Fragmento del texto: “El Amo Castrado”. Lacan, J.
(1969-1970). En: El Reverso del Psicoanálisis, El Seminario, libro 17.
Editorial Paidós. pp. 95.
“…el discurso de la ciencia sólo puede sostenerse en la
lógica haciendo de la verdad un juego de valores, eludiendo
radicalmente toda su potencia dinámica. En efecto, el discurso de la lógica
proposicional es, como ya ha sido subrayado, profundamente tautológico.
Consiste en ordenar proposiciones compuestas de forma que siempre sean
verdaderas, sea cual sea, verdadero o falso, el valor de las proposiciones
elementales. ¿No es acaso desembarazarse de lo que hace un momento he llamado
el dinamismo del trabajo de la verdad?
Pues bien, el discurso psicoanalítico se específica, se
distingue por plantear la pregunta de para qué sirve esta forma de saber que
rechaza y excluye la dinámica de la verdad.”
Comentario:
La verdad, a partir de la modernidad, con el discurso
científico, fue excluida, destinada al ostracismo, al igual que el sujeto. En
dicho discurso, la verdad se excluye por vía del hecho a través del cual se la
supone muerta, es decir, deshabitada del dinamismo que le es constituyente. ¿Y
cómo se produce un efecto tal? Pues, precisamente, el efecto se produce en el
momento mismo en que se la acomoda a una estructura lógica que, por aparentar
consistencia, intenta disfrazar las irrupciones, siempre incomodas y
paradójicas, que la verdad misma plantea y que tratan de ocultarse tras el velo
del conocimiento, olvidando con rapidez que la verdad no depende del objeto de
conocimiento, sino de la relación problemática del sujeto con el lenguaje.
Lo que el psicoanálisis puede decir es aquello sobre lo cual
la ciencia resiste por insistir en su desconocimiento. El discurso
psicoanalítico reintroduce al sujeto excluido por la ciencia, cuestión que se
presentó a los oídos de Freud por el decir de sus pacientes quienes, a pesar de
lo que dijesen las ciencias de su época, particularmente la medicina,
enfermaban a partir del padecimiento de su relación con la verdad. El sujeto
habla allí donde el Yo, insatisfecho, imposibilitado, inhibido, incluso
horrorizado, se ve emboscado por un goce que no puede reconocer más que por sus
efectos en el cuerpo, se trata del goce
de la verdad derivado desconocimiento en la modernidad de la relación,
necesaria, entre verdad y goce.
El discurso analítico, de producirse en ese espacio que la
experiencia analítica posibilita, restituye el filo cortante de la verdad. El
sujeto emerge en el decir de quien al hablar, no en busca de encontrar
significados, sino de la articulación del saber que lo habita como una razón
que regularmente es desconocida por el Yo por resultar perturbadora, se
encuentra en la posibilidad de leer lo que está escrito en su cuerpo como
sustancia gozante y es allí, en ese punto, donde algo de la verdad puede
elucidarse, pero siempre por vías torcidas pues no hay la verdad toda; ella es siempre incompleta. Es así que siempre algo
del goce queda como resto, en tanto lo que resta es la derivación de la
imposibilidad del acceso pleno a la verdad. Por un lado la ciencia se ocupa de velar la verdad del sujeto con el trabajo sobre el objeto de conocimiento, por el otro, el psicoanálisis reintroduce la verdad a través del trabajo del agujero, del objeto a.
John James Gómez G.
No hay comentarios:
Publicar un comentario