Fragmento del texto: “Del uso lógico del sinthome, o Freud con Joyce”. Lacan, J. (1975). En: El Sinthome. El seminario, libro 23. Editoial Paidós. 2006. Pág. 16.
“El falo es la conjunción de lo que he llamado ese parásito, que es el pitito en cuestión, con la función de la palabra.”
Comentario:
El falo no es el pene, aunque ese apéndice que cuelga en algunos cuerpos, interrogue siempre, tal como Freud lo mostró, a todo aquel quien deviene sujeto. Interroga porque en la diferencia de los sexos se plantea, no la cuestión acerca de la oposición pene/vagina como modo de la diferencia anatómica sexual, sino, más precisamente, la dialéctica de la presencia/ausencia. No es otra cosa lo que puede plantearse y, sin embargo, de ello deriva el hecho mismo de que esa interrogación permanezca siempre en el horizonte, constatando su fracaso, una y otra vez. Cada uno se pregunta acerca de la presencia y la ausencia hasta el punto, casi absurdo, de intentar ocuparse de cosas imposibles como, por ejemplo, de qué ocurrirá cuando ese Yo, el que supone suyo, no esté presente en el mundo. El análisis muestra como las personas no dejan de preguntarse si acaso alguien sentirá su ausencia.
Es así que el falo apunta a otro lugar que es ubicable sí y solo sí se considera en su relación con la palabra y, particularmente, con la palabra hablada. Allí, la función imaginaria del falo se revela como intento de ostentar una cierta potencia. Cada vez que se abre la boca para decir algo, desde el grito hasta el ruego, aparece una demanda que se dirige a algún lugar y que espera alguna respuesta. Y Ello no para de repetirse. Es evidente que hay diferentes maneras de demandar y, sin embargo, la demanda siempre cuenta con un énfasis imperativo. Se demanda que desde algún lugar surja alguna respuesta. Es ese movimiento perpetuo de la demanda la que intenta ostentar una potencia que sea reconocida por el Otro y es justo por el hecho de que la respuesta que se recibe nunca satisface la demanda, que se prueba ahí su impotencia. En tal sentido, la función imaginaria del falo, expresada en la palabra en tanto demanda, da cuenta de su encuentro tanto con la impotencia, como con la imposibilidad. Aparece allí el punto mismo en el que se pone en juego aquello que Freud llamó “angustia de castración”.
La impotencia resta del hecho de no poder alcanzar la satisfacción de la demanda, bien la que viene como demanda desde el Otro, bien aquella que se dirige como demanda hacia el Otro. Cada respuesta deja caer sobre la demanda una inesperada falta de complementariedad y, así, no hay completitud alguna. Basta escuchar a los padres tratando de mostrar al chico la potencia de su palabra para darse cuenta de ello. Muy temprano el chico descubre que esa palabra que advierte, que amenaza y que reclama su-misión, no se colma con nada, sin importar lo que esté dispuesto a entregar o, también, a negar. Es posible ver también cómo en el descubrimiento de la falta de potencia plena de la palabra de los padres, el chico comienza a “juguetear”, tratando de someter a prueba las promesas, las advertencias y las amenazas de los adultos quienes, fácilmente, desesperan ante ello revelando así su impotencia.
La imposibilidad, por su parte, aparece en su relación con el saber y con el decir. Lo inconsciente es su evidencia. Se invita al sujeto a que diga todo, pero se sabe que ese todo es imposible. Más aún, cuando ese decir se dirige decididamente hacia la verdad, se encontrará que la aproximación a ella se convierte en una asíntota. Es imposible decirlo todo y, todavía más, es imposible decir toda la verdad, no importa cuantas vías se use para tratar de enunciarla plenamente. Es en ese punto en que, muy a su pesar, el fatuo Yo se ve enfrentado al hecho de que es un extranjero de sí mismo. Puede entonces, tal vez, reconocer a partir de ese punto su desconocimiento y develar que, por su decir, la función imaginaria del falo, la palabra, abre paso al encuentro con la castración. Es a partir de ese punto donde algún saber nuevo, aunque siempre imposible en el horizonte de la verdad, puede advenir.
John James Gómez G.
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