Fragmento del texto: “Tres ensayos de teoría sexual.” Freud,
S. (1905). En: Obras Completas, vol. VII. Amorrortu Editores. 1979. Pág. 132.
(Segunda parte del comentario).
“[Agregado en 1915:] La investigación psicoanalítica se
opone terminantemente a la tentativa de separar a los homosexuales como una
especie particular de seres humanos.”
Comentario:
En nuestra lengua española, en alguna época se uso la
expresión “desviados” para designar a los homosexuales. Si bien con ella se
intentaba indicar una desviación en el sentido de lo que se apartaría de la
normalidad, y con ello un cierto modo de segregación, Freud puso sobre el
tapete una cuestión crucial que nos permite replantear el sentido que dicha
palabra implica.
“Trieb” fue la palabra alemana que Freud eligió para
designar esa modalidad de movimiento en vías de la satisfacción que se
constituye como un concepto fronterizo entre lo anímico y lo somático. No se
trata, bajo ninguna circunstancia, de la satisfacción de la necesidad biológica y, por
tanto, se aparta de la condición “natural”; hay en la pulsión un estatuto
eminentemente “humano”. “Trieb”, traducido al español como “pulsión”, es
aquella palabra con que Freud indicó que la satisfacción en el caso humano, en
todos sus ámbitos, es por definición una desviación de la meta natural de la
necesidad. En tal sentido, Trieb puede traducirse propiamente como “desviación”. Resulta entonces que lo humano es en sí mismo una
desviación. Nada que pueda considerarse satisfacción en el sentido humano responde como tal a los fines de la naturaleza. Aunque el hambre haya desaparecido, el ojo como agujero pulsional puede seguir captado por la comida que aún resta en el plato o simplemente por la que fantasea.
Para devenir “humano” es condición necesaria, en el sentido lógico,
dicha desviación. En tal sentido, surgen diversos interrogantes acerca de la
moral sexual cultural generalizada que intenta sostener que habría los buenos
modos de desear y de gozar. Basta escuchar a alguien hablar en el
espacio que la experiencia psicoanalítica abre para que se ponga en
evidencia que no hay modo en que el sujeto pueda adaptarse a esos ideales
expresados por la moral sexual cultural. El sujeto resiste a la adaptación.
Cada punto en el que se le intenta captar para fijarlo al supuesto “buen
objeto”, el sujeto da cuenta de su estatuto subversivo.
Cada uno ha de vérselas con la interrogación que le plantean
sus propios modos de gozar y de desear, aunque
el Yo no soporte, en muchas de las ocasiones, lo que de Ello atenta contra los
ideales con los que intenta desesperadamente parecer “bien adaptado” y no ser
visto entonces como “anormal”. En su
afán por parecer "normal", el Yo sufre. Así, la clínica nos muestra cómo
el ideal de "normalidad" es la mayor locura de la modernidad.
John James Gómez G.
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