lunes, 21 de abril de 2014

Fragmento del texto: “Los Vasallajes del Yo”. Freud, S. (1923). El Yo y el Ello. En: Obras Completas, vol. XXIII. Amorrortu Editores. 1979. pp. 50.

“… se llega a la intelección de que se trata de un factor por decir así ‘moral’, de un sentimiento de culpa que halla su satisfacción en la enfermedad y no quiere renunciar al castigo del padecer.”

Comentario:

El Yo ignora que su mayor padecimiento adviene cuando toma por su-misión la servidumbre ante un Amo que no existe más que en su fantasía. Para el Yo, constituirse en vasallo de un Otro que pueda hacer el lugar de padre perverso, flagelador, resulta un modo de expiación de la culpabilidad; intento de pago por la culpabilidad inconsciente. Cualquier representante imaginario de ese Otro viene bien, desde un jefe hasta una pareja amorosa. Para Freud, esto resultó un descubrimiento sorprendente. No solo por el hecho de que la fantasía expresada por los neuróticos se funde en esa estructura, en apariencia masoquista, sino, además, por el hecho de que, incluso en el tratamiento analítico, el analizante se aferra cuanto puede a su padecimiento, corroborándose así que el Yo insiste en desconocer el saber que podría permitirle rectificar su posición de vasallaje. El cuerpo del sujeto del inconsciente ex-siste por la materialidad de la letra, pero el Yo, fascinado por su imagen, desconoce esa materialidad y se abandona así a la posición de siervo, ignorante de aquello que lo habita, mientras se toma a sí mismo por un poderoso Amo.

Los ejemplos en la cotidianidad abundan. De hecho, en las neurosis puede verse con más frecuencia de lo que, por la función de velo que cumplen los ideales en la cultura, podría imaginarse. En el caso de las neurosis obsesivas, el ritual es la cadena perpetua con la que se paga por el sentimiento inconsciente de culpabilidad. Otro ejemplo, sintomáticamente común, tanto para las neurosis histéricas como para las neurosis obsesivas, es el hecho de que el trabajo en la modernidad da continuidad a la idea medieval, religiosa, del sufrimiento como eje de la virtud. En cualquiera de los dos casos, el trabajo o la religión, el Yo se entrega a la servidumbre y con ello a la culpabilidad de haber cedido el deseo. Así, el sujeto del inconsciente es silenciado mientras el estrés prolifera y la servidumbre se convierte en el mayor malestar, con rostros diversos, desde la depresión hasta los padecimientos psicosomáticos. Y, en cierto modo, aunque los médicos no sepan muy bien qué es lo que llaman es-trés, algo parece ponerse de manifiesto en el significante, a saber, que allí se trata del es-tres que se intenta dejar de lado en el discurso del capitalismo: lo simbólico, lo imaginario y lo real.

En tal sentido, lo que un análisis implica, entre otras cosas, es hacer entrar en juego la probabilidad de abrir los ojos a la constatación del nefasto hecho de la servidumbre del Yo. Y, de ser así, a pesar de la angustia que un descubrimiento como ese conlleva, tal vez sea posible el encuentro con el sujeto del inconsciente y la ética del deseo.

John James Gómez G.

3 comentarios:

¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

 “Se abre paso la vida con la misma terquedad con la que una plantita minúscula es capaz de rajar el suelo de hormigón para sacar la cabeza....