miércoles, 2 de abril de 2014

Fragmento del texto: “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud.”  Lacan, J. (1957) En: Escritos 1. Siglo Veintiuno Editores S.A. 2ª ed. Buenos Aires. 2008. pp. 463

“Designamos como letra ese soporte material que el discurso concreto toma del lenguaje. Esta simple definición supone que el lenguaje no se confunde con las diversas funciones somáticas y psíquicas que le estorban al sujeto hablante. Por la razón primera de que el lenguaje con su estructura preexiste a la entrada que hace en él cada sujeto en un momento de su desarrollo mental.”

Comentario:

Lacan, apoyado en las ciencias de su época, y sin el afán que llevaba a Freud a intentar sustentar buena parte de sus teorizaciones en la biología para tratar de hacer entrar al psicoanálisis en el campo de las ciencias, en aquel momento fundamentalmente positivistas, logra articular el valor central del descubrimiento freudiano. Se trata de la materialidad del significante.

Es sabido que de los cuatro modos de causalidad aristotélicos (final, formal, material y eficiente), ya desde Freud se vislumbraba que, en lo que al psicoanálisis compete, la causalidad en cuestión no podría ser otra que la material. Sin embargo, no se trata de la materialidad en el sentido histórico, con la que, por ejemplo, algunos militantes del marxismo han intentado vincular el psicoanálisis. Esa materialidad particular que atañe al sujeto del inconsciente es la del significante y su soporte en la letra. ¿De qué estructura se trata?

Al tomar con detalle el trabajo de Freud, aparece de inmediato el rasgo que poco después Saussure desarrollaría en sus elaboraciones acerca de la lingüística. La cuestión del significante es central pues, al tomársele por sí mismo, se hace evidente que un significante no significa nada y que su estructura se sostiene en una combinatoria, en modo de álgebra, si se quiere. La oposición de una letra con otra en relación con sus posiciones posibles, expresan una estructura que da cuenta de que, en cada letra, necesariamente se encuentra la interrogación acerca del estatuto variante del significante. Es por ello que el equívoco toma su valor ya que se trata de la irrupción inesperada de una modalidad de combinatoria que no estaba calculada por el Yo, que lo sorprende diciendo algo ante lo cual todo saber pretendido y supuesto se desvanece, interrogando así su ilusión de identidad. El Yo no es idéntico a sí mismo, sino que trata de ser idéntico a una imagen de sí, es decir a una i(a). Podemos leer esto como función imaginaria de a, o también, aprovechando el juego homofónico, como “i-de-a”. Dicho de otra manera el Yo intenta ser idéntico, sin éxito, a la idea que tiene de sí mismo, desconociendo la estructura que lo sostiene.

Esa estructura material del significante es lo que preexiste al sujeto que se formulará en la medida en que el cuerpo del lenguaje se incorpore en el organismo dando cuerpo al segundo y que, posteriormente, conllevará la constitución de ese Yo que fantaseará tendrá la ilusión de ser el amo, mientras desconoce su posición de servidumbre.


John James Gómez G.

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¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

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