lunes, 12 de mayo de 2014

Fragmento del texto: “El Interés por el Psicoanálisis”. Freud, S. (1913). En: Obras Completas, vol. XIII. Amorrortu Editores. 1979. pp. 171 (Segunda parte del comentario).

“Las operaciones fallidas son fenómenos psíquicos de pleno derecho y en todos los casos poseen un sentido y una tendencia. Sirven a determinados propósitos que a consecuencia de la situación psicológica imperante en cada caso no pueden expresarse de otro modo. Estas situaciones son, por regla general, las de un conflicto psíquico en virtud del cual la tendencia subyacente es esforzada a apartarse de la expresión directa y empujada por vías indirectas.”

Comentario:

El psicoanálisis es una práctica de la efectividad del discurso, soportada en el encuentro con la experiencia inédita de un saber que no se sabe a sí mismo. No es, de ningún modo, algo sencillo. En la mayoría de las ocasiones, resulta insoportable para el yo asumir que el saber que lo habita le es ajeno; al mismo tiempo íntimo y extraño; “unheimlich” sería el término justo usado por Freud para designar aquello que es familiar y extraño a la vez, constituyente y rechazado, propio y desconocido. Los términos con los que “unheimlich” se tradujo al español fueron “siniestro” y  “ominoso”, lo que, a pesar de no lograr captar la antinomia de la palabra en el idioma original,  dejan todavía entrever lo perturbador del saber no sabido (unwebusst) para el yo. Así, lo reprimido retorna a pesar de la represión misma. Busca hacerse saber y sorprende al yo poniendo en evidencia que hay otro escenario, desconocido para sí mismo, donde un saber que no se sabe a sí mismo opera con una lógica efectiva. Dicho escenario, el del sujeto del inconsciente, insiste en hacerse saber, mientras el yo resiste e intenta reprimir. Sin embargo, la represión es, por estructura, fallida en algún punto, pues no logra jamás, por fortuna, cancelar a la pulsión que no deja de esforzar, producir nuevas asociaciones y generar retoños que emergen en la consciencia como formaciones de lo inconsciente.

En este orden de ideas, sostener el ideal del yo sirve a los fines del discurso del Amo mientras se vela la condición de ese saber inédito. Allí reside una de las caras de lo real para la psicología cuando busca reprimir, silenciar, al sujeto del inconsciente. El sujeto retorna en la hiancia que se abre entre los significantes que hacen cadena y a través de los cuales se supone constituir un discurso sobre un saber pleno que excluye al sujeto.

En tal sentido, si retomamos la cuestión lacaniana de que un significante es lo que representa a un sujeto para otro significante, resulta fundamental no perder de vista las implicaciones de lo que representa el significante "psicología" para el significante "psicólogo", y en su hiancia, lo que se juega del sujeto del inconsciente.

Cuando el trabajo del psicólogo apunta a un saber basado en la comprensión positivista que huye de la pregunta por el sujeto, ella retorna interrogando el estatuto del saber psicológico a través de la hiancia que da cuenta de la impotencia de dicho saber para captar la singularidad del síntoma y de todo aquello que se manifiesta como acto psíquico, cuando se lo intenta reducir a una explicación anatómico-funcional. La agencia del significante Amo, S1 (psicología), que ordena la cadena velando el saber supuesto y alienando la pregunta posible que bien es susceptible de advenir por el S2 (psicólogo), produce en sí misma el retorno del sujeto del inconsciente que esfuerza por hacerse saber, indicando que el saber es siempre no-todo. Lo que se juega en esa cadena es desconocido por el yo que ejerce la práctica del silenciamiento del malestar, negando la responsabilidad subjetiva, y haciendo del ideal de bienestar un "comodín", en ocasiones demasiado cómodo. Es ahí cuando, quien se dice a sí mismo psicólogo o también psicoanalista, se ve enfrentado a la interrogación por la ética que lo implica. De su posición ética solo él puede responder, razón por la cual la elección de desconocer al sujeto o reconocerlo en tanto interrogación de su propia falta, es su responsabilidad. Se trata de una respuesta de la que, a pesar de la psicología como profesión o del psicoanálisis como práctica, solo se puede hacer cargo uno por uno.

John James Gómez G.

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