viernes, 29 de agosto de 2014

Fragmento del texto: “Variantes de la cura-tipo”. Lacan, J. (1955). En: Escritos 1. Siglo XXI Editores. 2ª ed. 2008. pp. 338. [Tercera parte del comentario]

“Esa palabra, que constituye al sujeto en su verdad, le está sin embargo vedada para siempre, fuera de los raros momentos de su existencia en que prueba, cuán confusamente, a captarla en fe jurada, y vedada en cuanto que el discurso intermedio lo destina a desconocerla. Habla sin embargo en todas partes donde puede leerse en su ser, o sea, en todos los niveles que lo ha formado. Esta antinomia es la misma del sentido que Freud dio a la noción de inconsciente.”

Comentario:

El silencio interroga, divide al sujeto. ¿Por qué? Precisamente porque allí, en lo no dicho, el Yo se ve enfrentado al retorno de la palabra que lo interroga, al realizarse en la oreja de aquel que la ha enunciado, luego de haber tenido un destinatario a quien se le supone un saber. Se trata de una cuestión fundamental para la experiencia analítica. El hecho de que se produzca tal división hace reconocer que, en relación al saber, siempre hay la suposición de que, en algún lugar, podría completarse. Es eso lo que se demanda a quien elige escuchar a otro en el dispositivo analítico; responsabilidad que se sustenta en el reconocimiento de que, precisamente, el saber no puede completarse y, por tanto, intentar colmar la demanda constituye, por definición, una imposibilidad lógica.

El sujeto surge ahí, en ese intersticio en el cual el saber supuesto queda expuesto a su incompletitud estructural. Un acontecimiento de esa magnitud enfrenta al Yo con la perplejidad derivada de la revelación de una vanidad que encubre su posición paranoica constituyente. Así, la verdad se manifiesta en aquella palabra que da cuenta de la división del sujeto. Es por ello que, en el discurso que Lacan denominó “del analista”, el saber, representado en la escritura por el S2, se ubica en la posición de la verdad. Es por la apuesta que el analista realiza en su elección de no intentar colmar la demanda, que se produce la semblanza de un agujero que retorna para causar la división en el lugar del Otro, señalando su inconsistencia y provocando la producción de los significantes por los cuales el amo clama el amor, siendo así que, de tal manera, el sujeto subvierte su posición frente a todo imperativo categórico, es decir, frente a las voces de la ferocidad superyoica que mantenían al Yo conminado al sufrimiento efecto de la ligadura fantasmática entre culpabilidad y erotismo.

Lo inconsciente, entonces, tiene el estatuto del acontecimiento en el cual el sujeto emerge por su división, interrogando la arrogancia y la vanidad del Yo. En este sentido, la entrada en un análisis implica que allí donde ese acontecimiento interroga el yo, en lugar de huir, pueda advenir para oír la palabra que constituye al sujeto en su verdad.

John James Gómez G. 

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¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

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