viernes, 28 de marzo de 2014

Fragmento del texto: “La función de lo escrito.” Lacan, J. (1972-1973). En: Aún. El seminario, libro 20. Editorial Paidós. 2004. pp. 49.

“…los analistas, gracias al discurso analítico, tenemos que leer: el lapsus. Es como lapsus que significa algo, es decir, que puede leerse de una infinidad de maneras distintas. Y precisamente por eso se lee mal, o a trasmano, o no se lee. Sin embargo, esta dimensión de leerse ¿acaso no basta para demostrar que estamos en el discurso analítico?
En el discurso analítico, se trata siempre de lo siguiente: a lo que se enuncia como significante se le da una lectura diferente de lo que significa.”

Comentario:

A pesar del psicoanálisis y también de la lingüística, que han puesto sobre el tapete la lógica del significante develando el hecho de que él mismo no significa nada, todos vamos por el mundo anteponiendo los significados como un intento de garantizar lo imposible. El imperativo del “deber ser” y sus ideales aparecen como ilusión de una completitud que no se sostiene sino por la locura de creer que el saber se sabe a sí mismo. Ese es el registro de lo imaginario y en él se entroniza al significado para silenciar lo que no anda, lo que podría leerse, porque justamente leer solo tiene función de efectividad si no se toma al significado como garantía.

La escuela, en general, obtura la posibilidad de lectura en el niño. Enseña a repetir fonemas y a armar palabras con ellos demandando su comprensión inequívoca, demanda imposible de cumplir, pues el sentido siempre se desliza. Por tanto, el chico, no sabe cómo leer a pesar que se sienta muy seguro repitiendo palabras que ve escritas en algún lugar. Así, regularmente, cuando se ve enfrentado al hecho de que un significante no significa nada, la coraza imaginaria sostenida en el significado se rompe en mil pedazos; prueba de ello es el encuentro con el álgebra y las dificultades que conlleva, para la mayoría, saber cómo leer allí donde los significantes y las letras, demuestran que no hay garantía alguna en el significado.

El significante puede ser leído, precisamente, por su valor equívoco, por su deslinde del significado. Por tanto en el discurso analítico, mientras el Yo se orienta buscando la garantía del significado, el sujeto emerge para revelar la falla estructural, la falta de garantía. No es otra la razón por la cual el lapsus, el sueño, el equívoco y todas las demás formaciones del inconsciente cuentan con un valor crucial. Claro está, cuando decimos “el Yo se orienta buscando la garantía del significado”, vale tanto para aquel quien llega demandando un análisis como para aquel que presta su oreja a los fines de la producción de la función del analista. Si llegase a ocurrir que ambos se orientan por el significado, no habrá más que imaginarización por vía del sentido, cuestión que desde temprano Lacan cuestionó acerca de la práctica de los postfreudianos y que lo ocupó en el trabajo de retornar al relevamiento de las consecuencias fundamentales del descubrimiento freudiano.

Leer es siempre, como indica Jean Michel Vappereau, leer en la dificultad. De lo contrario solo queda hacerse el loco, bien sea un loco neurótico, psicótico o perverso, que se entrega a la pasión por la ignorancia (no docta) y al desconocimiento del hecho constatable de que hay agujero y que, por tanto, el sentido no puede ser fijado sino puntuado, es decir, ordenado sintácticamente, lo cual en la experiencia analítica resulta clave pues ella se trata mucho más de la sintaxis que de la semántica.

En este orden de ideas, el trabajo del analizante se orientará por los hallazgos de la sintaxis que se manifiesta en su decir y que, por la creencia en el significado como garantía, suele pasar por alto o asumir de modo tal que aquello que lo implica como sujeto se mantiene no reconocido. Es allí donde la escucha de quien se presta al lugar del analista es crucial, pues solo si su lugar es el del semblante de la falta por la cual el significado se desvanece, salvará el impase de ser obstáculo para la lectura que conlleva el trabajo del analizante. Que el analista lea algo no significa que traduce el significado de las formaciones del inconsciente y los entrega al paciente, nada más lejano de la interpretación aunque comúnmente se escuche definirla de esa manera. Se trata, justamente, de lo contrario, a saber, que tome las palabras como significantes que no significan nada, que no están fijados a un significado, dándoles el valor de lapsus e introduciendo la pregunta por la lógica de la estructura que las sostiene. El analista se ocupa entonces de permitir que surja la evidencia de que el inconsciente está estructurado como un (común) lenguaje, es decir, como una combinatoria que se sustenta en la letra y en la sintaxis y por la cual el significado no es ni eterno ni inmóvil.


John James Gómez G.

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