miércoles, 28 de mayo de 2014

Fragmento del texto: “Construcciones en Análisis”. Freud, S. (1937). En: Obras Completas, vol. XXIII. Amorrortu Editores. 1986. pp. 267. (Primera parte del comentario).

“…si el análisis ha sido ejecutado de manera correcta, uno alcanza en él una convicción cierta sobre la verdad de la construcción, que en lo terapéutico rinde lo mismo que un recuerdo recuperado. Bajo qué condiciones acontece esto, y cómo es posible que un sustituto al parecer no integral produzca, no obstante, todo el efecto, he ahí materia de una investigación ulterior.”

Comentario:

Al encontrarse con los límites de la interpretación y la rememoración, Freud se interrogó acerca de las posibilidades de la experiencia analítica y de la tarea del analista. En buena medida, fue el encuentro con esa “frase de gramática fija e inequívoca”, a la que llamó fantasía, lo que dio mayor fuerza a esa interrogación, pues de ella no se desprendía un recuerdo propiamente dicho y el estatuto de su verdad, en el sentido objetivo, positivista, quedaba inevitablemente cuestionado. Con un hallazgo de tal relevancia clínica, advinieron, necesariamente, variaciones fundamentales para la práctica que tienen, hasta hoy, el valor de principios.

El primero de ellos, claro está, es el hecho de que la tarea analítica no consiste en recordar cosas del pasado ni de la infancia temprana, caricatura que a veces se sostiene acerca del trabajo analítico. No se trata de recordar porque, justamente, la veracidad o falsedad objetiva de los hechos no cuenta para la causalidad psíquica, en ella es primordial la realidad psíquica o lo que es su equivalente, a saber, la fantasía.

El segundo [principio], no menos importante, se trata del valor de la construcción, con la cual Freud intentó salvar los impases y límites de la interpretación. Es necesario aclarar, sin embargo, que el modo en que Freud se aproximó a la construcción, tomó como vía la atribución al analista de la tarea en cuestión y asumió a las hipótesis teóricas como el lugar de donde se extraer el material. Esos dos fueron, sin lugar a dudas, errores fundamentales en su comprensión que llevaron la tarea analítica, en la mayoría de los posfreudianos, a suponer que el trabajo clínico debía apuntar a la construcción de sentido, incluso, de formar significados. Sin embargo lo que un esfuerzo como ese puso una y otra vez en evidencia, fue el fracaso de la experiencia misma inaugurada por Freud.

El primer error, suponer que la construcción depende del analista, liga de inmediato sus posibilidades al conocimiento teórico y se orienta por el sostenimiento de la función del mito como intento de inscribir un sentido para explicar lo real. En tal sentido, lo que Freud pierde de vista es, en el legado de la Antigüedad Clásica, la diferencia entre mythös y lôgos. Mientras el mito debe ser entregado como modo de taponamiento por vía de una inscripción de sentido, cosa que ya es bastante bien sostenida por el neurótico y que además demanda al Otro sin cesar, el logos implica la interrogación por el lugar donde el sinsentido acecha, es decir, se pregunta por la castración en el Otro. Así, desplazar el problema de la construcción analítica del mitos hacia el logos, abre la posibilidad de restituir el eje principal de la experiencia inaugural del psicoanálisis, a la vez que pone la tarea en manos del analizante, separando así, al analista, del ideal de quien podría entregar el sentido que falta.


John James Gómez G.

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¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

 “Se abre paso la vida con la misma terquedad con la que una plantita minúscula es capaz de rajar el suelo de hormigón para sacar la cabeza....