miércoles, 26 de marzo de 2014

Fragmento del texto: “Acciones obsesivas y prácticas religiosas.” Freud, S. (1907). En:  Obras Completas, vol. IX. Amorrortu Editores. Buenos Aires. pp. 103.

“Fácilmente se advierte dónde se sitúa la semejanza entre el ceremonial neurótico y las acciones sagradas del rito religioso: en la angustia de la conciencia moral a raíz de omisiones, en el pleno aislamiento respecto de todo otro obrar (prohibición de ser perturbado), así como en la escrupulosidad con que se ejecutan los detalles. Igualmente notables, empero, son las diferencias, tan flagrantes algunas que vuelven sacrílega la comparación misma: la mayor diversidad individual de las acciones ceremoniales [neuróticas] por oposición a la estereotipia del rito (rezo, prosternación, etc.), el carácter privado de aquellas por oposición al público y comunitario de las prácticas religiosas, pero, sobre todo, esta diferencia: los pequeños agregados del ceremonial religioso se entienden plenos de sentido y simbólicamente, mientras que los del neurótico aparecen necios y carentes de sentido.”

Comentario:

La neurosis se funda en la creencia en algunos significantes que se sostienen el nudo entre los Nombres del Padre (Real, Simbólico, Imaginario). De hecho, la falla estructural de la creencia toma su nombre propio cuando, a través de los fenómenos delirantes, aquel llamado psicótico intenta subsanar, suplir, compensar esa falla. Se comprende que Lacan haya elegido la expresión “Nombres del Padre” como modo de nominación de lo que hace función de soporte para una estructura que se configura a partir del agujero, es decir, sobre la castración, si se quiere poner en términos freudianos. Sin embargo, con esta última expresión (castración) no se alcanzan a vislumbrar las implicaciones lógicas que conlleva el hecho de que la estructura ex–sista,  justamente, porque hay agujero.

Ese agujero que en tanto “recta infinita” se cierra sobre sí misma, funda lo que Freud llamó “pulsión”. No hay modo alguno de que eso se complete y esa imposibilidad estructural se manifiesta en la experiencia del sujeto con el afecto denominado “angustia”. La pulsión está pues fijada a un objeto que no es ningún objeto de la experiencia sensible y del cual sólo se tiene noticia por esa repetición que busca su reencuentro y esa angustia que hace señal de su ausencia.

El rito, en general, intenta proveer un marco a la creencia con el cual se perpetúen sus efectos. Es así no sólo para los ritos religiosos en el sentido moderno, sino para las culturas antiguas. Con ellos algo se intenta mantener en el lugar que se espera sostener la ilusión de garantía, amenazada por el agujero estructural, siendo así que la creencia en los significantes que dan sentido al rito permiten llevarlo adelante en el lazo con otros. No es así en las neurosis obsesivas. En ellas, el rito parece sin sentido salvo por el hecho de que apuntarían a servir como defensa al Yo. No obstante, ni siquiera para ese mismo Yo es clara la lógica en la que se fundan tales rituales, al punto de rayar en el absurdo. Sólo se sabe que deben realizarse, constituyendo un imperativo que de no cumplirse conllevaría el encuentro con la angustia propia de asumirse deseante. Su función no es la de hacer lazo sino la de expiar la culpabilidad por haber renunciado al deseo.

Dicho de otra manera, no asumir que en la estructura hay agujero y que por Ello hay deseo, lleva al obsesivo a ampararse en el ritual sin sentido manteniendo así el deseo en el horizonte de la imposibilidad. En ese sentido el neurótico obsesivo espera, mortificado, la autorización de un Amo, tal como ocurre con el personaje de Kafka, que ruega "Ante la ley" mientras muere sumisamente.

John James Gómez Gallego 

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