lunes, 17 de febrero de 2014

Fragmento del texto: “Tres ensayos de teoría sexual.” Freud, S. (1905). En: Obras Completas, vol. VII. Amorrortu Editores. 1979. Pág. 132. (Primera parte del comentario).

“[Agregado en 1915:] La investigación psicoanalítica se opone terminantemente a la tentativa de separar a los homosexuales como una especie particular de seres humanos.”

Comentario:

Esta cita corresponde a las primeras líneas de una extensa nota al pie agregada por Freud en 1915 a sus “Tres ensayos” de 1905. Como es sabido, se trata de un texto al que Freud realizó numerosas revisiones, incluso hasta finales de la década de 1920. La razón no ha de extrañarnos. Sus interrogaciones acerca del lugar de una sexualidad ampliada que no se restringe al coito y sobre la cual sería falso afirmar que sea natural, tanto como lo sería afirmar que es no natural. Esas interrogaciones lo llevaron a tratar de escribir lo imposible, a saber, el hecho que no hay encuentro posible entre la pulsión y el objeto en tanto complementariedad pues el objeto al que ella se encuentra fijado está perdido por principio. Ello, sumado al hecho de que la pulsión en sí misma es ya una desviación de lo que serían los fines naturales de la sexualidad, implica que se trata de algo que no puede someterse a reglas naturales generales y que es por estructura perverso, entendiendo que la palabra perversión refiere fundamentalmente a “sustitución”; cuestión central en el erotismo humano y no una cuestión patológica o anormal. Hay sustitución permanente de los objetos para el goce sexual porque no hay el buen objeto que sería apropiado para lo humano en sí. De igual manera, la pregunta acerca de cómo se inscribe el sexo en cada uno es algo que ocupó profundamente a Freud y lo llevó a percatarse de la necesidad, tal como también lo habría indicado Ferenzci, de diferenciar la posición del sujeto en relación al sexo de su elección de los objetos para sus modos de goce sexual. No es otra cosa la que Lacan intenta escribir cuando se aboca a formular sus “ecuaciones” sobre la sexuación, no sin que Freud hubiese logrado primero dar cuenta de que la inscripción sexual no tiene que ver con la oposición pene/vagina sino con la diada falo/castración y que no existe el buen objeto, originario y generalizado, para la pulsión. De allí que Freud señale que la pulsión es no anobjetal, es decir, que no es sin objeto pero su objeto no puede ser más que perdido y todos aquellos de los que se sirve no son sino sustitutivos.

A la luz de sus hallazgos, Freud no dudó en tomar posición respecto de cuestiones que, hasta el momento, eran signadas como aberraciones que debían ser erradicadas por no corresponder con la moral sexual que, históricamente, enfatizaba la finalidad exclusivamente reproductiva de la sexualidad, lo que conllevaba la suposición de la pareja “macho”-“hembra” como pareja complementaria. El psicoanálisis demuestra algo que, aunque intente velarse, resulta evidente para cualquier observador mediano, y es que dicha moral no tiene nada que ver con los acontecimientos propiamente humanos referentes al goce sexual.

Si Freud se pronunció negándose a que el psicoanálisis considere a los homsexuales como algún tipo particular de seres humanos, es precisamente porque reconoció que no hay tal complementariedad entre hombre y mujer, como tampoco hay un buen modo de gozar al que todos tendrían que adaptarse. Se percata que todo ello no es otra cosa que el intento moral de velar el punto más radical y real de la sexualidad humana.

John James Gómez G.

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