martes, 19 de noviembre de 2013

Fragmento del texto: Los que Delinquen por Consciencia de Culpa. Freud, S. (1916). En: Algunos Tipos de Carácter Dilucidados por el Trabajo Psicoanalítico. Obras Completas, vol. XIV. Amorrortu Editores. 1979. pp. 338.

“Por paradójico que pueda sonar, debo sostener que ahí la conciencia de culpa preexistía a la falta, que no procedía de esta, sino que, a la inversa, la falta provenía de la conciencia de culpa. A estas personas es lícito designarlas como «delincuentes por conciencia de culpa». La preexistencia de esta última, desde luego, había podido demostrarse por toda una serie de otras manifestaciones y efectos.”

Comentario:

La culpabilidad no sólo pesa como persecutoria; ella exige al Yo trasgredir para hacerse a un castigo que resulte en la descarga de la tensión derivada del peso de dicha culpa. Es un fenómeno no poco frecuente y que, sin duda, reviste gran interés. Sin embargo, esto no deja de resultar paradójico. El sentido común, exento de la concepción de lo inconsciente, supone siempre a la culpa como derivada de la trasgresión y parece absurdo suponer el movimiento inverso. No obstante, la experiencia analítica permite constatar la búsqueda inconsciente del castigo como modo de "reparación" de una culpabilidad preexistente.

En la culpabilidad inconsciente, masoquismo moral marcado por la necesidad de castigo, el Yo elige suponiendo que es inmune a la ley, desconociéndola, para así garantizarse el castigo derivado de su acto. Paradójicamente, en su locura neurótica, desconoce su responsabilidad, por lo cual intentará validar ante el Otro su fantasía de no ser más que una "inocente" víctima. Pasa así en su fantasía de transgresor a víctima, esperando que algún otro responda por el desconocimiento del que sólo él es responsable.

Tal vez los “adolescentes” parezcan el ejemplo que se encuentra al alcance de la mano, lo que no evita que ello se presente de manera bastante frecuente en los “adultos”; división meramente artificial si se comprende que lo inconsciente no responde a la noción de desarrollo ni de maduración. La posición del sujeto en la culpabilidad responde al deseo que ha sido desalojado por representar peligro para el Yo en tanto él denuncia su herida narcisista. La agresión, la trasgresión, la competencia especular, se orientan en la búsqueda de velar la falta estructural que la unidad ilusoria del Yo intenta sostener y que, por su desconocimiento, lo conmina a la culpabilidad inconsciente. Así, el Yo cede el deseo y en su acto de desconocimiento deviene culpable por haber callado al sujeto del inconsciente. A partir de ese momento la repetición de un aparente destino toma consistencia. La búsqueda del castigo se instala como solución fallida a la culpabilidad aunque con ella se logre una descarga pulsional. El Yo no sabe qué lo mueve a la trasgresión y a la búsqueda de castigo, pero, sea como fuere, no cesa de sentir el empuje hacia ello. Se sueña así como víctima eterna de Otro que lo persigue, que lo trata con injusticia; alma bella que no reconoce ninguna implicancia en aquello que le acontece. El delito por consciencia de culpa, propiamente dicho, es el extremo de ello, lo que no significa que la necesidad inconsciente de culpa no esté presente aún allí donde no se llega a delinquir: la repetición del fracaso, del destino siniestro, del ¿por qué siempre a mi?, son algunos ejemplos comunes de la queja del Yo en su búsqueda incesante de recibir el no sabido merecido castigo. 


John James Gómez G.

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¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

 “Se abre paso la vida con la misma terquedad con la que una plantita minúscula es capaz de rajar el suelo de hormigón para sacar la cabeza....