miércoles, 19 de febrero de 2014

Fragmento del texto: “Tres ensayos de teoría sexual.” Freud, S. (1905). En: Obras Completas, vol. VII. Amorrortu Editores. 1979. Pág. 132. (Segunda parte del comentario).

“[Agregado en 1915:] La investigación psicoanalítica se opone terminantemente a la tentativa de separar a los homosexuales como una especie particular de seres humanos.”

Comentario:

En nuestra lengua española, en alguna época se uso la expresión “desviados” para designar a los homosexuales. Si bien con ella se intentaba indicar una desviación en el sentido de lo que se apartaría de la normalidad, y con ello un cierto modo de segregación, Freud puso sobre el tapete una cuestión crucial que nos permite replantear el sentido que dicha palabra implica.

“Trieb” fue la palabra alemana que Freud eligió para designar esa modalidad de movimiento en vías de la satisfacción que se constituye como un concepto fronterizo entre lo anímico y lo somático. No se trata, bajo ninguna circunstancia, de la satisfacción de la necesidad biológica y, por tanto, se aparta de la condición “natural”; hay en la pulsión un estatuto eminentemente “humano”. “Trieb”, traducido al español como “pulsión”, es aquella palabra con que Freud indicó que la satisfacción en el caso humano, en todos sus ámbitos, es por definición una desviación de la meta natural de la necesidad.  En tal sentido, Trieb puede traducirse propiamente como “desviación”. Resulta entonces que lo humano es en sí mismo una desviación. Nada que pueda considerarse satisfacción en el sentido humano responde como tal a los fines de la naturaleza. Aunque el hambre haya desaparecido, el ojo como agujero pulsional puede seguir captado por la comida que aún resta en el plato o simplemente por la que fantasea. 

Para devenir “humano” es condición necesaria, en el sentido lógico, dicha desviación. En tal sentido, surgen diversos interrogantes acerca de la moral sexual cultural generalizada que intenta sostener que habría los buenos modos de desear y de gozar. Basta escuchar a alguien hablar en el espacio que la experiencia psicoanalítica abre para que se ponga en evidencia que no hay modo en que el sujeto pueda adaptarse a esos ideales expresados por la moral sexual cultural. El sujeto resiste a la adaptación. Cada punto en el que se le intenta captar para fijarlo al supuesto “buen objeto”, el sujeto da cuenta de su estatuto subversivo.

Cada uno ha de vérselas con la interrogación que le plantean sus propios modos de gozar y de desear, aunque el Yo no soporte, en muchas de las ocasiones, lo que de Ello atenta contra los ideales con los que intenta desesperadamente parecer “bien adaptado” y no ser visto entonces como “anormal”.  En su afán por parecer "normal", el Yo sufre. Así, la clínica nos muestra cómo el ideal de "normalidad" es la mayor locura de la modernidad.

John James Gómez G. 

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