lunes, 25 de noviembre de 2013

Fragmento del texto: La Ciencia y la Verdad. Lacan, J. (1966). En: Escritos 2. Siglo XXI Editores, 2ª ed. 2011. pp. 820. (Primera parte).

“La oposición entre las ciencias exactas y las ciencias conjeturales no puede sostenerse ya desde el momento en que la conjetura es susceptible de un cálculo exacto (probabilidad) y en que la exactitud no se funda sino en el formalismo que separa axiomas y leyes de agrupamiento de los símbolos.”

Comentario:

Lacan toma posición en relación a las llamadas “ciencias humanas”, indicando que su denominación es imprecisa pues no hay nada en ellas que pueda hablar del hombre propiamente dicho. Y es que si se toma al hombre y con él, la particularidad del sujeto, se hace evidente que éste ha sido excluido de las ciencias por la reducción que ellas intentan hacer de un objeto que sea verificable en el campo que, desde el positivismo, se intentaba establecer como terreno seguro, aunque ello fuese solo una ilusión.

Lo que está en juego en ellas es la conjetura, es decir, el juicio que se forma acerca de los acontecimientos a partir de indicios y observaciones. Ello dista de la búsqueda metafísica, como de cualquiera las aspiraciones de explicar alguna esencia acerca de lo humano, tanto en la filosofía, como en la antropología, la sociología y, sobre todo, en la psicología, pues ésta última, tempranamente, tomó partido por hacer de la fisiología su medio y de las conductas y los procesos anatomo-funcionales su objeto.

Reconocer la conjetura como condición de las ciencias es quitar el velo que sirve para sostener la falacia de que hay alguna esencia, causa final, verdadera y plenamente cognoscible. Que la causa final está perdida es lo que prueban los intentos de explicación de cualquier origen. El desplazamiento del punto de origen es inevitable, tal como lo han mostrado las ciencias, todas ellas, pues, a pesar de la exactitud de la física, ella no ha podido más que estrellarse contra el insoportable rasgo escurridizo de un origen que cuando se cree haber logrado, deviene en el mismo acto de su hallazgo un mito, siendo este constituyente en el mismo sentido que lo es para la antropología.

Es así que, si se atiende a la conjetura, se encuentra que la exactitud no depende de alguna prueba experimental, sino, del cálculo del que es susceptible la formulación de enunciados matemáticos. Y, cuando la lógica, con Boole, devino algebra, y la probabilidad se tomó a la exactitud, tal como lo ha mostrado el avance de la física desde la mecánica cuántica hasta las más recientes teorías de súper cuerdas, la línea divisoria entre ciencias conjeturales y exactas se desvaneció, pues, la conjetura devino calculable en la probabilidad y la exactitud devino sólo probable. Es probable que haya 10500  universos, según nos dicen los físicos en la teoría de súper cuerdas, cada universo con leyes diversas y, probablemente, alguno, idéntico al nuestro. No hay pues más exactitud, ella devino el sueño de los que, desesperadamente, guardan en su corazón la ilusión narcisista de un dios que eligió al anthropos como ser esencial de su creación.


John James Gómez G.  

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¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

 “Se abre paso la vida con la misma terquedad con la que una plantita minúscula es capaz de rajar el suelo de hormigón para sacar la cabeza....