Fragmento del texto: De lo Inconsciente a lo real. Lacan, J.
(1975-1976). En: El Sinthome. El Seminario, libro 23. Editorial Paidós. 2006.
pp. 130. (Segunda parte).
“… la instancia del saber que Freud renueva, quiero decir
innova, con la forma del inconsciente, no supone en absoluto obligatoriamente
lo real del que me sirvo.”
Comentario:
El cross cap se
encuentra constituido por un disco, puede decirse también, una recta infinita
que se cierra sobre sí misma, y una banda de Moebius. Son esos dos objetos los
que resultan del corte. Como ya he mencionado en la primera parte de este
comentario, la banda de Moebius a pesar de ser una superficie no orientable,
conserva la posibilidad de inversión de la imagen especular debido a que la
semi torsión que la constituye está de un solo lado puesta de cierta manera ante el espejo. En tanto modelo, permite
dar cuenta de una escritura posible del sujeto en la continuidad entre el 1 y
el 2 de sus caras en tanto lo que representa a un significante para otro
significante (S1-S2). Sin embargo, es necesario articular dicha escritura, que
no deja de tener en el Yo su proyección especular, con el objeto a, invención de Lacan, objeto inédito, pues
siendo rigurosos no se encuentra propiamente en ningún lugar de la obra de Freud.
El objeto a, es no
especularizable. Es un objeto que no corresponde con ninguno de los objetos del
mundo de las imágenes y es la manera en que Lacan nombra lo que falta en el agujero de lo real. Dicho objeto articula los
tres registros, pues de él se hacen sustitutos imaginarios y simbólicos, pero,
en todo caso, siempre sustitutos. El objeto a,
como objeto inédito es siempre lo que falta, en tanto real. Letra con la que se denomina entonces el efecto de una
recta infinita que se cierra sobre sí misma constituyendo un disco que,
topológicamente, puede ser equivalente a un agujero.
El agujero es irrepresentable imaginariamente y no hay
orientación alguna frente a él a través de lo especular. Se puede tratar de
escribir. De hecho, la neurosis es ya un intento de escritura, aunque en exceso
fallido, pero que, en todo caso, da cuenta del trauma (trou-ma [Neologismo de
Lacan para expresar trauma y a la vez agujero), es decir, de la intención de
hacer un matema del agujero traumático en su articulación con el fonema. En la
neurosis la escritura no llega a pasar del hecho de inscribir sin una escritura
propiamente dicha. Es a ello a lo que se llama el mito, incluso podríamos decir, en
palabras de Lévi-Strauss: mitema.
Sea como fuere, Lacan aclara que: “El matema, aunque lo
abordemos por la vía de lo simbólico, no deja de ser real.” (Lacan, J. De la
incomprensión y otros temas. pp. 67. 1971 [2012]). Es decir que el matema puede
escribirse pero nuca será completamente escrito, es eso lo que está en el
centro de su famoso anuncio de “no hay relación sexual”. La relación sexual no cesa de no escribirse. Y es que no importa
cuantos bucles se hagan recorriendo la banda, es decir, no importa cuantos
recorridos por los desplazamientos significantes que dan cuenta del sujeto del
inconsciente se lleven adelante, el agujero estará perpetuamente ahí. La
lectura y la escritura a su alrededor no tienen como finalidad llenarlo, ni darle sentido, sino, abrir paso a la construcción de una lógica que permita al
sujeto hacer cada vez mejor con el agujero, sirviéndose de él y no sólo
padeciéndolo, modo más común en las neurosis. Es justamente el
intento desesperado por llenar de sentido el agujero con la formulación de
mitemas y no con la construcción de matemas, que el agujero conlleva una
repetición que no deja de tener un fuerte impacto de horror. El discurso del
amo, de la histérica, de la universidad y, sobre todo, el del capitalismo, cada uno a su modo,
operan con esa lógica de desalojar el agujero y con ello al matema. El discurso psicoanalítico intenta, por el contrario,
poner el objeto a como agente que
permita leer a partir del sujeto del inconsciente la lógica derivada de los
efectos del objeto a, para que escribir algo del matema sea posible. Es allí donde el psicoanálisis resulta
más insoportable para las ilusiones del Yo y del Superyó, es decir, de cómo
habitan en cada uno la ilusión de completitud y los ideales de la cultura.
Decir entonces que hay un inconsciente real, conlleva, a mi
juicio, una imprecisión importante. Hay lo real y ello es introducido en la
vida humana por el encuentro con lo traumático, es decir con lo que el significante introduce de saber, que deviene intento de lectura y
escritura del agujero irrepresentable. El sujeto del inconsciente está, como en
el cross cap, “amalgamado” al
agujero. Sujeto del inconsciente y objeto a,
están en una articulación lógica que intenta devenir matema ($<>a). No obstante, el
matema no deja de ser real y en su imposibilidad lógica, no es
lo inconsciente, pues este último ex-siste entre interior y exterior como
superficie no orientable que a pesar que irrumpa con el equívoco o
cualquiera otra de sus formaciones, no deja de ser simbólico aunque en su producción encuentre un límite. Si el
inconsciente deviniese real, habría entonces copulación entre el sujeto del
inconsciente y el objeto a, quedando
así negada la imposibilidad de la relación sexual, habría pues algún tipo de relación sexual y no habría más teoría universal del falo. Decir que hay un
inconsciente real, conllevaría asumir que sujeto del inconsciente y objeto a, han copulado y, entonces, que lo simbólico y lo real han dejado de participar junto con lo imaginario en una cadena borromea y se han convertido en una única y misma cosa. De otro lado, tal vez, el matema
real devendría así simbólico y lo inconsciente pasaría, sustitutivamente a lo
real. El objeto a, podría ser escrito
ya no sólo con una letra sino que además podría ser representado
especularmente. Decir que hay un inconsciente real no sería pues el psicoanálisis, ni el reverso del
psicoanálisis, sino, el psicoanálisis al revés.
John James Gómez G.
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