viernes, 8 de agosto de 2014

Fragmento del texto: “La verdad surge de la equivocación”. Lacan (1952-53). El Seminario, Libro 1: Los Escritos Técnicos de Freud. Editorial Paidós. pp. 385.


“Lo propio del campo psicoanalítico es suponer, en efecto, que el discurso del sujeto se desarrolla normalmente –así dice Freud- en el orden del error, del desconocimiento, incluso de la denegación: esta no es exactamente la mentira, está entre el error y la mentira.  Estas son verdades de burdo sentido común. Pero –aquí radica la novedad- durante el análisis en ese discurso que se desarrolla en el registro del error, ocurre algo a través de lo cual hace irrupción la verdad, y que no es la contradicción.”

Comentario:

La ilusión de la plena conciencia de sí, ha sido, precisamente eso, una ilusión. Una esperanza amancillada por la existencia ineludible de Otro escenario, aquel que Freud, a pesar de la resistencia y el rechazo que los discursos dominantes de su época le imponían, supo leer y escribir por primera vez, situando su lógica al punto de llevarlo al estatuto de un descubrimiento. Ese Otro escenario es el de lo inconsciente, donde, muy a su pesar, la consciencia se revela como una cualidad minúscula de lo psíquico, que desconoce sus fuerzas constituyentes por fuera de todo ideal. Ese fue, sin duda, el mayor dolor al narcisismo causado por el descubrimiento freudiano a la humanidad, insoportable aún en nuestros días. El Yo no es amo en su casa y la consciencia no es su ente constituyente, razón por la cual su mayor locura radica en suponerse dueño sí mismo y de una identidad definida por la plena consciencia de sí.

Ahora bien, ese Otro escenario no está exento de causalidad y, por tanto, cuenta con leyes, es decir, claves de lectura que permiten dar cuenta de su lógica. Es por eso que el equívoco introduce un saber que está implicado en esa causalidad que es la materialidad del lenguaje. Freud lo descubre y logra establecer sus claves de lectura a partir de los principios lógicos de identidad y diferencia a través de los cuales pudó servirse de la condensación y el desplazamiento con el fin de articular los propósitos inconscientes de lo que denominó enlaces y falsos enlaces, expresiones muy comunes para las ciencias actuales gracias al uso que en ellas se hace de la topología, pero nada comunes en aquel momento del descubrimiento freudiano.

En este orden de ideas, y muy a pesar de los sueños de las teorías de la comunicación, la práctica más común es hablar sin saber lo que se dice. No se trata de algo malo o bueno, pues no depende de asuntos morales. Se habla sin saber lo que se dice porque no hay metalenguaje y, en tal sentido, hay una imposibilidad de limitar de manera absoluta los términos que definen las relaciones entre las palabras. Así, lo que llamamos significado, es la ilusión de suponer que, al hablar, podemos entendernos unos a otros, ilusión necesaria, por demás. Pero, si por otra parte podemos reconocer el valor que puede llegar a tener hablar sin saber lo que se dice, el valor de decir boludeces, entonces ocurre algo afortunado, se abre la puerta de un saber inédito del cual podemos servirnos. ¿Qué otra cosa podría ser lo que acontece en un psicoanálisis?

John James Gómez G. 

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