Fragmento del texto: “Mi contacto con Josef Popper-Lynkeus”.
Freud, S. (1932). En: Obras Completas, vol. XXII. Amorrortu Editores. 1979. pp.
204-205. [Segunda parte del comentario]
"Nuestra alma, ese precioso instrumento por medio del
cual nos afirmamos en la vida, no es una unidad pacíficamente cerrada en el
interior de sí, sino más bien comparable a un Estado moderno donde una masa
ansiosa de gozar y destruir tiene que ser sofrenada por la violencia de un
estrato superior juicioso. Todo lo que se agita en nuestra vida anímica y se
procura expresión en nuestros pensamientos es retoño y subrogación de las
múltiples pulsiones que nos son dadas en nuestra constitución corporal; pero no
todas esas pulsiones son guiables y educables por igual, ni acatan de la misma
manera los reclamos del mundo exterior y de la comunidad humana."
Comentario:
La pulsión no para de trabajar, de esforzar hacia su meta
que no es otra que la satisfacción. Sin embargo, se trata de una meta ligada a
la imposibilidad. El objeto al cual se dirige no se encuentra en ningún lugar
del mundo sensible, no está en un horizonte alcanzable, por lo tanto, la
pulsión siempre se satisface pero jamás está satisfecha. Así, a pesar de los
esfuerzos de la represión, la pulsión no puede ser cancelada, ella sigue
esforzando, produciendo retoños, como bien lo afirma Freud en su texto de 1915,
intitulado: "La represión". Eso, Ello, insiste, dando cuenta de que
el alma es, tal como lo presenta una de sus acepciones en español, un agujero.
Se trata de una marca que indica que allí algo falta, que hay un no todo
constituyente. Así las cosas, el objeto en juego está perdido; no se ubica en
un horizonte, como alcanzable, sino en un punto mítico de origen, como causa
del deseo y soporte para que el cuerpo devenga sustancia gozante.
Es notable, entonces, que el lenguaje opere como aparato
estructurante del movimiento pulsional. Se pierde la boca como órgano destinado
a la ingesta del alimento para saciar la necesidad y, en ese mismo instante, se
gana como agujero insaciable para la pulsión. Es en ese sentido que la palabra
alemana “trieb”, traducida como pulsión, sirve para poner escena la desviación
que el lenguaje provoca en el organismo al fusionarse con él, dejando como
resto la pérdida de su función de órgano a la vez que lo incorpora haciendo
existir un cuerpo que goza. Es así que, aquello que Lacan llamó “plus de goce”
es un movimiento que implica, al mismo tiempo, la paradoja de sumar goce y
restar goce, pues la meta de la pulsión es asintótica en relación a su objeto.
Ella, la pulsión, es no anobjetal, doble negación con la que es indica que está
fijada a un objeto que no es más que huella borrada, faltante, por ser el resto
que se desprende a partir de la fusión entre el organismo y el lenguaje. Fusión
que, como ya lo sabían los estoicos, provoca la incorporación, es decir, hace
que un cuerpo pueda ser al mismo tiempo uno y dos; topos pulsional que deja
como resto un incorporal, ese que Lacan nombró con la letra “a” minúscula.
John James Gómez G.
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