Fragmento del texto: “Mi contacto con Josef Popper-Lynkeus”.
Freud, S. (1932). En: Obras Completas, vol. XXII. Amorrortu Editores. 1979. pp.
204-205. [Primera parte del comentario]
"Nuestra alma, ese precioso instrumento por medio del cual
nos afirmamos en la vida, no es una unidad pacíficamente cerrada en el interior
de sí, sino más bien comparable a un Estado moderno donde una masa ansiosa de
gozar y destruir tiene que ser sofrenada por la violencia de un estrato
superior juicioso. Todo lo que se agita en nuestra vida anímica y se procura
expresión en nuestros pensamientos es retoño y subrogación de las múltiples
pulsiones que nos son dadas en nuestra constitución corporal; pero no todas
esas pulsiones son guiables y educables por igual, ni acatan de la misma manera
los reclamos del mundo exterior y de la comunidad humana."
Comentario:
Cada uno de los ideales humanos revela la impotencia ante la
condición pulsional constituyente del sujeto. El hecho de que hay goce, no deja
de perturbar las desesperadas ilusiones de total dominio propio y pleno
conocimiento de sí mismo. Se sueña con una voluntad que sería totalmente
coherente con los anhelos de la consciencia, empeñándose en desconocer los
modos de una razón que habita la vida humana más allá de los límites que ella,
la consciencia, puede reconocer. El fracaso de tales ideales se hace
reiterativo y se manifiesta, de modo irascible y violento, a través del juicio
desmesurado sobre otros a quienes se les atribuye la causa de la impotencia
propia de la consciencia. Así, se pone afuera, en otros, lo que resulta
imposible de soportar en la lucha constante en que se baten las fuerzas
imparables y contradictorias, inherentes a la vida pulsional, constituyentes de
todo sujeto.
El cuerpo se agita en la lucha pulsional. Y por cuerpo no
hemos de entender exclusivamente a la anatomía, pues devenir humano es,
precisamente, ser perturbado por la fusión, traumática, entre el organismo
viviente y el lenguaje que hace existir la pregunta por el sinsentido de la
vida misma. Todo mito de creación, toda creación humana, apunta a justificar
una existencia que solo encuentra sentido en aquello que puede inventarse. De
esta manera, toda invención es intento de taponar el sinsentido constituyente,
pero, no importa qué o cuánto hagamos, todo sentido no deja de ser mera
invención. La herida narcisista arde por la impotencia del Yo, tanto como por
la imposibilidad de taponar el agujero, la falta, el sinsentido. No ha de
extrañarnos que vivir “haciéndose el loco”, y creyendo fervorosamente en los
sentidos que se inventan por doquier, es la manera más frecuente de hacer
soportables los efectos de la perturbadora incertidumbre. A pesar de nuestros esfuerzos, nuestra más ingenua y
vanidosa ilusión radica en la creencia de que la naturaleza y el universo nos
necesitan, que seríamos su centro, incluso, que requiere que lo expliquemos;
sin embargo, a pesar del dolor que nos provoque, no solo somos prescindibles
para el universo, somos, de hecho, innecesarios.
John James Gómez G.
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