí lograba dar pasos gigantescos en torno al establecimiento de una lógica de la operación anímica teniendo como modelo al sueño tomado como rebus.

A pesar de la aparente salida que representaba esta solución, es posible ver cómo en momentos cruciales de sus construcciones el problema retornaba. La extensión de la lógica construida en 1900, particularmente la descripta en el capítulo VII de La Interpretación de los Sueños, para el funcionamiento general del psiquismo reaviva el impasse. En los textos de La Metapsicología, de manera específica en La Represión (1915a) y en Lo Inconsciente (1915b) el problema se le plantea de nuevo. La pregunta apunta ahora a los lugares en que era posible que una representación se inscribiese y si, en tal caso, se trataba de dos representaciones inscriptas en dos espacios diferentes (visión tópica), o si, en cambio, se trataba de la misma representación en dos fases distintas (visión funcional); en esta oportunidad Freud no parece tan decidido como otrora a sustituir las propiedades tópicas, sin embargo, es notable que no logra zanjar la cuestión del espacio de manera claramente lograda.

John James Gómez G. Fragmento del texto: El Problema del Espacio en Freud como Imposible  y la Solución de Escritura Lacaniana para un Espacio Psicoanalítico: ¿Esbozo de indagación sobre una variación geométrica?.  Próxima publicación. 


viernes, 16 de agosto de 2013


Fragmento del texto: Tótem y Tabú. Algunas concordancias en la vida anímica de los salvajes y de los neuróticos. Freud, S. (1913).  En: Obras completas, vol. XIII.  Amorrortu Editores. 1979. pp. 134.

"Pero notemos que no hemos dado un paso nuevo ni particularmente osado. Los propios primitivos lo dicen y, en la medida en que el sistema totemista sigue con vigor todavía hoy, designan al tótem como su antepasado y padre primordial. No hacemos más que tomar en sentido literal un enunciado de estos pueblos, un enunciado con el cual los etnólogos no han sabido bien qué hacer y luego le han restado importancia. El psicoanálisis nos advierte que, al contrario, debemos escoger precisamente ese punto y anudar a él todo intento de explicar el totemismo."

Comentario:

En Tótem y Tabú (1913),  Freud presenta lo que denominó como: “Algunas concordancias en la vida anímica de los salvajes y de los neuróticos”. Este enunciado, subtítulo que Freud brinda a su escrito, da cuenta del ejercicio analítico a través del cual se pone de manifiesto la observancia de una condición estructural propia de la cultura humana. El padre, constituye, según Freud, el punto sobre el cual pueden explicarse algunas cuestiones fundamentales para toda cultura: la ley, la religión, la fiesta, el sacrificio y la conciencia de culpa, así como aquello en lo que éstos enmarcan su lógica operatoria, a saber, el ritual. De igual manera, en las neurosis, Freud (1909a) ubica como eje primordial la función del padre, cuestión evidente en el abordaje que realiza en casos como el del pequeño Hans, el del llamado “hombre de las ratas” (1909b) y también, posteriormente a Tótem y Tabú (1913), en su trabajo acerca del pintor Christoph Haizmann (1923), caso particular en el que el Diablo ha devenido en tanto sustituto del padre, referencias con las cuales solo citamos unos cuantos ejemplos. No es el interés desarrollar aquí cada una de dichas cuestiones, pero sí señalar su importancia como ejes inherentes a la manera en que, a partir del lugar del padre, Freud ve constituirse a los seres humanos en tanto referidos siempre a un ancestro primordial, mítico, que justifica el surgimiento de la ley, del pacto como forma de regulación y ordenamiento de las sociedades en torno a la búsqueda de una garantía originaria.

Ahora bien, Freud nos dice que, particularmente, en cuanto a la prohibición “que ampara la vida del animal totémico, se vinculan los títulos del totemismo para ser apreciado como un primer ensayo de religión” (1913: 146). En principio, el animal totémico era concebido por los hombres como su ancestro, suponían que era el ser del cuál provenían y sobre esta consigna se instalaban los preceptos de prohibición que los ubicaba en una posición de “adoración”, amor y temor por él. Es interesante que, de acuerdo con los planteamientos de Freud, los antropólogos dejasen de lado el reconocimiento del tótem como ancestro. Freud propone entonces reemplazar el animal totémico por el padre y dar estatuto de verdad a la literalidad de lo expresado por los sujetos.

Este punto resulta crucial pues sitúa en primer plano la condición simbólica del tótem como representante del padre, sólo que con ello se trata, específicamente, del padre muerto. La pregunta en torno al padre es, lógicamente, la pregunta por el origen que implica, de suyo, la pregunta por el fin. La respuesta humana por excelencia a tales preguntas es lo que puede denominarse un mito, entendido este en tanto manera de inscripción que opera como marca  en la cultura e intenta representar al sujeto. 

John James Gómez G. 

jueves, 15 de agosto de 2013

Fragmento del texto: El Yo en la Teoría de Freud y en la Técnica Psicoanalítica. Lacan, J. (1954-5). En: El Seminario, libro 2. Editorial Paidos, Buenos Aires. 1983. pp. 347-348.

"La teoría freudiana puede parecer, hasta cierto punto, explicarlo todo, incluido lo vinculado con la muerte, dentro del marco de una economía libidinal cerrada, regulada por el principio del placer y el retorno al equilibrio, que supone relaciones de objeto definidas. La coalescencia de la libido con actividades que en apariencia le son contrarias, por ejemplo la agresividad es atribuida a la identificación imaginaria…La significación de Más allá del principio del placer es que esto no alcanza. El masoquismo no es un sadismo invertido, el fenómeno de la agresividad no se explica simplemente en el plano de la identificación imaginaria. Freud nos enseña con el masoquismo primordial que la última palabra de la vida, cuando fue desposeída de su palabra, no puede ser sino la maldición última expresada al final de Edipo en Colona. La vida no quiere curarse. La reacción terapéutica negativa le es sustancial."

Comentario:

La reacción terapéutica negativa es entendida, así, como una condición inherente a la dialéctica pulsión de vida/pulsión de muerte propuesta por Freud, dando razón al resto que él suponía como una “ley”, según vimos en la cita de la carta 133.  El abordaje de ese Más allá del principio del placer viene a articularse para Lacan, a la altura de su Seminario 5: Las Formaciones del Inconsciente, como “la relación fundamental del sujeto con la cadena significante”, siendo así que no se trata más de la idea freudiana de un retorno a lo inanimado, sino de la mortificación misma del sujeto por el significante. Esto implica, al menos desde nuestro punto de vista, una variante clave en la medida en que no se trata más de la tendencia orgánica por volver a un estado anterior, sino por la inercia significante, colocando al sujeto en un estatuto distante y diverso de la anatomía funcional, razón por la cual ese resto ya no sería la manifestación de una condición biológica sino que por el significante mismo deriva en que “es perfectamente a través de la necesidad eterna de repetir el mismo rechazo, que Freud nos muestra el papel último de todo lo que del inconsciente se manifiesta bajo la forma de la reproducción sintomática” (Lacan, clase del 12 de febrero de 1958). ¿Qué es lo que Lacan encuentra entonces como indicativo de esta reacción terapéutica negativa? Pues bien, según lo señala en su clase del 20 de enero de  1960, Seminario sobre “La Ética”, se trata de la manera en que para Freud se manifestaba el encuentro con el das ding, la cosa, sobre lo cual aclara además que no era algo en realidad dilucidado. 

Sea como fuere, la apuesta Lacaniana, no cede en su deseo por tratar precisamente de dilucidar algo al respecto, más aún, apuesta por la sospecha freudiana en torno a la posición del analista y desplaza entonces el problema hacia una solución posible. Por una parte en la medida en que esto conlleva situar como condición central el deseo de analista en la práctica analítica, por otra, porque justamente a partir de ello puede suponer que, a partir de tal posición donde el deseo en juego sea el de analista, indica un horizonte posible a propósito de la restitución del deseo por parte de sujeto y, por lo tanto, de la responsabilidad que en ello lo implica. Siendo así, la concepción acerca de la transferencia develara que ésta se trata, ante todo, de la puesta en acto de la realidad sexual del inconsciente pues “Si Freud opone el principio de realidad al principio del placer es, justamente, en la medida en que la realidad queda allí definida como desexualizada” (Lacan; 1964: 161). La amalgama que, según señala Lacan, los analistas suponían entre repetición y transferencia, requiere así una distinción pues lo la primera tendrá que ver con el hecho de que “La función de la tyche, de lo real como encuentro”… “se presentó primero en la historia del psicoanálisis bajo una forma que ya basta por sí sola para despertar la atención- la del trauma” (Lacan; 1964: 63). 

En este orden de ideas, se hace fundamental reconocer que “en el inconsciente hay una saber que no hay que concebir como un saber que haya de completarse o clausurarse.” (Lacan; 1964: 140). Esta condición estructural de incompletud depara, inexorablemente, la presencia de un resto, como ya lo observaba Freud. No obstante, este resto en Freud aparecía teñido con la marca de un masoquismo moral del Yo y  de un goce sádico ligado al superyó, es decir, daba cuenta de la culpabilidad y sus efectos subjetivos representados, además, en la formación de síntomas. Lacan, por su parte, al apuntar a la articulación del deseo, por un lado deseo en relación con el sujeto y por otro deseo del analista, abre el camino hacia una salida posible ante el impasse que el goce por la culpabilidad supone, que no sería otro que el de ser culpable de haber cedido el deseo. En el caso del primero, el deseo articulado a la lógica del sujeto, la responsabilidad subjetiva implicará un giro en el cual, si bien un resto se juega, el sujeto estará implicado en relación a la pregunta por un saber hacer con eso que resta y que no es clausurable. En el caso del segundo, el deseo de analista, se trata de un cambio radical de concepción de la transferencia y de la manera en que desde dicha función el lugar que se ocupa pueda hacer semblante de un objeto causa de deseo que abra un espacio Otro para que el sujeto del inconsciente pueda articularse a un deseo que no es sin ese resto que implica la aparición de un tropiezo, de un real efecto mismo derivado de la cualidad de que el significante y el lenguaje son a la vez muro contra el goce y aparato del goce.

Por otro lado, el deseo nada tiene que ver con "intenciones", pues de él algo se revela propiamente en sus consecuencias, de las cuales sólo queda hacerse responsable. De lo contrario, como consecuencia adicional, deviene el experimentar lo que Freud llamó sentimiento inconsciente de culpa que se revela en la necesidad de castigo en la que el yo, a veces, tiende a sumergirse. El deseo, pues, nada tiene que ver con la intención, no hay en él buena o mala intención, se trata de algo que siempre sostiene al sujeto en-tensión.


(Fragmento del artículo: Síntoma y Reacción Terapéutica Negativa: Algunas notas acerca del resto freudiano y su perspectiva lacaniana. Próxima aparición en la Revista Borromeo, Universidad Argentina John F. Kennedy. John James Gómez G.). 


miércoles, 14 de agosto de 2013

Fragmento del texto: Función y Campo de la Palabra y del Lenguaje en Psicoanálisis. Lacan, J. (1953). En: Escritos I. Siglo XXI Editores. 2ª edición argentina. 2008. pp.  274.

“El psicoanálisis ha desempeñado un papel en la dirección de la subjetividad moderna y no podría sostenerlo sin ordenarlo bajo el movimiento que en la ciencia lo elucida.
Éste es el problema de los fundamentos que deben asegurar a nuestra disciplina su lugar en las ciencias: problema de formalización, en verdad muy mal elaborado.
Pues parecería que, dejándonos ganar de nuevo por un defecto del espíritu médico contra el cual justamente tuvo que constituirse el psicoanálisis, fuese a ejemplo suyo con un retraso de medio siglo sobre el movimiento de las ciencias como intentamos unirnos a él.
Objetivación abstracta de nuestra experiencia sobre principios ficticios, incluso simulados, del método experimental: encontramos en esto el efecto de los prejuicios de los que habría que limpiar ante todo nuestro campo si queremos cultivarlo según su estructura auténtica.”

Comentario:

El título del texto, elegido para el comentario de hoy, como su contenido, se encuentra pletórico de referencias a nociones de las matemáticas en particular y de las ciencias en general. La escogencia de las palabras incluidas en el título, por parte de Lacan, es ya un anuncio de ello. Función, como indicación de las funciones en matemáticas, caracterizadas por el rasgo de que siempre en ellas el dos, funda al uno, es decir, que el valor de la primera depende del valor de la segunda, siendo así el mínimo par necesario (S1-S2 lacaniano, o el "nachträglich" freudiano en los dos tiempos del trauma). Campo, como referencia a la física, en la que dicha noción da cuenta de la distribución espacial a partir de las magnitudes de energía que muestra, a su vez, ciertas variaciones en regiones particulares del espacio (a partir de las teorías de Einstein sería “espacio-tiempo). Ahora bien, Lacan aplica estas nociones a la palabra y al lenguaje en el psicoanálisis. Al leer el texto, en su conjunto, tal vez podría uno retitularlo: función de la palabra y campo del lenguaje en el espacio-tiempo del psicoanálisis. 

Lacan se esfuerza por restituir al psicoanálisis el estatuto que, según su criterio, había perdido en manos de los llamados “pos freudianos”, quienes en su afán por aferrarse a las soñadas tierras firmes de las ciencias del siglo XIX, se conminaron a una práctica y a una teorización amañada, soportada en intentos experimentales harto fallidos. Si algo resulta sorprendente para Lacan es que, en dicho afán, se hubiese perdido de vista lo que aconteció con las ciencias a partir de 1900 y con lo cual las certidumbres y los sueños positivistas se vinieron abajo. Freud mismo, siendo un hijo del positivismo, se vio en apuros para ser capaz de romper con su propio sueño positivista, pero gracias a su honestidad intelectual, no tuvo temor de pensar en contra de sí mismo, yendo así más allá de los límites que su formación como médico le imponía.

Lo que Freud descubrió es una estructura equivalente a la que, también a principios de 1900, descubriese el eminente matemático Bertrand Russell, tirando con ella abajo los sueños de objetividad, saberes absolutos e incluso los cimientos de la teoría clásica de conjuntos, de la lógica clásica y de buena parte de la lógica moderna; algo padecido, no sin tristeza y desilusión, por Friedrich Frege,  quien vio declinada buena parte de su formulación de la lógica a la luz del, en apariencia elemental, descubrimiento de Russell luego de que éste último se lo hiciera conocer en 1902 en una carta que envió a Frege a manera de consulta. ¿Y cuál fue tal hallazgo? El de una estructura que obliga a reconocer, tal como se vio obligado Freud y también Lacan, que era necesaria una lógica mucho más compleja y precisa que la lógica clásica; dicha estructura es la de la paradoja (Sugiero revisar la paradoja de Russell).

Cuando se habla de la estructura en psicoanálisis, no se habla de otra cosa que la de la paradoja. Aquella con que Bertrand Russell hacía caer el sueño de un conjunto universo, conjunto de todos los conjuntos, o, en otras palabras, hacía caer el sueño de cualquier completitud. La paradoja implica que, para que haya estructura, ésta sea a condición de ser no toda. El sujeto ex –siste en la estructura. Es a la vez interior y exterior pues, al igual que en la conclusión de la paradoja de Russell: X pertenece a X sí y sólo sí X no pertenece a X. Es por ello que el sujeto, que queda excluido de la ciencia, sujeto del psicoanálisis, es un sujeto que ex –siste, como la X en la paradoja de Russell. Así, la banda de Moebuis, resulta el mejor modelo de escritura para Lacan de lo que, de acuerdo con las deducciones de su lectura de Freud, llamó sujeto del inconsciente. Si el año 1953, año del texto en que fue presentado “Función y Campo…”, coincide con los comienzos de lo que Lacan denominó su “retorno a Freud”, es, en parte, porque desde dicho comienzo Lacan había comprendido que el espacio-tiempo descubierto por el padre del psicoanálisis, obedecía a esa estructura problemáticamente paradójica e imposible de escribir en su totalidad, simbolizable en parte y fantaseable en exceso.

Así pues, el psicoanálisis, al igual que cualquiera otra disciplina, no puede ser más que ciencia conjetural. No hay ciencia de la totalidad del conocimiento, de las explicación por vía de la causalidad final (la teleología) en su sentido lineal, salvo en la falacia positivista del Siglo XIX, abandonada desde principios del Siglo XX por la mayoría de las ciencias (“paradójicamente” la psicología es una de las que resiste con mayor fuerza, todavía hoy, a salir de tal falacia). 

John James Gómez G. 

martes, 13 de agosto de 2013

Fragmento del texto: El yo y el Ello. Freud, S. (1923). En Obras Completas, vol. XIX. Amorrortu Editores. 1979. pp. 50. 

“Y este obstáculo para el restablecimiento demuestra ser el más poderoso; más que los otros con que ya estamos familiarizados: la inaccesibilidad narcisista, la actitud negativa frente al médico y el aferramiento a la ganancia de la enfermedad.” 

 “Quizá también dependa de que la persona del analista se preste a que el enfermo la ponga en el lugar de su ideal del yo, lo que trae consigo la tentación de desempeñar frente al enfermo el papel de profeta, salvador de almas, redentor. Puesto que las reglas del análisis desechan de manera terminante semejante uso de la personalidad médica, es honesto admitir que aquí tropezamos con una nueva barrera para el efecto del análisis, que no está destinado a imposibilitar las reacciones patológicas, sino a procurar al yo del enfermo la libertad de decidir en un sentido o en otro.” 

Comentario:

Al parecer, la primera vez en que la expresión de reacción terapéutica negativa es usada por Freud, con todas sus letras, es en su texto de 1923: El Yo y el Ello. Su atención a tal cuestión surge a propósito de aquellos sujetos que, ante un buen pronóstico en el tratamiento, “parecen insatisfechos y su estado empeora.”. 

Se trata de un obstáculo insistente pero que, en relación a otros, guarda un aspecto enigmático que lo hace resaltar en tanto dificultad ya que surge como colocando en cuestión la conclusión de los análisis. Un hallazgo que, según Freud, se manifiesta como efecto derivado de lo que, en principio, llamó sentimiento inconsciente de culpa; algo que, dicho sea de paso, implicaba la articulación entre erotismo y culpabilidad, cuestión que aparece desarrollada de manera importante en su texto de 1919: “Pegan a un Niño” en el cual elabora la construcción de la fantasía originaria de la cual se desprendería una suerte de masoquismo primario.[1] Indica Freud, sin embargo, que la denominación sentimiento inconsciente de culpa resulta inapropiada “porque no corresponde llamar inconscientes a los sentimientos” [2] y señala que “necesidad de castigo”, sería una forma más acorde. Así, en lo que a la clínica concierne, la reacción terapéutica negativa sería la manera en que se “delatan”, en el tratamiento analítico, aquellas personas en las que esa necesidad de castigo es híper-potente.

El surgimiento de un camino para la incursión en una comprensión posible sobre tales fenómenos, sólo apareció, a nuestro juicio, a partir del desarrollo de la noción de pulsión de muerte, con la que se hizo necesaria para Freud la elaboración de una segunda tópica, en la que la necesidad de castigo aparece ligada tanto al masoquismo del Yo como al sadismo del Superyó. Es precisamente, en el V apartado de “El yo y el ello”, intitulado: “Los vasallajes del yo”, el lugar en el que comienza a esbozar esa relación entre la función del superyó, la necesidad de castigo y la reacción terapéutica negativa. Diferencia esa necesidad de castigo, del sentimiento consciente de culpa señalando que, en el primer caso, “ese sentimiento de culpa es mudo para el enfermo, no le dice que es culpable; él no se siente culpable, sino enfermo.”[3] Lo relevante allí aparece en tanto diferenciación entre el sentimiento de culpa normal, aquel del que el sujeto se encuentra anoticiado, del que experimenta su ferocidad en la conciencia, y aquella necesidad de castigo que deviene bajo la forma de la enfermedad haciéndose totalmente extraña para el sujeto, es decir, amparada en la función de desconocimiento del Yo. Pues bien, ante tal necesidad de castigo y su efecto posible de oposición a la curación, Freud no se exculpa de alertar en lo que concierne a la posición del analista.

Ahora bien, ¿Cuál sería para Freud el origen de esa necesidad de castigo que puede llegar a manifestarse bajo la forma de la reacción terapéutica negativa? Freud se sirve de la función del superyó para avanzar en sus desarrollos, lo que implicó diferenciar dicha función en la particularidad propia de la culpabilidad en la neurosis y en la melancolía. En la primera la culpabilidad se manifiesta “híper-expresa”, pero sin justificación ante el yo, por lo que éste se “revuelve contra la imputación de la culpabilidad” (1923: 52). En la segunda, en cambio, “el yo no interpone ningún veto, se confiesa culpable y se somete al castigo” (1923: 52). Freud avanza un poco más e indica que el superyó puede convertirse en un cultivo puro para las pulsiones de muerte y llegar a ser “híper-moral y, entonces, volverse tan cruel como únicamente puede serlo el ello.” (1923: 54-55). Con ello queda expuesto también el hecho, sorpresivo a los ojos de Freud, de que entre más se abstenga el sujeto de la agresión hacia afuera, más severo y agresivo se manifiesta su ideal del yo, es decir, más expuesto estará el yo a las feroces envestidas de los reclamos y los imperativos devenidos desde el superyó acerca de la falta de coincidencia entre el yo y los ideales. La hipótesis de Freud, acerca de esta función del superyó, supone que éste se constituye por identificación con el arquetipo paterno. “Cualquier identificación de esta índole tiene el carácter de una desexualización o, aún, una sublimación.”… “…parece que a raíz de una tal trasposición se produce también una desmezcla de pulsiones.” … “Sería de esta desmezcla, justamente, de donde el ideal extrae todo el sesgo duro y cruel del imperioso deber ser.” (Freud; 1923: 55). 

(Fragmento del artículo: Síntoma y Reacción Terapéutica Negativa: Algunas notas acerca del resto freudiano y su perspectiva lacaniana. Próxima aparición en la Revista Borromeo, Universidad Argentina John F. Kennedy. John James Gómez G.). 


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[1] Esta fantasía sólo aparecía bajo el vestigio de un obscuro enunciado: “pegan a un niño” sobre el cual el paciente no podía realizar asociaciones, siendo esta fundamentalmente inconsciente. Freud, para lograr algún esclarecimiento, se sirve entonces no de la rememoración o de la interpretación, sino de la construcción como medio, llegando a esbozar una estructura de tres fases entre las cuales, la segunda de ella, revelaba la condición de un masoquismo primordial en los sujetos en quienes dicha fantasía aparecía.
[2] Freud, Sigmund. “El problema económico del masoquismo”, en Obras Completas, Vol. XIX. (Amorrortu Editores, Buenos Aires. 2006), 172.
[3] Freud, Sigmund. “El yo y el ello”, en Obras Completas, Vol. XIX. (Amorrortu Editores, Buenos Aires. 2006), 50.


lunes, 12 de agosto de 2013


Fragmento del texto:  Conferencia en el Museo de la Ciencia y la Técnica de Milán. Lacan, J. 1973. Inédito.

"A pesar de todo, el espacio-tiempo... en fin, lo que propone el señor Einstein... no es algo evidente para los sentidos... quiero decir que todos, ustedes y yo obviamente, en tanto estamos no podemos escapar a esa representación del espacio que, más allá de lo que Einstein dice y propone como probado y verdadero, evidentemente no es sino un abordaje del espacio totalmente imaginario...
Bueno, ahí está un término, que adelanto, el término “imaginario”. Es una palabra clave para mi discurso." 

Comentario:

¿Qué diferencia implica una lectura y escritura del espacio en relación con la representación por imágenes? Pues bien, se trata de un esfuerzo por simbolizar lo imaginario, es decir, por leer y escribir eso que, en principio, es representado a través de los sentidos pero que, como sabemos, engaña. El análisis, al permitir recortar el texto, como diría Jean Michel Vappereau, abrió la posibilidad de corregir la experiencia sensible que, usualmente, tiende a la imaginarización de lo simbólico. Si imaginarizar lo simbólico es, por ejemplo, ubicar en el origen a un ente divino, simbolizar lo imaginario, en cambio, se trata de leer y escribir más allá de lo que los sentidos pueden registrar para reconocer los axiomas que fundan el matema. Ese fue, sin duda, el logro de Newton quien sin dejar de reconocer la invención cartesiana se encargó de aplicar, de manera específica, el análisis al cálculo de las relaciones entre los cuerpos en el espacio en un intento por escribir los axiomas fundamentales que demostraran tales relaciones. Esto le permitió demostrar lo que Arquímedes, Aristarco de Samos, Copérnico, Galileo e incluso el propio Descartes, no habían más que calculado sin llegar comprender. Se trata pues de demostrar a través del análisis y de la lógica, no de probar, en el sentido positivo de lo sensible que, desde muy temprano, resultó en un fracaso rotundo pues la prueba nada demuestra en tanto ver no es comprender. Lamentablemente, algunas disciplinas, entre las cuales la psicología hace semblante de ser abanderada, resultan aún lejanas de un descubrimiento realizado hace más de tres siglos, lo cual parece conminarla a una búsqueda de pruebas, a la manera judicial, que lleva a la moralización basada en la creencia de que puede saber cuál es la mejor manera de vivir para alguien, aunque, del sujeto, nada se comprenda. Supeditar la construcción de saber a la búsqueda de alguna prueba, a pesar que ésta sea calculada estadísticamente, antes que al análisis, es lo mismo que ver sin comprender y, por tanto, es distanciarse de cualquier posibilidad de demostración. Esta cuestión fue señalada de manera simple pero en extremo indicativa por Edgar Allan Poe cuando manifestaba que todo aquel que era capaz de analizar podía sin duda calcular, pero no todo aquel que calculaba lograba alcanzar el análisis. En todo caso, para avanzar en el tratamiento simbólico del espacio, fue necesario el trabajo de Einstein para que pudiese articularse, de manera más precisa, la relación entre los cuerpos a partir del enlace matemático entre espacio y tiempo, categorías Kantianas que han regido la comprensión de lo que, en las ciencias de la naturaleza, se ha denominado realidad.

En este orden de ideas, la simbolización de lo imaginario propende, como hemos mencionado, por la corrección matemática de la experiencia sensible, siendo esta la diferencia con el fantaseo como acto que hace pantalla a la articulación del saber, dificultándolo y, en ocasiones, inhibiéndolo. Sin embargo, lo que resulta reiterativo a pesar de los gigantescos logros de Descartes, Newton y también de Einstein es que, cuando se trata de explicar lo que ya ha sido demostrado a través del matema, la respuesta común deriva en un retorno a la imaginarización de lo simbólico. La causalidad final, una de las cuatro causalidades indicadas por Aristóteles, al ser interpretada por la moral romana, agenciada a través del cristianismo, supuso en el origen el requerimiento de un ser creador. Así, el mito de creación, forma inicial de intentar leer y escribir allí donde no había aún propiamente escritura, se convirtió en el centro de la búsqueda a la que ninguna demostración lleva pero que, aún así, queda como recurso para hacer soportable para muchos, de Descartes hasta Einstein, que en el origen no hay más que agujero, cuestión que no deja de entrar en el lugar de lo traumático, del “trouma”, palabra con la que Lacan escribía al trauma jugando con la homofonía entre trau y “trou” (en francés, “agujero”). No sabemos nada sobre el origen, sobre la génesis, pues incluso el big bang es hoy un mito ya venido a pique con las teorías acerca de las branas y los multiversos para los que, una vez más, no se encuentra causa final pues ella siempre se desplaza en el tiempo y el espacio, retroactivamente, hacia la pregunta ¿Qué había antes de…y dónde estaba eso…?

Si al psicoanálisis freudiano a la luz de la lectura de Lacan interesa tanto las matemáticas es por la función que estas cumplen en relación con lo imaginario y lo real en tanto modo de escritura, por un lado para corregir la experiencia sensible propia de lo imaginario y, por otro, intentar escribir algo de eso que siempre escapa, eso imposible, lo real. 

John James Gómez G.

domingo, 11 de agosto de 2013


Fragmento del texto:  Saber, Verdad, Ignorancia y Goce. Lacan, J. (1971). En: Hablo a las Paredes. Editorial Paidós. 2012. pp. 31-32.

"No hay una sola interpretación que no concierna -en lo que ustedes escuchan- al lazo que se manifiesta entre la palabra y el goce. Puede ser que ustedes lo hagan de manera inocente, sin que nunca se hayan dado cuenta de que nunca una interpretación quiere decir otra cosa, pero en fin, una interpretación analítica siempre es eso, El beneficio, ya sea primario o secundario, es un beneficio de goce. 
La cosa surgió de la pluma de Freud pero no de manera inmediata, puesto que hay una etapa, la del principio del placer. Pero un día lo sorprendió que, hagan lo que hagan, inocente o no, lo que se formula, hagan lo que hagan con eso, es algo que se repite." 

Comentario:

El deseo y el goce se oponen al placer, descubrimiento que a Freud le tomó más de treinta años aceptar, a pesar que se le revelaba una y otra vez en su experiencia, tal como lo muestran cada uno de sus historiales. Freud enuncia desde 1900 -y es algo que hasta hoy parece sostenerse- que el deseo siempre es sexual y lo sexual siempre está en el orden del deseo, es decir, que el deseo siempre está en la dialéctica entre tensión y descarga, entre placer y displacer, no hay nada del orden puro del placer. Descubre además, muy a su pesar, que algo de ese placer/displacer es constituyente de la estructura y tiende hacia la repetición, eso que Lacan dio en llamar "goce". Así, el goce no sería algo malo y por el contrario el deseo sería algo bueno, esa es una perspectiva moral errónea que, a veces, permea a algunos psicoanalistas y que deriva en la "conversión" del psicoanálisis en un nuevo cristianismo, incluso, en algunos casos institucionales, con "papa" incluido. El goce, al igual que el deseo, es estructural, y ambos están del otro lado del principio del placer (título mismo de la obra de Freud), por lo tanto es necesario entender sus modalidades singulares, no señalar a uno u otro como del lado de lo "deseable" o lo "indeseable". Goce y deseo no son cuestiones exclusivas de algunos cuantos. Se trata de algo propio del ser que habla e intenta leer y escribir el mundo y lo inmundo, el problema no es si algunos gozan y otros no, sino ¿cómo goza cada uno? De tal manera, pues, el goce no es generalizable. Esto se debe a que el soporte del goce es el cuerpo que se tiene, y esto es uno por uno, razón por la cual el lugar privilegiado para hablar del goce es la experiencia analítica. Por otro lado siempre se podrá decir un poco más sobre el goce que sobre el deseo, pues el segundo insiste como falta mientras el primero siempre insiste como exceso. Los dos son constituyentes de la vida misma, imprescindibles. Y no saber hacer con el deseo puede ser igual o más tormentoso para un sujeto que no saber hacer con sus modos de gozar. Es allí donde el psicoanálisis abre un lugar para que el sujeto pueda saber de eso que sin saber sabe por el hecho mismo de que es constituyente para él. Es necesario abrir los ojos ante la tendencia, cada vez más frecuente de algunos, de usar el psicoanálisis como discurso moral, y que lleva a que se determinen buenas y malas palabras. El narcisismo y el goce (palabras a las que suelen atribuir un lugar indeseable y que algunos usan incluso como señalamiento "clínico" u ofensa, en cuyo caso las dos cosas son lo mismo), por ejemplo, no son cosas "malas" que le pasan al sujeto, son condiciones necesarias sin las que no habría sujeto, la cuestión es tratar de saber cómo opera eso (Ello) en la lógica de su manera de ex-sistir en el espacio-tiempo que Freud, tal vez no muy afortunadamente, llamó "realidad psíquica". Ya Lacan indicaba que el goce es eso sin lo cual la vida no merece ser vivida...

John James Gómez G.

¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

 “Se abre paso la vida con la misma terquedad con la que una plantita minúscula es capaz de rajar el suelo de hormigón para sacar la cabeza....