Fragmento del texto: De la Incomprensión y Otros Temas.
Lacan, J. (1971). En: Hablo a las Paredes. Editorial Paidós. pp. 62. 2012. (Primera parte).
“… todo lo que
estimuló efectivamente la investigación lógica relativa a las matemáticas
partió de la idea de que la no contradicción no bastaría para fundamentar la
verdad. Esto no quiere decir que la no contradicción no sea algo esperable y hasta
exigible. Pero lo que es seguro es que no es suficiente.”
Comentario:
La no contradicción, desde Aristóteles, se ha mantenido en
el horizonte de la lógica y luego de la matemática, como la ilusión de una condición necesaria y
suficiente para acceder a la verdad. Se soñó en ello el acceso al dios de la
naturaleza, cualquiera sea su nombre, aquel a quien se le supone la posibilidad
de leer y escribir aunque lo que se constate cada vez sea que, a lo sumo,
habla, pero de ningún modo es seguro que lea o escriba. No es extraña la
pregunta que acosa a los matemáticos acerca de si acaso sería ese dios el que
creo las matemáticas pues ellas parecen coincidir con lo que ya estaba allí, a
saber, unas ciertas leyes por las que se dice que el universo se rige.
No pasó mucho tiempo en que la distancia que poco a poco
tomaron la lógica y las matemáticas, tal vez por el avance apresurada de las
segundas, condujera al encuentro con el absurdo en la posibilidad del alcance
de alguna verdad que fuera sostenible. No sólo por el hecho de que lo que se
denomina realidad aparecía cada vez como más extraño, sino, porque la
contradicción y la paradoja, no dejaban de asaltar, mostrando que el soñado
principio aristotélico de no contradicción resultaba falseado por lo que era susceptible de
escribirse con las matemáticas.
Fue necesario entonces retomar el estudio de la lógica,
ahora, de la mano de la matemática. La lógica matemática abrió las puertas al
encuentro con la evidencia de que la verdad no se alcanza de manera directa y que el principio
de contradicción no es suficiente para aspirar a su alcance. Sólo con dar una
mirada a la paradoja de Russell (o a cualquiera otra) y a las matemáticas propias de la mecánica cuántica bastaría para
percatarse de que la paradoja está allí, no como absurdo, sino como estructura.
Sin embargo, ellas dejan por fuera al Otro y con ello,
también al sujeto y al objeto a.
Aunque la geometría de la recta haya llevado al descubrimiento de la recta infinita
(D.I.) que por serlo se cierra sobre sí misma, esto no ha sido suficiente para
introducir la pregunta por el agujero de aquello que es no representable, razón
por la cual el uso de las matemáticas, en la física, apunta continuamente al
hallazgo verificable de algún mito originario que explique el principio y fin
último de las cosas. Resulta pues insoportable el encuentro con el agujero, es
decir, con la recta infinita que se cierra sobre sí misma, dejando por fuera
toda representación imaginaria, toda especularidad.
Si bien la lógica matemática permitiría el acceso a la cuestión de un sujeto de estructura paradójica, habiendo logrado
modificaciones sobre la lógica clásica y, por tanto,
variantes sobre la verdad basada en el principio de no contradicción, ello no es suficiente para articular algo que tenga que ver con lo que Lacan llamó el objeto a.
No hay que entender con esto que la
ciencia busca en alguna medida hacer entrar al sujeto que ha excluido desde
sus comienzos. Es fácil corroborar que, a pesar que la lógica matemática brinde
los medios para acceder a la estructura paradójica que lo constituye, a las
ciencias nada les interesa cuando se trata de él. Mucho menos deberíamos creer, aunque
se hable de subjetividad en las ciencias sociales, que exista en realidad alguna
comprensión de su alcance pues no deja de confundirse en ellas al sujeto con el
Yo, con la persona o con el individuo. Se busca encontrar el sujeto como imagen
y se olvida que sólo puede darse cuenta de él por el lenguaje en la relación
entre el sujeto del enunciado y el sujeto de la enunciación.
John James Gómez G.
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