lunes, 5 de mayo de 2014

Fragmento del texto: “Las resistencias contra el psicoanálisis.” Freud, S. (1925). En: Obras Completas, vol. XIX. Amorrortu Editores. pp. 229 (Segunda parte del comentario)

“Pero esta orientación de las investigaciones (la psicoanalítica) no coincidía con las ideas dominantes en la generación contemporánea de médicos. Estos habían sido educados en el respeto exclusivo por los factores anatómicos, físicos y químicos. No estaban preparados para la apreciación de lo psíquico, y por eso le mostraron indiferencia y antipatía. Dudaban, era evidente, de que las cosas psíquicas admitiesen un tratamiento exacto y científico. En una reacción desmedida frente a una fase ya superada, en que la medicina estuvo dominada por las opiniones de la llamada filosofía de la naturaleza, abstracciones como aquellas con que la psicología se veía obligada a trabajar les parecieron nebulosas, fantásticas, místicas; y simplemente denegaron creencia a los asombrosos fenómenos que la investigación habría podido tomar como punto de partida. Juzgaron a los síntomas de las neurosis histéricas como resultado de la simulación, y a los fenómenos del hipnotismo, como un fraude. Ni siquiera los psiquiatras, cuya observación era asediada por los fenómenos anímicos más insólitos y sorprendentes, exhibieron inclinación alguna por atender a ellos en detalle o pesquisar sus nexos. Se contentaron con clasificar toda la gama de fenómenos patológicos y, siempre que se pudiera, reconducirlos a causas perturbadoras de orden somático, anatómico o químico. En ese período materialista —o, mejor, mecanicista—, la medicina hizo grandiosos progresos, pero también exhibió un miope desconocimiento de lo supremo y más difícil entre los problemas de la vida.”
  
Comentario:

Hace no muchos años, en 1999 (2000 para la primera edición en español), Bart Kosko publicó un libro intitulado: “El futuro borroso o el cielo en un chip.” En él proponía, a partir de la denominada “lógica borrosa”, diversas reflexiones a propósito de las particularidades de la vida en su relación con las implicaciones del avance tecnológico, en especial, los avances computacionales, digitales y del ciberespacio. Diversas temáticas centraron su interés, entre ellas, la política, la economía e incluso el arte. Pero la idea que tal vez ha resultado, en apariencia, más esperanzadora para quienes anhelan la eternidad terrenal, y mayor escándalo ha representado para quienes se regocijan en la fe de la “vida eterna” por el retorno al paraíso, o cualquiera de sus versiones místico-religiosas, ha sido, sin duda, su propuesta de que, en un futuro no muy lejano, será posible eludir la muerte.

El soporte de tal propuesta de inmortalidad se sostiene en la hipótesis de que la totalidad de la información que constituye al “ser humano” podría ser migrada a un chip de computadora. Así, a pesar del inminente advenimiento de la muerte del cuerpo biológico, la existencia del "ser" se perpetuaría eternamente.

Comencemos por decir que la ilusión en juego allí es la de perpetuar el Yo, eternizarlo como imagen (en este caso imagen de disco). Una fantasía como la propuesta por Kosko equivale a los mitos místico-religiosos, a la vez que supone que la existencia es mera información contenida en un disco duro biológico llamado cerebro, que sería reemplazable. Se juega allí la fantasía del cuerpo máquina y del lenguaje como medio de programación, sosteniendo la división soma/psique como cuerpos independientes; desconociendo así su continuidad y el hecho de que la relación en juego no es de continente/contenido sino de fusión entre dos cuerpos: cuerpo orgánico y cuerpo del lenguaje que son al mismo tiempo uno y dos y cuya continuidad es indisoluble salvo por un resto posible, a saber, la letra.

Si se sigue la idea de Kosko, la promesa de las neurociencias en su comprensión mecánico-informática del hombre, no dista por mucho de la comprensión mística de las religiones. Ambos discursos, como el anhelo neurótico, apuntan a la ilusión de una imagen del Yo eterna, rechazando así la lógica de la castración. Es dicho rechazo lo que pone en juego el aplazamiento del deseo y, por tanto, el padecimiento subjetivo, a la vez que la aspiración a una existencia posterior a los avatares de tener que soportar un cuerpo; una existencia en que se haya del goce. Tales discursos desconocen la pulsión y con ello la condición misma del sujeto. En tal sentido, las resistencias contra el psicoanálisis se fundan en esa ilusión y en la función del desconocimiento, mientras el Yo, -y a través de él el discurso común-, se aferran desesperados a la esperanza de una existencia eterna de pureza inmaculada.

John James Gómez G.


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¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

 “Se abre paso la vida con la misma terquedad con la que una plantita minúscula es capaz de rajar el suelo de hormigón para sacar la cabeza....