Fragmento del texto: “La perturbación psicógena de la visión
según el psicoanálisis”. Freud, S. (1910). En: Obras Completas. Amorrortu
Editores. 1979. pp. 213 [Segunda parte del comentario]
“El placer sexual no se anuda meramente a la función de los
genitales; la boca sirve para besar tanto como para la acción de comer y de la
comunicación lingüística, y los ojos no sólo perciben las alteraciones del
mundo exterior importantes para la conservación de la vida, sino también las
propiedades de los objetos por medio de las cuales estos son elevados a la
condición de objetos de la elección amorosa: sus «encantos».”
Comentario:
Hablar del cuerpo, eludiendo su condición erótica, indica un
rechazo directo de la estructura misma que hace al cuerpo. Claro, cualquier
concepción basada en la idea de una anatomía funcional, no dudará en eludir el
erotismo restringiendo toda sexualidad a la función reproductiva. Por eso, me
parece más que necesario afirmar, sin titubear, que dicha concepción rechaza,
de plano, al cuerpo al confundirlo con un organismo cuyos fines no serían otros
que la supervivencia. Desde ese lugar resulta imposible saber algo del cuerpo
como sustancia gozante y, por tanto, del sujeto, de la satisfacción y del
padecimiento. Pareciera entonces fácil de notar que algunas de aquellas
disciplinas que suponen tratar el cuerpo, lo rechazan por principio. Esto no
debe sorprendernos pues una de las condiciones puestas en juego con el discurso
del amo es el rechazo del cuerpo y la represión de la verdad del sujeto.
El organismo se fusiona con el lenguaje y, de esa función,
surge el cuerpo. No hay cuerpo, pues, antes de Eso. Y quiero hacer notar que al
hablar de Eso, me refiero al punto en el cual se revela la condición pulsional. Me
parece importante, en este sentido, anotar también que el "Ello", como forma
neutra del pronombre personal, en este caso, tónico, referente a la tercera
persona del singular, y que es la traducción al español de la afamada instancia
presentada por Freud en su segunda tópica, resulta cuando menos imprecisa. El
“Es” (usado por Freud), para reducir imprecisiones, bien podría haberse
traducido por “Eso”, que es el demostrativo neutro en nuestra lengua española.
Pueden ustedes, si quieren, tildarme de excesivo por un señalamiento como este,
sin embargo, lo encuentro justificado en la diferencia que nos plantea el hecho
de que, evidentemente, el demostrativo neutro refiere algo impersonal, algo
acéfalo, sin intención en el sentido consciente en que algún “YO” podría
atribuírselo a sí mismo. “Eso”, es aquello que habla del cuerpo erótico y que
el Yo, no en pocas ocasiones, rechaza, al punto de enfermar en su afán por
desconocerlo o extirparlo. Si hay cuerpo, es, precisamente, porque Eso habla.
John J. Gómez G.
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