miércoles, 10 de septiembre de 2014

Fragmento del texto: “Mi contacto con Josef Popper-Lynkeus”. Freud, S. (1932). En: Obras Completas, vol. XXII. Amorrortu Editores. 1979. pp. 204-205. [Segunda parte del comentario]

"Nuestra alma, ese precioso instrumento por medio del cual nos afirmamos en la vida, no es una unidad pacíficamente cerrada en el interior de sí, sino más bien comparable a un Estado moderno donde una masa ansiosa de gozar y destruir tiene que ser sofrenada por la violencia de un estrato superior juicioso. Todo lo que se agita en nuestra vida anímica y se procura expresión en nuestros pensamientos es retoño y subrogación de las múltiples pulsiones que nos son dadas en nuestra constitución corporal; pero no todas esas pulsiones son guiables y educables por igual, ni acatan de la misma manera los reclamos del mundo exterior y de la comunidad humana."

Comentario:

La pulsión no para de trabajar, de esforzar hacia su meta que no es otra que la satisfacción. Sin embargo, se trata de una meta ligada a la imposibilidad. El objeto al cual se dirige no se encuentra en ningún lugar del mundo sensible, no está en un horizonte alcanzable, por lo tanto, la pulsión siempre se satisface pero jamás está satisfecha. Así, a pesar de los esfuerzos de la represión, la pulsión no puede ser cancelada, ella sigue esforzando, produciendo retoños, como bien lo afirma Freud en su texto de 1915, intitulado: "La represión". Eso, Ello, insiste, dando cuenta de que el alma es, tal como lo presenta una de sus acepciones en español, un agujero. Se trata de una marca que indica que allí algo falta, que hay un no todo constituyente. Así las cosas, el objeto en juego está perdido; no se ubica en un horizonte, como alcanzable, sino en un punto mítico de origen, como causa del deseo y soporte para que el cuerpo devenga sustancia gozante.

Es notable, entonces, que el lenguaje opere como aparato estructurante del movimiento pulsional. Se pierde la boca como órgano destinado a la ingesta del alimento para saciar la necesidad y, en ese mismo instante, se gana como agujero insaciable para la pulsión. Es en ese sentido que la palabra alemana “trieb”, traducida como pulsión, sirve para poner escena la desviación que el lenguaje provoca en el organismo al fusionarse con él, dejando como resto la pérdida de su función de órgano a la vez que lo incorpora haciendo existir un cuerpo que goza. Es así que, aquello que Lacan llamó “plus de goce” es un movimiento que implica, al mismo tiempo, la paradoja de sumar goce y restar goce, pues la meta de la pulsión es asintótica en relación a su objeto. Ella, la pulsión, es no anobjetal, doble negación con la que es indica que está fijada a un objeto que no es más que huella borrada, faltante, por ser el resto que se desprende a partir de la fusión entre el organismo y el lenguaje. Fusión que, como ya lo sabían los estoicos, provoca la incorporación, es decir, hace que un cuerpo pueda ser al mismo tiempo uno y dos; topos pulsional que deja como resto un incorporal, ese que Lacan nombró con la letra “a” minúscula.

John James Gómez G. 

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¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

 “Se abre paso la vida con la misma terquedad con la que una plantita minúscula es capaz de rajar el suelo de hormigón para sacar la cabeza....