Fragmento del texto: “La función de lo escrito.” Lacan, J.
(1972-1973). En: Aún. El seminario, libro 20. Editorial Paidós. 2004. pp. 49.
“…los analistas, gracias al discurso analítico, tenemos que
leer: el lapsus. Es como lapsus que significa algo, es decir, que puede leerse
de una infinidad de maneras distintas. Y precisamente por eso se lee mal, o a
trasmano, o no se lee. Sin embargo, esta dimensión de leerse ¿acaso no basta
para demostrar que estamos en el discurso analítico?
En el discurso analítico, se trata siempre de lo siguiente:
a lo que se enuncia como significante se le da una lectura diferente de lo que
significa.”
Comentario:
A pesar del psicoanálisis y también de la lingüística, que
han puesto sobre el tapete la lógica del significante develando el hecho de que
él mismo no significa nada, todos vamos por el mundo anteponiendo los significados
como un intento de garantizar lo imposible. El imperativo del “deber ser” y sus
ideales aparecen como ilusión de una completitud que no se sostiene sino por la
locura de creer que el saber se sabe a sí mismo. Ese es el registro de lo
imaginario y en él se entroniza al significado para silenciar lo que no anda,
lo que podría leerse, porque justamente leer solo tiene función de efectividad si no se toma
al significado como garantía.
La escuela, en general, obtura la posibilidad de lectura en
el niño. Enseña a repetir fonemas y a armar palabras con ellos demandando su
comprensión inequívoca, demanda imposible de cumplir, pues el sentido siempre
se desliza. Por tanto, el chico, no sabe cómo leer a pesar que se sienta muy
seguro repitiendo palabras que ve escritas en algún lugar. Así, regularmente,
cuando se ve enfrentado al hecho de que un significante no significa nada, la
coraza imaginaria sostenida en el significado se rompe en mil pedazos; prueba
de ello es el encuentro con el álgebra y las dificultades que conlleva, para la
mayoría, saber cómo leer allí donde los significantes y las letras, demuestran
que no hay garantía alguna en el significado.
El significante puede ser leído, precisamente, por su valor
equívoco, por su deslinde del significado. Por tanto en el discurso analítico,
mientras el Yo se orienta buscando la garantía del significado, el sujeto
emerge para revelar la falla estructural, la falta de garantía. No es otra la
razón por la cual el lapsus, el sueño, el equívoco y todas las demás
formaciones del inconsciente cuentan con un valor crucial. Claro está, cuando
decimos “el Yo se orienta buscando la garantía del significado”, vale tanto
para aquel quien llega demandando un análisis como para aquel que presta su
oreja a los fines de la producción de la función del analista. Si llegase a
ocurrir que ambos se orientan por el significado, no habrá más que
imaginarización por vía del sentido, cuestión que desde temprano Lacan
cuestionó acerca de la práctica de los postfreudianos y que lo ocupó en el
trabajo de retornar al relevamiento de las consecuencias fundamentales del
descubrimiento freudiano.
Leer es siempre, como indica Jean Michel Vappereau, leer en
la dificultad. De lo contrario solo queda hacerse el loco, bien sea un loco
neurótico, psicótico o perverso, que se entrega a la pasión por la ignorancia
(no docta) y al desconocimiento del hecho constatable de que hay agujero y que,
por tanto, el sentido no puede ser fijado sino puntuado, es decir, ordenado
sintácticamente, lo cual en la experiencia analítica resulta clave pues ella se
trata mucho más de la sintaxis que de la semántica.
En este orden de ideas, el trabajo del analizante se
orientará por los hallazgos de la sintaxis que se manifiesta en su decir y que,
por la creencia en el significado como garantía, suele pasar por alto o asumir
de modo tal que aquello que lo implica como sujeto se mantiene no reconocido.
Es allí donde la escucha de quien se presta al lugar del analista es crucial,
pues solo si su lugar es el del semblante de la falta por la cual el
significado se desvanece, salvará el impase de ser obstáculo para la lectura que
conlleva el trabajo del analizante. Que el analista lea algo no significa que
traduce el significado de las formaciones del inconsciente y los entrega al
paciente, nada más lejano de la interpretación aunque comúnmente se escuche
definirla de esa manera. Se trata, justamente, de lo contrario, a saber, que
tome las palabras como significantes que no significan nada, que no están fijados a un significado,
dándoles el valor de lapsus e introduciendo la pregunta por la lógica de la
estructura que las sostiene. El analista se ocupa entonces de permitir que
surja la evidencia de que el inconsciente está estructurado como un (común)
lenguaje, es decir, como una combinatoria que se sustenta en la letra y en la
sintaxis y por la cual el significado no es ni eterno ni inmóvil.
John James Gómez G.
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