Fragmento del texto: 1ª Conferencia. Freud, S. (1916).
Conferencias de Introducción al Psicoanálisis. En: Obras Completas, vol XV.
Amorrortu Editores. 1979. pp. 18.
“Ni la filosofía especulativa ni la psicología
descriptiva, ni la llamada psicología experimental, que sigue las huellas de
la fisiología de los sentidos, tal como se las enseña en las escuelas, son
capaces de decirles algo útil acerca de la relación entre lo corporal y lo
anímico o de ponerles al alcance de la mano las claves para la comprensión de
una perturbación posible en las funciones anímicas. Dentro de la medicina, es
cierto que la psiquiatría se ocupa de describir las perturbaciones del alma
observadas y de reunirías en ciertos cuadros clínicos, pero por momentos los
propios psiquiatras dudan de que sus clasificaciones meramente descriptivas
merezcan el nombre de una ciencia. Los síntomas que componen esos cuadros
clínicos no han sido individualizados en su origen, ni en su mecanismo, ni en
su enlace recíproco; no les corresponden alteraciones registrables en el
órgano anatómico del alma, o esas alteraciones son tales que a partir de
ellas no podría explicárselos. Y esas perturbaciones del alma sólo son
susceptibles de influencia terapéutica cuando se las puede individualizar
como efectos colaterales de una afección orgánica por lo demás.
He ahí la laguna que el psicoanálisis se empeña en
llenar. Quiere dar a la psiquiatría esa base psicológica que se echa de
menos, y espera descubrir el terreno común desde el cual se vuelva inteligible
el encuentro de la perturbación corporal con la perturbación anímica.”
Comentario:
Que la separación entre lo anímico y lo somático reinaba
desde siempre en la filosofía moderna es, a estas alturas, cosa harto sabida y
repetida, lo cual no significa que se hayan comprendido sus implicaciones y sus efectos ni
mucho menos que se haya hecho, en la mayoría de las disciplinas que tratan lo
uno Ó lo otro, algún intento riguroso por la articulación de lo uno Y lo otro.
Todo intento de explicación que aborda por separado a estas
categorías reitera la falsa oposición
entre cuerpo y alma, es decir, entre soma y psique, como también en las
ciencias sociales se ha mantenido en diversas ocasiones la falsa oposición
entre el sujeto y la sociedad, entre el sujeto y el Otro. Es allí, justo en
tales oposiciones, donde el psicoanálisis devela la falacia y muestra la
articulación de continuidad que liga lo uno Y lo otro. Es esa la intención
declarada por Freud en sus trabajos y confirmada en cada una de las
elaboraciones de Lacan.
Aún hoy se trata de reducir las explicaciones de los
fenómenos de lo psíquico a lo somático, más precisamente a lo orgánico o, de
otro lado, se toma a lo psíquico como absolutamente independiente de lo
somático, sin advertir la clara evidencia de que soma y psique son dos cuerpos
que se fusionan siendo, al mismo tiempo, uno y dos. La principal dificultad
estriba tal vez en el hecho de que se asume que la relación entre los cuerpos
debe ser, en todos los casos, de continente contenido, tal y como ella fue
propuesta por Aristóteles. Es así que si a la psique es asignada el estatuto de
contenido, claramente el soma será el
continente, siendo así que las modificaciones substanciales del primero
dependerán a nivel explicativo de las particularidades del segundo. Ha sido así
desde la filosofía moderna hasta las neurociencias, pasando por la psiquiatría
y la psicología que fundó sus bases en la fisiología de la conducta.
El propósito de Freud fue articular lo que la filosofía y
las ciencias modernas habían separado sin miramientos y en pleno
desconocimiento de las indicaciones que en la antigüedad los Estoicos ya habían
brindado constituyendo un medio para articular la continuidad entre los cuerpos. A los fines de la separación triunfó la lógica aristotélica allí donde la lógica estoica permitía leer la continuidad. Para ellos, los Estoicos, la relación entre los cuerpos no era,
necesariamente, de continente y contenido. Los cuerpos podían fusionarse y ser
al mismo tiempo dos y uno, a condición de que en tal fusión se perdiera “algo”
que ellos denominaron incorporal.
En tal sentido, la invención del “trieb” freudiano, la
pulsión, como un concepto fronterizo entre lo anímico y lo somático, es el
primer esbozo articulador de dos cuerpos: organismo y lenguaje, que se funden
para constituir algo que es al mismo tiempo uno y dos y que, de su fusión,
resulta la pérdida de un resto que será irrecuperable; incorporal que Lacan
decidió nombrar “objeto a”. De la
fusión que se arma en el par S1-S2, el producto, como resto, es a.
Lacan describió el
discurso que se forma a partir de tal articulación y da cuenta de cómo allí es
posible pensar el sujeto y la verdad que de él siempre se vela, así como del
goce que lo habita.
Si Freud denunció de manera enfática la posición de
separación que se observaba en las propuestas de las ciencias de su época y,
por qué no decirlo, misma que se sostiene en buena parte de la psicología, la
psiquiatría y las neurociencias de hoy, es por el hecho de reconocer allí una
aporía para la comprensión posible de la relación entre lo anímico y lo
somático.
Hacer entrar la articulación de lo anímico y lo somático, puso al descubierto el agujero de la conciencia a la que se le atribuía el pleno dominio de
la razón y mostró que había otro escenario para ésta última. Razón que obedece a
una lógica que supera ampliamente los estrechos modos de la razón aristotélica
y que exige incluso a las más elaboradas modalidades de la lógica moderna ir más allá de sus límites imaginarios.
El psicoanálisis incomoda, eso es claro, al punto en que al
interior mismo del psicoanálisis es fácil encontrar aquellos que prefieren
hacer de él un modo de la moral o la religiosidad para evadir así la responsabilidad
de soportar las exigencias de la lógica en la que ex–siste el sujeto del
inconsciente del cual, la estructura, es la paradoja. Tampoco hay que hacerse demasiadas ilusiones. Es justo por ello y en ese preciso lugar donde se abre la
pregunta de la ética por la cual, uno por uno, debe responder.
John James Gómez G.
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