Fragmento del texto: El Chiste y su Relación con lo Inconsciente. Freud, S. (1905). En: Obras Completas, vol. VIII. Amorrotu
Editores. 1979. pp. 220-221.
“Alguna noticia sobre el desplazamiento humorístico se
obtiene si se lo considera bajo la luz de un proceso defensivo. Los procesos de
defensa son los correlatos psíquicos del reflejo de huida y tienen la misión
de prevenir la génesis de un displacer que proceda de fuentes internas; en el
cumplimiento de esa tarea sirven al acontecer anímico como una regulación
automática que, es verdad, resulta ser dañina a la postre y por eso es
preciso que sea sometida al gobierno del pensar conciente. En una determinada
variedad de esa defensa, la represión fracasada, he podido pesquisar el
mecanismo eficiente para la génesis de las psiconeurosis. Pues bien; el humor
puede concebirse como la más elevada de esas operaciones defensivas.”
Comentario:
Cada cierto tiempo, alguna “investigación científica” de
aquellas que suelen ser anunciadas por los noticieros televisivos, manifiesta
el redescubrimiento de los efectos benéficos derivados de la risa, del humor y del
chiste. Todas ellas hacen énfasis, bien en la distención muscular, bien en las
endorfinas que se producen a partir de la risa brindando estados de placer. Se explica en dichas investigaciones que la risa contribuye
al bienestar “físico y mental”, aunque las disciplinas que intentan dar cuenta
de ello se vean atrapadas en los límites que les imponen sus concepciones en
las que el sujeto queda excluido o reducido al funcionamiento anatómico.
Ya en 1905, año en que Freud había avanzado lo suficiente en
sus investigaciones como para comprender que la pulsión (trieb) era la
desviación de una meta natural, constituyendo así un concepto fronterizo entre
lo anímico y lo somático, anunciaba la función del chiste. El chiste y el humor, permiten descargar la tensión que el Yo padece cuando se ve enfrentado a
representaciones que le causan displacer y, en tal sentido, opera como un
proceso defensivo que permite desviar los montos de afecto a representaciones
sustitutivas. Es entonces, el humor, según Freud, la más elevada de las operaciones defensivas.
No es necesario que el Yo se entere conscientemente de
aquello displacentero de lo que intenta huir vía el chiste. De hecho, lo más
común es que ello permanezca inconsciente. No obstante, la descarga del monto
de afecto permite al Yo despojarse transitoriamente de la angustia, merced de
lo cual sería posible afirmar que si el chiste causa risa es porque ha venido a
sustituir las representaciones vinculadas con el apronte angustiado.
Por otra parte, la ironía sobre el propio Yo, lo que comúnmente
es dicho como “ser capaz de reírse de sí mismo”, opera como un modo de
disminución de la tiranía superyoica a la vez que atenúa los efectos de la
constitución paranoica del Yo. Así, el Superyó pierde buena parte de su potencia
y el Yo gana flexibilidad en torno a los ideales, padeciendo menos la ferocidad
imaginaria derivada de su sumisión a los mismos.
Si el chiste, y con él la risa, logran un cierto “bienestar
físico y mental” (como suelen llamarlo) es, precisamente, porque entre el organismo y el sujeto del
lenguaje hay una continuidad constitutiva propia de la incorporación, haciendo así un
cuerpo que es al mismo tiempo uno y dos.
John James Gómez G.
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