lunes, 28 de abril de 2014

Fragmento del texto: “El Amo Castrado”. Lacan, J. (1969-1970). En: El Reverso del Psicoanálisis, El Seminario, libro 17. Editorial Paidós. pp. 95.

“…el discurso de la ciencia sólo puede sostenerse en la lógica haciendo de la verdad un juego de valores, eludiendo radicalmente toda su potencia dinámica. En efecto, el discurso de la lógica proposicional es, como ya ha sido subrayado, profundamente tautológico. Consiste en ordenar proposiciones compuestas de forma que siempre sean verdaderas, sea cual sea, verdadero o falso, el valor de las proposiciones elementales. ¿No es acaso desembarazarse de lo que hace un momento he llamado el dinamismo del trabajo de la verdad?

Pues bien, el discurso psicoanalítico se específica, se distingue por plantear la pregunta de para qué sirve esta forma de saber que rechaza y excluye la dinámica de la verdad.”

Comentario:

La verdad, a partir de la modernidad, con el discurso científico, fue excluida, destinada al ostracismo, al igual que el sujeto. En dicho discurso, la verdad se excluye por vía del hecho a través del cual se la supone muerta, es decir, deshabitada del dinamismo que le es constituyente. ¿Y cómo se produce un efecto tal? Pues, precisamente, el efecto se produce en el momento mismo en que se la acomoda a una estructura lógica que, por aparentar consistencia, intenta disfrazar las irrupciones, siempre incomodas y paradójicas, que la verdad misma plantea y que tratan de ocultarse tras el velo del conocimiento, olvidando con rapidez que la verdad no depende del objeto de conocimiento, sino de la relación problemática del sujeto con el lenguaje.

Lo que el psicoanálisis puede decir es aquello sobre lo cual la ciencia resiste por insistir en su desconocimiento. El discurso psicoanalítico reintroduce al sujeto excluido por la ciencia, cuestión que se presentó a los oídos de Freud por el decir de sus pacientes quienes, a pesar de lo que dijesen las ciencias de su época, particularmente la medicina, enfermaban a partir del padecimiento de su relación con la verdad. El sujeto habla allí donde el Yo, insatisfecho, imposibilitado, inhibido, incluso horrorizado, se ve emboscado por un goce que no puede reconocer más que por sus efectos en el cuerpo,  se trata del goce de la verdad derivado desconocimiento en la modernidad de la relación, necesaria, entre verdad y goce.

El discurso analítico, de producirse en ese espacio que la experiencia analítica posibilita, restituye el filo cortante de la verdad. El sujeto emerge en el decir de quien al hablar, no en busca de encontrar significados, sino de la articulación del saber que lo habita como una razón que regularmente es desconocida por el Yo por resultar perturbadora, se encuentra en la posibilidad de leer lo que está escrito en su cuerpo como sustancia gozante y es allí, en ese punto, donde algo de la verdad puede elucidarse, pero siempre por vías torcidas pues no hay la verdad toda; ella es siempre incompleta. Es así que siempre algo del goce queda como resto, en tanto lo que resta es la derivación de la imposibilidad del acceso pleno a la verdad. Por un lado la ciencia se ocupa de velar la verdad del sujeto con el trabajo sobre el objeto de conocimiento, por el otro, el psicoanálisis reintroduce la verdad a través del trabajo del agujero, del objeto a. 


John James Gómez G.

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¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

 “Se abre paso la vida con la misma terquedad con la que una plantita minúscula es capaz de rajar el suelo de hormigón para sacar la cabeza....