Fragmento del texto y comentario: “La terapia analítica”.
(28ª Conferencia). Freud, S. (1917). Conferencias de introducción al
psicoanálisis. En: Obras Completas, vol. XVI. Amorrortu Editores. 1979. pps.
410-411. [Segunda parte del comentario]
“La cura analítica impone a médico y enfermo un difícil
trabajo que es preciso realizar para cancelar unas resistencias internas.
Mediante la superación de estas, la vida anímica del enfermo se modifica
duraderamente, se eleva a un estadio más alto del desarrollo y permanece
protegida frente a nuevas posibilidades de enfermar.”
Comentario:
¿Hay un lugar para la palabra “cura” en el psicoanálisis?
Sabemos que, en principio, Freud parte de la medicina, era su profesión, y
desde allí asumió, al menos en los albores del psicoanálisis, que la neurosis
era una enfermedad y por tanto requería una curación. El contexto en el que la
palabra cura es tomada ahí, en esa perspectiva, es el que corresponde al quehacer
del médico, lo que no significa que se tenga siempre claro a qué se refiere
alguien con ello, mucho menos en una época como la actual en que el mercado
poco a poco va fagocitando a la ética, haciendo de las profesiones caricaturas
desopilantes. Es por eso que la filología en la mayoría de las ocasiones puede
prestarnos algún auxilio, para lo cual sugiero revisar el Diccionario
Etimológico de Joan Coromines y, en su defecto, uno aceptable que está en la
web: http://etimologias.dechile.net/?cura Lo primero a señalar es que, en su origen
etimológico, la palabra “cura” no remite de manera directa a la destitución de
una enfermedad sino a una solicitud de cuidado: “cuidado”, “inquietud”,
“solicitud”. Esto nos indica que la cura no es en sí la eliminación de algo,
sino el reconocimiento de que hay una demanda, independientemente del fin al
que dicha demanda conduzca.
Ahora bien, no olvidemos que esta acepción originaria de la
palabra “cura” es previa al
cristianismo, es decir, al momento en que Constantino I se lanzara a la
conquista del Globo con un Imperio Romano que ya no sólo se serviría de la
fuerza bélica, sino de una aún más poderosa, a saber, la fe. Y bien, antes de
que ese momento llegara y los “curas” aparecieran como un síntoma más de los
malestares en la cultura Occidental (mejor Accidental), la palabra
"cura" también fue usada en el sentido de la administración de algo
público, en referencia al trabajo que alguien desempeñaría al tener a su cargo,
por solicitud de otros, el cuidado de un bien público.
No ha de extrañarnos que sea tal vez eso lo que condujo al
uso de la palabra cura tanto en la medicina como en la iglesia y, de hecho,
tampoco es coincidencia que cada lugar por el que dicha palabra ha transitado
se erija como un nuevo sacerdocio que intenta cuidar la moral como un bien
público; esto ha sido así desde la iglesia hasta la psicología, pasando por la
medicina y la psiquiatría. De hecho, los tratamientos en cada una de ellas
fueron llamados, en sus comienzos, “tratamientos morales”, como bien lo ha
enseñado la historia de la medicina y de la psiquiatría en tanto herederas de
las tareas sociales del clero y lo cual, aunque siempre hay quien se quiera
hacer el loco y no se hable de ello abiertamente, es el tratamiento que se
espera de un psicólogo e, incluso, el que se demanda en ocasiones al
psicoanalista. Sea como fuere, si la psicología está hoy en todas partes, si
puede jactarse de tener lugar y campos de aplicación en abundancia es,
precisamente, porque como la iglesia, la medicina y la psiquiatría, se espera
de ella la tarea de salvaguardar la buena moral cristiana. Es allí donde la cuestión de la
curación es, por definición, un modo de père-versión.
Continuaré con este punto en el próximo comentario.
John James Gómez G.
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