miércoles, 20 de agosto de 2014

Fragmento del texto: “Inhibición, Síntoma y Angustia”. Freud, S. (1926). En: Obras Completas, vol. XX. Amorrortu Editores. 1979. pp. 120. [Primera parte del comentario]

“La exigencia pulsional no es un peligro en sí misma; lo es sólo porque conlleva un auténtico peligro exterior, el de la castración.”

 Comentario:

El concepto de pulsión constituye el punto por el cual el descubrimiento freudiano da cuenta de lo que puede considerarse propiamente humano. Por un lado, la pulsión permite dejar de lado la falsa oposición mente/cuerpo, sostenida durante siglos. Ella (la pulsión) expresa cómo eso que llamamos cuerpo no se reduce al organismo viviente y que éste último es mucho más que sensaciones y percepciones. Se trata del descubrimiento de los efectos derivados de la fusión entre el lenguaje y el organismo viviente; gracias a ello puede ex-sistir  un cuerpo sobre el cual la afirmación de que es solamente natural es igualmente falsa que aquella que promulgaría que ya no sería en absoluto natural. La paradoja viene al lugar crucial en el que la pulsión hace notar que hay una hiancia, un agujero entre el acceso a la certeza de lo verdadero y el acceso a la certeza de lo falso, que es infranqueable. 

Por otro lado, el concepto de pulsión permite dejar de lado también la falsa oposición entre sujeto y cultura que supondría la posibilidad de reconocer aspectos enteramente individuales de lo psíquico. Hay sujeto porque, a partir del hecho de que existe en el deseo de Otro, puede articularse a la demanda que lo llama a hacerse humano. Es cierto que Freud tenía dificultades para lograr una comprensión separada del positivismo en el cual se había formado, mas ello no impidió que su deseo de saber fuera más allá de los límites que le imponían sus propios prejuicios, al punto en que gracias a ello sabía que, por definición, toda psicología individual es a la vez psicología social, cuestión que no dudó en afirmar en su texto acerca de la psicología de las masas.

Así, la pulsión no responde a cuestiones puramente naturales, no es un reflejo ni una respuesta instintiva común a la especie, sino una interrogación que enfrenta al ser humano con el horror que representa no poder asir ninguna verdad como plena o, dicho en términos más comunes, que cuando se trata del conocimiento de sí mismo o del mundo, tal cual él sería en tanto realidad pura, no hay modo de “tener la sartén por el mango”. Por ello toda pregunta esencialista que intente establecer alguna definición del “ser”, cualquiera sea el estatuto que se le otorgue, siempre encuentra el obstáculo en una condición asintótica que revela una falta estructural.

En este sentido, la pulsión señala el reencuentro, afuera, de aquello que ya está adentro, a saber, el hecho de que si bien hay un objeto que le corresponde, su estatuto  es el de una ausencia estructural, una falta que no puede ser colmada, motivo por el cual todo objeto que se encuentra en el mundo sensible no será más que la reiteración perpetua de la incompletitud propia derivada del hecho de haber devenido sujeto.

 John James Gómez G. 

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