lunes, 1 de diciembre de 2014

Fragmento del texto: “Sobre la iniciación del tratamiento (Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis, I)”. Freud, S. (1913). En Obras Completas, Vol. XII. 1979. pp. 131. [Primera parte del comentario]

“La abreviación de la cura analítica sigue siendo un deseo justificado cuyo cumplimiento, como veremos, se procura por diversos caminos. Por desgracia, un factor de mucho peso se les contrapone: unas alteraciones anímicas profundas sólo se consuman con lentitud; ello sin duda se debe, en última instancia, a la «atemporalidad» de nuestros procesos inconscientes.”

Comentario:

“El tiempo es oro”, suele decirse en el argot popular. La idea del valor del tiempo parece clara en ese sentido: se lo supone algo precioso que bien valdría la pena atesorar. Sin embargo, la evidencia no hace más que revelar la ausencia de tiempo, cada vez mayor, en una época en que la demanda de un Otro que, como suele parecerlo por definición, sería omnipresente y omnisciente, apura a todos esperando que respondan de manera ser-vil. Así, todos parecen correr desesperados sin interrogarse por la razón, pues lo importante es responder a la demanda sin demora, ya que la fantasía de quedar en el lugar de desecho de ese Otro, atormenta sin cesar. Sin duda, el tiempo escasea mucho más que el oro por estos días y a pesar de ello la posibilidad "tomarse" un tiempo" es vista siempre como culpabilizante; es lo que se constata cada vez que alguien, por ejemplo, siente culpabilidad si debido a alguna situación familiar de fuerza mayor o a una complicación de salud, debe ausentarse de su lugar de trabajo. Es el olvido mismo del sujeto, cosa harto promovida en la ética del mercado.

Lo cierto es que el mercado impone sus reglas y, en ellas, el sujeto es la excepción. El sujeto está excluido y cualquier atisbo de su presencia debe silenciarse. En esa vía, la medicalización y la culpabilidad (uno de sus modos más comunes en las empresas de hoy es el ideal de un tal “sentido de pertenencia”) sirven con ahínco a dicho fin. Y como el mercado es susceptible de ser aplicado no solo a la producción de objetos, sino también a lo que, ingenuamente, se ha denominado “servicios”, ni la medicina, ni la educación, mucho menos las “psicoterapias”, pueden escapar a sus efectos.

Entre tanto, hablamos del tiempo como si tuviésemos alguna idea de lo que se trata. Lo vemos como una línea segmentada que va hacia delante. Los segmentos, que es lo que solemos llamar una “cronología”, brindan la ilusión de que se le puede controlar, manipular e incluso crear. Se toma al tiempo como una entidad intuitiva que podríamos subordinar a la intencionalidad de nuestros actos. Magna tontería la que vivimos merced de la pasión del yo por la ignorancia, cuestión constatada en la cotidianidad como la prueba fehaciente de nuestra falta de sentido (común).  ¿Cómo podemos asumir el tiempo de tal modo que la ingenuidad de nuestro ilusorio dominio de sí, tan ilusorio como el pleno dominio de nosotros mismos, no nos lleve al silenciamiento del acontecimiento al que llamamos sujeto? Y de ser posible esto, ¿cómo entender el tiempo cuando del sujeto del inconsciente se trata?


John James Gómez G.

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¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

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