Fragmento del texto: “Las resistencias contra el
psicoanálisis.” Freud, S. (1925). En: Obras Completas, vol. XIX. Amorrortu
Editores. pp. 229 (Segunda parte del comentario)
“Pero esta orientación de las investigaciones (la
psicoanalítica) no coincidía con las ideas dominantes en la generación
contemporánea de médicos. Estos habían sido educados en el respeto exclusivo
por los factores anatómicos, físicos y químicos. No estaban preparados para la
apreciación de lo psíquico, y por eso le mostraron indiferencia y antipatía.
Dudaban, era evidente, de que las cosas psíquicas admitiesen un tratamiento
exacto y científico. En una reacción desmedida frente a una fase ya superada,
en que la medicina estuvo dominada por las opiniones de la llamada filosofía de
la naturaleza, abstracciones como aquellas con que la psicología se veía
obligada a trabajar les parecieron nebulosas, fantásticas, místicas; y
simplemente denegaron creencia a los asombrosos fenómenos que la investigación
habría podido tomar como punto de partida. Juzgaron a los síntomas de las
neurosis histéricas como resultado de la simulación, y a los fenómenos del
hipnotismo, como un fraude. Ni siquiera los psiquiatras, cuya observación era
asediada por los fenómenos anímicos más insólitos y sorprendentes, exhibieron
inclinación alguna por atender a ellos en detalle o pesquisar sus nexos. Se
contentaron con clasificar toda la gama de fenómenos patológicos y, siempre que
se pudiera, reconducirlos a causas perturbadoras de orden somático, anatómico o
químico. En ese período materialista —o, mejor, mecanicista—, la medicina hizo
grandiosos progresos, pero también exhibió un miope desconocimiento de lo
supremo y más difícil entre los problemas de la vida.”
Comentario:
Hace no muchos años, en 1999 (2000 para la primera edición
en español), Bart Kosko publicó un libro intitulado: “El futuro borroso o el
cielo en un chip.” En él proponía, a partir de la denominada “lógica borrosa”,
diversas reflexiones a propósito de las particularidades de la vida en su
relación con las implicaciones del avance tecnológico, en especial, los avances
computacionales, digitales y del ciberespacio. Diversas temáticas centraron su
interés, entre ellas, la política, la economía e incluso el arte. Pero la idea
que tal vez ha resultado, en apariencia, más esperanzadora para quienes
anhelan la eternidad terrenal, y mayor escándalo ha representado para quienes
se regocijan en la fe de la “vida eterna” por el retorno al paraíso, o cualquiera
de sus versiones místico-religiosas, ha sido, sin duda, su propuesta de que, en
un futuro no muy lejano, será posible eludir la muerte.
El soporte de tal propuesta de inmortalidad se sostiene en
la hipótesis de que la totalidad de la información que constituye al “ser
humano” podría ser migrada a un chip de computadora. Así, a pesar del inminente
advenimiento de la muerte del cuerpo biológico, la existencia del
"ser" se perpetuaría eternamente.
Comencemos por decir que la ilusión en juego allí es la de
perpetuar el Yo, eternizarlo como imagen (en este caso imagen de disco). Una fantasía
como la propuesta por Kosko equivale a los mitos místico-religiosos, a la vez
que supone que la existencia es mera información contenida en un disco duro
biológico llamado cerebro, que sería reemplazable. Se juega allí la fantasía
del cuerpo máquina y del lenguaje como medio de programación, sosteniendo la
división soma/psique como cuerpos independientes; desconociendo así su continuidad y el
hecho de que la relación en juego no es de continente/contenido sino de fusión
entre dos cuerpos: cuerpo orgánico y cuerpo del lenguaje que son al mismo
tiempo uno y dos y cuya continuidad es indisoluble salvo por un resto posible,
a saber, la letra.
Si se sigue la idea de Kosko, la promesa de las
neurociencias en su comprensión mecánico-informática del hombre, no dista por
mucho de la comprensión mística de las religiones. Ambos discursos, como el
anhelo neurótico, apuntan a la ilusión de una imagen del Yo eterna, rechazando
así la lógica de la castración. Es dicho rechazo lo que pone en juego el
aplazamiento del deseo y, por tanto, el padecimiento subjetivo, a la vez que la
aspiración a una existencia posterior a los avatares de tener que soportar un
cuerpo; una existencia en que se haya del goce. Tales discursos desconocen
la pulsión y con ello la condición misma del sujeto. En tal sentido, las
resistencias contra el psicoanálisis se fundan en esa ilusión y en la función
del desconocimiento, mientras el Yo, -y a través de él el discurso común-, se
aferran desesperados a la esperanza de una existencia eterna de pureza
inmaculada.
John James Gómez G.
No hay comentarios:
Publicar un comentario