martes, 5 de noviembre de 2013

Fragmento del texto: 1ª Conferencia. Freud, S. (1916). Conferencias de Introducción al Psicoanálisis. En: Obras Completas, vol XV. Amorrortu Editores. 1979. pp. 18.

“Ni la filosofía especulativa ni la psicología descriptiva, ni la llamada psicología experimental, que sigue las huellas de la fisiología de los sentidos, tal como se las enseña en las escuelas, son capaces de decirles algo útil acerca de la relación entre lo corporal y lo anímico o de ponerles al alcance de la mano las claves para la comprensión de una perturbación posible en las funciones anímicas. Dentro de la medicina, es cierto que la psiquiatría se ocupa de describir las perturbaciones del alma observadas y de reunirías en ciertos cuadros clínicos, pero por momentos los propios psiquiatras dudan de que sus clasificaciones meramente descriptivas merezcan el nombre de una ciencia. Los síntomas que componen esos cuadros clínicos no han sido individualizados en su origen, ni en su mecanismo, ni en su enlace recíproco; no les corresponden alteraciones registrables en el órgano anatómico del alma, o esas alteraciones son tales que a partir de ellas no podría explicárselos. Y esas perturbaciones del alma sólo son susceptibles de influencia terapéutica cuando se las puede individualizar como efectos colaterales de una afección orgánica por lo demás.
He ahí la laguna que el psicoanálisis se empeña en llenar. Quiere dar a la psiquiatría esa base psicológica que se echa de menos, y espera descubrir el terreno común desde el cual se vuelva inteligible el encuentro de la perturbación corporal con la perturbación anímica.”


Comentario:

Que la separación entre lo anímico y lo somático reinaba desde siempre en la filosofía moderna es, a estas alturas, cosa harto sabida y repetida, lo cual no significa que se hayan comprendido sus implicaciones y sus efectos ni mucho menos que se haya hecho, en la mayoría de las disciplinas que tratan lo uno Ó lo otro, algún intento riguroso por la articulación de lo uno Y lo otro.

Todo intento de explicación que aborda por separado a estas categorías reitera la  falsa oposición entre cuerpo y alma, es decir, entre soma y psique, como también en las ciencias sociales se ha mantenido en diversas ocasiones la falsa oposición entre el sujeto y la sociedad, entre el sujeto y el Otro. Es allí, justo en tales oposiciones, donde el psicoanálisis devela la falacia y muestra la articulación de continuidad que liga lo uno Y lo otro. Es esa la intención declarada por Freud en sus trabajos y confirmada en cada una de las elaboraciones de Lacan.

Aún hoy se trata de reducir las explicaciones de los fenómenos de lo psíquico a lo somático, más precisamente a lo orgánico o, de otro lado, se toma a lo psíquico como absolutamente independiente de lo somático, sin advertir la clara evidencia de que soma y psique son dos cuerpos que se fusionan siendo, al mismo tiempo, uno y dos. La principal dificultad estriba tal vez en el hecho de que se asume que la relación entre los cuerpos debe ser, en todos los casos, de continente contenido, tal y como ella fue propuesta por Aristóteles. Es así que si a la psique es asignada el estatuto de contenido, claramente el soma  será el continente, siendo así que las modificaciones substanciales del primero dependerán a nivel explicativo de las particularidades del segundo. Ha sido así desde la filosofía moderna hasta las neurociencias, pasando por la psiquiatría y la psicología que fundó sus bases en la fisiología de la conducta.

El propósito de Freud fue articular lo que la filosofía y las ciencias modernas habían separado sin miramientos y en pleno desconocimiento de las indicaciones que en la antigüedad los Estoicos ya habían brindado constituyendo un medio para articular la continuidad entre los cuerpos. A los fines de la separación triunfó la lógica aristotélica allí donde la lógica estoica permitía leer la continuidad. Para ellos, los Estoicos, la relación entre los cuerpos no era, necesariamente, de continente y contenido. Los cuerpos podían fusionarse y ser al mismo tiempo dos y uno, a condición de que en tal fusión se perdiera “algo” que ellos denominaron incorporal.

En tal sentido, la invención del “trieb” freudiano, la pulsión, como un concepto fronterizo entre lo anímico y lo somático, es el primer esbozo articulador de dos cuerpos: organismo y lenguaje, que se funden para constituir algo que es al mismo tiempo uno y dos y que, de su fusión, resulta la pérdida de un resto que será irrecuperable; incorporal que Lacan decidió nombrar “objeto a”. De la fusión que se arma en el par S1-S2, el producto, como resto, es a.







Lacan describió el discurso que se forma a partir de tal articulación y da cuenta de cómo allí es posible pensar el sujeto y la verdad que de él siempre se vela, así como del goce que lo habita.

Si Freud denunció de manera enfática la posición de separación que se observaba en las propuestas de las ciencias de su época y, por qué no decirlo, misma que se sostiene en buena parte de la psicología, la psiquiatría y las neurociencias de hoy, es por el hecho de reconocer allí una aporía para la comprensión posible de la relación entre lo anímico y lo somático. 

Hacer entrar la articulación de lo anímico y lo somático, puso al descubierto el agujero de la conciencia a la que se le atribuía el pleno dominio de la razón y mostró que había otro escenario para ésta última. Razón que obedece a una lógica que supera ampliamente los estrechos modos de la razón aristotélica y que exige incluso a las más elaboradas modalidades de la lógica moderna ir más allá de sus límites imaginarios. 

El psicoanálisis incomoda, eso es claro, al punto en que al interior mismo del psicoanálisis es fácil encontrar aquellos que prefieren hacer de él un modo de la moral o la religiosidad para evadir así la responsabilidad de soportar las exigencias de la lógica en la que ex–siste el sujeto del inconsciente del cual, la estructura, es la paradoja. Tampoco hay que hacerse demasiadas ilusiones. Es justo por ello y en ese preciso lugar donde se abre la pregunta de la ética por la cual, uno por uno, debe responder.


John James Gómez G.

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¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

 “Se abre paso la vida con la misma terquedad con la que una plantita minúscula es capaz de rajar el suelo de hormigón para sacar la cabeza....