viernes, 8 de noviembre de 2013

Fragmento del texto: El Espíritu de los Nudos. Lacan, J. (1975-76). En: El Seminario, libro 23: El Sinthome. Editorial Paidós. 2006. pp. 18. (Segunda parte).

“En efecto, la interpretación opera únicamente por el equívoco. Es preciso que haya algo en el significante que resuene.”

Comentario:

No todo es posible de ser interpretado y la interpretación no es algo que acontezca a partir de lo que el Yo ve en las imágenes del mundo, cuestión con la que parece tropezar incesantemente la psicología. El salvajismo de la interpretación de lo que el ojo ve o de lo que el que escucha supone ya saber por el hecho mismo de escuchar lo que otro dice, lo que abunda en las cafeterías de las universidades donde hay programas de psicología, o en la vida cotidiana de muchos psicólogos y no psicólogos, erra de manera harto notable por desconocer el punto mismo en el que se juega la interpretación. Salvajismo orientado por la ilusión de aquel que cree poder reconocer en lo que ve y escucha el sentido verdadero de las palabras, mientras desconoce que lo que en tales casos reconoce es su propio mensaje que solo puede leer a medias cuando lo supone como equívoco en algún otro. No es ese el lugar del analista ni mucho menos su función, pues para advenir a ella es necesario reconocer que tal lugar es una invención del analizante ya que no hay más ser del analista que el de ser dicho en alguna parte y, por tanto, el analista debe suponer que ahí, donde el analizante habla, hay un sujeto.

Es así como algo del significante puede resonar, es decir, puede aparecer o desaparecer interrogando el lugar del sujeto en su decir y no en el significado de lo que las palabras parecen querer decir. El equívoco toma todo su valor en ese punto, no sólo porque aparezca explícitamente en el decir, sino porque puede aparecer aún sin que sea evidente para el Yo.

Por ejemplo, una persona de habla española que conoce bien el idioma francés, relata un sueño diciendo: “tomo la mermelada y comienzo a lamer”. Fácilmente podría caerse en la búsqueda del significado que tiene para el analizante la mermelada; si le gusta o no, en fin, cualquiera otro sentido posible de imaginar. Sin embargo, al pedirle que cuente nuevamente el sueño, resuena en su decir, por el énfasis en que pone a las palabras al contar nuevamente todo aquello que dice recordar del sueño, la frase: “tomo la mermelada la unto y comienzo a lamer lamermelada”. Esta frase es repetida por quien se presta al lugar de analista. Al escuchar el retorno de la frase : “lamer lamermelada”, el analizante se ve sorprendido por el equívoco que reconoce, a saber, “la mère, la mère, me la da” (La madre, la madre, me la da). El equívoco aparece en este caso porque quien lo enuncia cuenta en sus enjambres significantes (como muchos, aunque no sean bilingües ni políglotas) con palabras extranjeras que sirven a los fines de las formaciones del inconsciente. En la interpretación no se trata pues del sentido imaginado sino de lo que sorprende por vía de lo que se desliza en las cadenas significantes.


John James Gómez G.



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¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

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