Fragmento del texto: “Construcciones en Análisis”. Freud, S.
(1937). En: Obras Completas, vol. XXIII. Amorrortu Editores. 1986. pp. 267.
(Primera parte del comentario).
“…si el análisis ha sido ejecutado de manera correcta, uno
alcanza en él una convicción cierta sobre la verdad de la construcción, que en
lo terapéutico rinde lo mismo que un recuerdo recuperado. Bajo qué condiciones
acontece esto, y cómo es posible que un sustituto al parecer no integral produzca,
no obstante, todo el efecto, he ahí materia de una investigación ulterior.”
Comentario:
Al encontrarse con los límites de la interpretación y la
rememoración, Freud se interrogó acerca de las posibilidades de la experiencia
analítica y de la tarea del analista. En buena medida, fue el encuentro con esa
“frase de gramática fija e inequívoca”, a la que llamó fantasía, lo que dio
mayor fuerza a esa interrogación, pues de ella no se desprendía un recuerdo
propiamente dicho y el estatuto de su verdad, en el sentido objetivo,
positivista, quedaba inevitablemente cuestionado. Con un hallazgo de tal
relevancia clínica, advinieron, necesariamente, variaciones fundamentales para
la práctica que tienen, hasta hoy, el valor de principios.
El primero de ellos, claro está, es el hecho de que la tarea
analítica no consiste en recordar cosas del pasado ni de la infancia temprana,
caricatura que a veces se sostiene acerca del trabajo analítico. No se trata de
recordar porque, justamente, la veracidad o falsedad objetiva de los hechos no
cuenta para la causalidad psíquica, en ella es primordial la realidad psíquica
o lo que es su equivalente, a saber, la fantasía.
El segundo [principio], no menos importante, se trata del
valor de la construcción, con la cual Freud intentó salvar los impases y
límites de la interpretación. Es necesario aclarar, sin embargo, que el modo en
que Freud se aproximó a la construcción, tomó como vía la atribución al
analista de la tarea en cuestión y asumió a las hipótesis teóricas como el
lugar de donde se extraer el material. Esos dos fueron, sin lugar a dudas,
errores fundamentales en su comprensión que llevaron la tarea analítica, en la
mayoría de los posfreudianos, a suponer que el trabajo clínico debía apuntar a
la construcción de sentido, incluso, de formar significados. Sin embargo lo que
un esfuerzo como ese puso una y otra vez en evidencia, fue el fracaso de la
experiencia misma inaugurada por Freud.
El primer error, suponer que la construcción depende del analista,
liga de inmediato sus posibilidades al conocimiento teórico y se orienta por el
sostenimiento de la función del mito como intento de inscribir un sentido para
explicar lo real. En tal sentido, lo que Freud pierde de vista es, en el legado
de la Antigüedad Clásica, la diferencia entre mythös y lôgos. Mientras el mito
debe ser entregado como modo de taponamiento por vía de una inscripción de
sentido, cosa que ya es bastante bien sostenida por el neurótico y que además
demanda al Otro sin cesar, el logos implica la interrogación por el lugar donde
el sinsentido acecha, es decir, se pregunta por la castración en el Otro. Así,
desplazar el problema de la construcción analítica del mitos hacia el logos,
abre la posibilidad de restituir el eje principal de la experiencia inaugural
del psicoanálisis, a la vez que pone la tarea en manos del analizante,
separando así, al analista, del ideal de quien podría entregar el sentido que
falta.
John James Gómez G.
No hay comentarios:
Publicar un comentario