lunes, 4 de agosto de 2014

Fragmento del texto: La ciencia y la verdad. Lacan, J. (1966). En: Escritos 2. Siglo XXI Editores, 2ª ed. 2008. pp. 828. [Primera parte del comentario]

“Digamos que el religioso le deja a Dios la carga de la causa, pero que con ello corta su propio acceso a la verdad. Así, se ve arrastrado a remitir a Dios la causa de su deseo, lo cual es propiamente el objeto del sacrificio. Su demanda está sometida al deseo supuesto de un Dios al que entonces hay que seducir. El juego del amor entra por ah. ﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽al deseo supuesto de un Dios al que entonces hay que seducir. El juego del amor entra por ahcio. Su demanda estr lo quí.”

Comentario:

La causa, que es al mismo tiempo la cosa, lo cual nos es indicado por su relación etimológica, es imposible de establecer salvo por el hecho de que reconozcamos su materialidad, entendida esta como materialidad del significante. Claro, siempre hay quien puede negarse a ello, olvidando que, algo tan “físicamente” material como la luz, solo puede ser situada en cuanto a su causalidad si se toman esos conjuntos de letritas y números, llamados fórmulas, por los cuales se puede encontrar que aquello que la explica no obedece a algo exterior al sistema mismo que la constituye.  

En ese sentido, si el sujeto puede dar cuenta de su causa, es decir, de la causa de su deseo, no es por otra vía que la del reconocimiento de su posición en la materialidad del significante que pone de manifiesto sus efectos por la división en la que se funda su ex-sistencia. Sin embargo, el Yo puede preferir abandonarse a su pasión por el desconocimiento y hacer equivaler dicha causalidad material a la voluntad de Otro que sería omnipotente, con lo cual el acceso a la verdad de aquello que lo constituye queda velada, sino, obturada. El lugar atribuido a Dios, o cualquiera sea el nombre con que se nomine a ese Otro, es el de un Amo que debe ser seducido, a través de la oferta de un sacrificio, para sostener la esperanza de que habrá un destino que no sea el de la muerte.

Por tanto, lo que llamamos historia, es la puesta en acto de la pregunta por la causa. Intento de leer y escribir la imposibilidad estructural de decir toda la verdad. El hecho paradójico de que la memoria no hace a la verdad y que ésta última solo se alcanza por vías torcidas, pues es imposible que sea dicha toda, corresponde a lo que Freud llamó trauma. Ello hace entrar en juego la probabilidad de que cada uno pueda hacer ex-sistir más de una historia. No se trata de los hechos denominados, comúnmente, objetivos, que determinarían un pasado y un destino; porque hay la probabilidad, la clínica es posible. Todas las historias probables que se manifiestan en el decir del analizante son susceptibles de hablar de la verdad del sujeto, incluso aquellas que se escriben de modo paradójico, sobre todo esas.

John James Gómez G.

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¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

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