viernes, 13 de diciembre de 2013

Fragmento del texto: Los complejos familiares en la formación del individuo. Lacan, J. (1938). En: Otros escritos. Editorial Paidos. 2012. pp. 45. (Con este comentario finalizamos el 2013  y entramos en receso hasta el 13 de enero 2014. Felices fiestas). 

"Que la tendencia a la muerte es vivida por el hombre como objeto de un apetito, he aquí una realidad que el análisis pone de relieve en todos los niveles del psiquismo; le correspondía al inventor del psicoanálisis reconocer el carácter irreductible de tal realidad, pero la explicación que de ella dio mediante un instinto de muerte, por deslumbrante que resulte, no deja de ser contradictoria en sus términos; así de cierto es que hasta el propio genio, en Freud, cede ante el prejuicio biológico que exige que toda tendencia se relacione con el instinto."

Comentario:

Sin duda, uno de los hallazgos más importantes en la práctica iniciada por Freud fue el de una pulsión de muerte constituyente en lo que se ha dado en llamar "ser humano". Su relevancia es tal, que se considera el punto crucial de inflexión, incluso de ruptura, en los avances de su construcción, cuestión que llevó, por demás, a nuevos interrogantes sobre la teoría pero, sobretodo, acerca de los fines y los medios de la clínica psicoanalítica. Él mismo, Freud, guardó la esperanza de que ese ser que venía supuestamente del "humus" ("tierra", de allí lo supuestamente humano) fuese en esencia “bueno”, es decir, que se rigiese, al igual que parece hacerlo el común de la naturaleza, por el principio del placer y por una búsqueda de bienestar propio y para la especie en su meta de autoconservación. Nada más alejado de lo que la historia de la humanidad y de lo que la clínica psicoanalítica enseñan cada día, desde sus comienzos.

Es cierto que el ser hablante y que usa letras, ése mismo que en la moral cristiana y en no pocos mitos, diversos, de la creación, se cree venido del humus, hace parte de la naturaleza; seguimos siendo parte de un cierto reino llamado animal.  Sin embargo, no está ahí el límite de la verdad posible a develar en la lógica misma de las particularidades de el lazo que entre tales seres se constituye. Claro, se oye retumbar,  una y otra vez, cómo el sentido común y la moral romana, hecha cristiana, intentan atribuir la agresividad y la sexualidad humana a su condición natural en la que se revelaría su animalidad: "Es lo propio de los instintos, es su esencia animal", dicen algunos. Otros, por su parte, alegan que es necesario renunciar al deseo, que sería, según ellos, lo animal, y alcanzar así lo divino. Resulta necesario decir que es ésa una miopía harto pronunciada si se considera que un animal no "humano", cuando agrede a otros, o mata, no lo hace ni con premeditación ni con alevosía ni con sevicia, esto sí que es "humano"!!. Mucho menos un animal no "humano" se infligiría a sí mismo dolores y se consagraría a síntomas de pleno valor psíquico. Una vaca afectada por el deseo tendría necesariamente que sentirse insatisfecha con la hierba que come y no dudaría en quejarse de su insatisfacción. Y, finalmente, nada más alejado de la sexualidad en el sujeto que los fines de la reproducción. En ese orden de ideas, es falso que lo que se ha denominado “ser humano” no sea natural, pero también es falso que sea únicamente natural o que sea ello lo que tenga la primacía en su manera de existir en el mundo. Es allí, justamente, donde se juega el punto crucial en el que se introduce la pulsión de muerte. 

Sin embargo, a pesar de la evidencia, la pulsión de muerte no es algo fácil de aceptar pues va en contravía de la idealización que dicho ser hace de sí mismo, tanto como va en contra de los ideales propios de la civilización; aquella que se jacta de ser más avanzada que las que han sido consideradas "salvajes" y “primitivas”, aunque en éstas últimas no hubiese neurosis y la violencia no tuviera los alcances de la que se ejerce actualmente en una sociedad que se supone a sí misma el culmen de la historia humana. Es un hecho constatable, la relación entre lo que se entiende como “avance de la civilización” y el incremento de la agresividad y la violencia es directamente proporcional.

La pulsión (trieb) de muerte no es pues algo que tenga que ver con alguna condición natural propia de una especie en el sentido biológico de la expresión y es por ello que no se trata de un instinto (instinkt). Sabemos que Freud se equivocó al tratar de explicar la tendencia a esa condición mortífera, a ese apetito por la muerte y el horror, por vía de la biología; cuestión comprensible si se presta atención a las tendencias científicas dominantes en su época y al hecho de que él buscaba responder a ellas encontrando un fundamento en ese mismo sentido científico para sus hallazgos. No obstante, basta leer su “Más allá del principio del placer" para ver cómo Freud se debate entre la biología y el hecho de que comprendía, desde ese momento, el valor del fonema y su relación con el trauma, la repetición y la pulsión de muerte. Lamentablemente, todavía hoy el modo de explicación de que toda tendencia en los “seres humanos” sería biológica, no deja de estar presente en algunos campos que desconocen los efectos posibles del lenguaje y con él, de la cultura. Hay que aclarar de todas maneras que dichas tendencias que insisten en explicar todas las tendencias "humanas" como biológicas, evidentemente, no son biológicas, con lo cual se niegan a sí mismas.


John James Gómez G.

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