Fragmento del texto: “El Interés por el Psicoanálisis”.
Freud, S. (1913). En: Obras Completas, vol. XIII. Amorrortu Editores. 1979. pp.
171 (Segunda parte del comentario).
“Las operaciones fallidas son fenómenos psíquicos de pleno
derecho y en todos los casos poseen un sentido y una tendencia. Sirven a
determinados propósitos que a consecuencia de la situación psicológica
imperante en cada caso no pueden expresarse de otro modo. Estas situaciones
son, por regla general, las de un conflicto psíquico en virtud del cual la
tendencia subyacente es esforzada a apartarse de la expresión directa y
empujada por vías indirectas.”
Comentario:
El psicoanálisis es una práctica de la efectividad del
discurso, soportada en el encuentro con la experiencia inédita de un saber que
no se sabe a sí mismo. No es, de ningún modo, algo sencillo. En la mayoría de
las ocasiones, resulta insoportable para el yo asumir que el saber que lo
habita le es ajeno; al mismo tiempo íntimo y extraño; “unheimlich” sería el
término justo usado por Freud para designar aquello que es familiar y extraño a
la vez, constituyente y rechazado, propio y desconocido. Los términos con los
que “unheimlich” se tradujo al español fueron “siniestro” y “ominoso”, lo que, a pesar de no lograr
captar la antinomia de la palabra en el idioma original, dejan todavía entrever lo perturbador del
saber no sabido (unwebusst) para el yo. Así, lo reprimido retorna a pesar de la
represión misma. Busca hacerse saber y sorprende al yo poniendo en evidencia
que hay otro escenario, desconocido para sí mismo, donde un saber que no se
sabe a sí mismo opera con una lógica efectiva. Dicho escenario, el del sujeto
del inconsciente, insiste en hacerse saber, mientras el yo resiste e intenta
reprimir. Sin embargo, la represión es, por estructura, fallida en algún punto,
pues no logra jamás, por fortuna, cancelar a la pulsión que no deja de
esforzar, producir nuevas asociaciones y generar retoños que emergen en la
consciencia como formaciones de lo inconsciente.
En este orden de ideas, sostener el ideal del yo sirve a los fines del discurso del Amo mientras se vela la condición de ese saber inédito. Allí reside una de las caras de lo real para la psicología cuando busca reprimir, silenciar, al sujeto del inconsciente. El sujeto retorna en la hiancia que se abre entre los significantes que hacen cadena y a través de los cuales se supone constituir un discurso sobre un saber pleno que excluye al sujeto.
En este orden de ideas, sostener el ideal del yo sirve a los fines del discurso del Amo mientras se vela la condición de ese saber inédito. Allí reside una de las caras de lo real para la psicología cuando busca reprimir, silenciar, al sujeto del inconsciente. El sujeto retorna en la hiancia que se abre entre los significantes que hacen cadena y a través de los cuales se supone constituir un discurso sobre un saber pleno que excluye al sujeto.
En tal sentido, si retomamos la cuestión lacaniana de que un
significante es lo que representa a un sujeto para otro significante, resulta
fundamental no perder de vista las implicaciones de lo que representa el
significante "psicología" para el significante "psicólogo",
y en su hiancia, lo que se juega del sujeto del inconsciente.
Cuando el trabajo del psicólogo apunta a
un saber basado en la comprensión positivista que huye de la pregunta por el
sujeto, ella retorna interrogando el estatuto del saber psicológico a través de
la hiancia que da cuenta de la impotencia de dicho saber para captar la
singularidad del síntoma y de todo aquello que se manifiesta como acto psíquico, cuando se lo intenta reducir a una explicación anatómico-funcional. La agencia del significante Amo, S1
(psicología), que ordena la cadena velando el saber supuesto y alienando la
pregunta posible que bien es susceptible de advenir por el S2
(psicólogo), produce en sí misma el retorno del sujeto del inconsciente que
esfuerza por hacerse saber, indicando que el saber es siempre no-todo. Lo que
se juega en esa cadena es desconocido por el yo que ejerce la práctica del
silenciamiento del malestar, negando la responsabilidad subjetiva, y haciendo del
ideal de bienestar un "comodín", en ocasiones demasiado cómodo. Es ahí
cuando, quien se dice a sí mismo psicólogo o también psicoanalista, se ve
enfrentado a la interrogación por la ética que lo implica. De su posición ética
solo él puede responder, razón por la cual la elección de desconocer al sujeto
o reconocerlo en tanto interrogación de su propia falta, es su responsabilidad.
Se trata de una respuesta de la que, a pesar de la psicología como profesión o del
psicoanálisis como práctica, solo se puede hacer cargo uno por uno.
John James Gómez G.
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