lunes, 15 de septiembre de 2014

Fragmento del texto: “La perturbación psicógena de la visión según el psicoanálisis”. Freud, S. (1910). En: Obras Completas. Amorrortu Editores. 1979. pp. 213 [Segunda parte del comentario]

“El placer sexual no se anuda meramente a la función de los genitales; la boca sirve para besar tanto como para la acción de comer y de la comunicación lingüística, y los ojos no sólo perciben las alteraciones del mundo exterior importantes para la conservación de la vida, sino también las propiedades de los objetos por medio de las cuales estos son elevados a la condición de objetos de la elección amorosa: sus «encantos».”

Comentario:

Hablar del cuerpo, eludiendo su condición erótica, indica un rechazo directo de la estructura misma que hace al cuerpo. Claro, cualquier concepción basada en la idea de una anatomía funcional, no dudará en eludir el erotismo restringiendo toda sexualidad a la función reproductiva. Por eso, me parece más que necesario afirmar, sin titubear, que dicha concepción rechaza, de plano, al cuerpo al confundirlo con un organismo cuyos fines no serían otros que la supervivencia. Desde ese lugar resulta imposible saber algo del cuerpo como sustancia gozante y, por tanto, del sujeto, de la satisfacción y del padecimiento. Pareciera entonces fácil de notar que algunas de aquellas disciplinas que suponen tratar el cuerpo, lo rechazan por principio. Esto no debe sorprendernos pues una de las condiciones puestas en juego con el discurso del amo es el rechazo del cuerpo y la represión de la verdad del sujeto.

El organismo se fusiona con el lenguaje y, de esa función, surge el cuerpo. No hay cuerpo, pues, antes de Eso. Y quiero hacer notar que al hablar de Eso, me refiero al punto en el cual se revela la condición pulsional. Me parece importante, en este sentido, anotar también que el "Ello", como forma neutra del pronombre personal, en este caso, tónico, referente a la tercera persona del singular, y que es la traducción al español de la afamada instancia presentada por Freud en su segunda tópica, resulta cuando menos imprecisa. El “Es” (usado por Freud), para reducir imprecisiones, bien podría haberse traducido por “Eso”, que es el demostrativo neutro en nuestra lengua española. Pueden ustedes, si quieren, tildarme de excesivo por un señalamiento como este, sin embargo, lo encuentro justificado en la diferencia que nos plantea el hecho de que, evidentemente, el demostrativo neutro refiere algo impersonal, algo acéfalo, sin intención en el sentido consciente en que algún “YO” podría atribuírselo a sí mismo. “Eso”, es aquello que habla del cuerpo erótico y que el Yo, no en pocas ocasiones, rechaza, al punto de enfermar en su afán por desconocerlo o extirparlo. Si hay cuerpo, es, precisamente, porque Eso habla.

John J. Gómez G.

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