Fragmento del texto: “La Instancia de la letra en el inconsciente
o la razón desde Freud”. Lacan, J. (1957). En: Escritos 1. Siglo XXI Editores,
2ª ed. 2008. pp. 484
“No por ello es menos cierto que el cogito filosófico está
en el núcleo de ese espejismo que hace al hombre moderno tan seguro de ser él
mismo en sus incertidumbres sobre sí mismo, incluso a través de la desconfianza
que pudo aprender desde hace mucho tiempo a practicar en cuanto a las trampas
del amor propio.” … “Lo que hay que decir es: no soy, allí donde soy el juguete
de mi pensamiento; pienso en lo que soy, allí donde no pienso pensar.”
Comentario:
El tropiezo del pensamiento cartesiano estriba en hacer
equivaler el pensar al ser, en una relación causal. Por mi parte, dudo tanto de
que haya otro ser que el de la falta, como de que lleguemos a una cosa tan
presuntuosa como pensar. Ya es bastante suponer que podemos leer y escribir
para hacer inteligible lo ininteligible; lo cual es algo sumamente afortunado.
Ahora bien, hacer equivaler el ser al pensar, calificando al
sujeto en la identidad con el adjetivo provocada por su cópula con el verbo
ser, resulta en el desconocimiento del “Symbama”, palabra con que los Estoicos nombraban el sujeto del acontecimiento. Es cierto que al decir: “cogito ergo
sum” (a causa de pensar soy) surge la bella ilusión de que hay una causa para
el ser y que con ella puede suponerse que, de hecho, hay “ser”. Sin embargo, a
pesar de tal ilusión, el ser no deja de deslizarse entre los dedos revelando
que de él solo hay noticias por su falta, por su ausencia. Así, en caso que se
tome al ser como equivalente al pensar, la aspiración a un conocimiento pleno
intenta negar el sujeto del acontecimiento (symbama) que, en términos de Lacan,
en su interpretación de Freud, podemos llamar también: “sujeto del
inconsciente”.
El acontecimiento es precisamente aquello que sorprende por
no entrar en el cálculo. Claro, es necesario considere que la repetición, para
el Yo, tiene valor de acontecimiento. Ella lo sorprende precisamente porque el
Yo, en su ilusión de pleno dominio de sí, en su falaz idea de que el
pensamiento equivale al ser, es sorprendido cuando se revela de manera
inminente su impotencia y su desconocimiento de aquello que lo habita. No es
extraño entonces escuchar cómo, por doquier, siempre hay alguien que dice: ¿pero
por qué, si pensé que esta vez sería distinto? ¿Otra vez a mí, pero por qué, no
entiendo por qué me pasa esto? ¿Es que ya lo sé, pero aún así…? Todos ellas,
interrogaciones que revelan el punto en el que el Yo pierde de vista que si
algo del ser puede revelarse es, precisamente, cuando no se piensa y que cuando
se piensa, nada del ser aparece. El ser falta siempre, pero solo hay noticias
de su falta allí donde el sujeto del acontecimiento sorprende a las
pretensiones del pensamiento.
John James Gómez G.
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