Fragmento del texto: “La verdad surge de la equivocación”.
Lacan (1952-53). El Seminario, Libro 1: Los Escritos Técnicos de Freud.
Editorial Paidós. pp. 385.
“Lo propio del campo psicoanalítico es suponer, en efecto,
que el discurso del sujeto se desarrolla normalmente –así dice Freud- en el
orden del error, del desconocimiento, incluso de la denegación: esta no es
exactamente la mentira, está entre el error y la mentira. Estas son verdades de burdo sentido común.
Pero –aquí radica la novedad- durante el análisis en ese discurso que se
desarrolla en el registro del error, ocurre algo a través de lo cual hace
irrupción la verdad, y que no es la contradicción.”
Comentario:
La ilusión de la plena conciencia de sí, ha sido,
precisamente eso, una ilusión. Una esperanza amancillada por la existencia
ineludible de Otro escenario, aquel que Freud, a pesar de la resistencia y el
rechazo que los discursos dominantes de su época le imponían, supo leer y
escribir por primera vez, situando su lógica al punto de llevarlo al estatuto
de un descubrimiento. Ese Otro escenario es el de lo inconsciente, donde, muy a
su pesar, la consciencia se revela como una cualidad minúscula de lo psíquico,
que desconoce sus fuerzas constituyentes por fuera de todo ideal. Ese fue, sin duda,
el mayor dolor al narcisismo causado por el descubrimiento freudiano a la
humanidad, insoportable aún en nuestros días. El Yo no es amo en su casa y la
consciencia no es su ente constituyente, razón por la cual su mayor locura
radica en suponerse dueño sí mismo y de una identidad definida por la plena
consciencia de sí.
Ahora bien, ese Otro escenario no está exento de causalidad y,
por tanto, cuenta con leyes, es decir, claves de lectura que permiten dar
cuenta de su lógica. Es por eso que el equívoco introduce un saber que está
implicado en esa causalidad que es la materialidad del lenguaje. Freud lo
descubre y logra establecer sus claves de lectura a partir de los principios lógicos
de identidad y diferencia a través de los cuales pudó servirse de la condensación
y el desplazamiento con el fin de articular los propósitos inconscientes de lo
que denominó enlaces y falsos enlaces, expresiones muy comunes para las
ciencias actuales gracias al uso que en ellas se hace de la topología, pero
nada comunes en aquel momento del descubrimiento freudiano.
En este orden de ideas, y muy a pesar de los sueños de las
teorías de la comunicación, la práctica más común es hablar sin saber lo que se
dice. No se trata de algo malo o bueno, pues no depende de asuntos morales. Se
habla sin saber lo que se dice porque no hay metalenguaje y, en tal sentido,
hay una imposibilidad de limitar de manera absoluta los términos que definen
las relaciones entre las palabras. Así, lo que llamamos significado, es la
ilusión de suponer que, al hablar, podemos entendernos unos a otros, ilusión
necesaria, por demás. Pero, si por otra parte podemos reconocer el valor que
puede llegar a tener hablar sin saber lo que se dice, el valor de decir boludeces,
entonces ocurre algo afortunado, se abre la puerta de un saber inédito del cual
podemos servirnos. ¿Qué otra cosa podría ser lo que acontece en un
psicoanálisis?
John James Gómez G.
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